"Descodificar", esa es la palabra clave de mi trabajo en la pintura actual. Estos cuadros, a lo largo de los años, han pasado por diferentes técnicas y temas, desde bodegones a paisajes, pasando por grandes retratos hiperrealistas. Hoy disecciono, descompongo, transfiguro las imágenes que pintaba antes, cuando trataba de hacerlas lo más veraces posible, casi tangibles. Aquel tipo de pintura, tan perfecta, conseguida de forma tan maniática, ahora estalla y se desgarra en miles de pinceladas". Estas eran las palabras de Giuseppe Linardi (Buenos Aires, 1971) hace dos años, cuando participó en la quincuagésimo sexta edición de la Bienal de Venecia: en aquel momento, su investigación artística ya había experimentado esa evolución que, desdeel hiperrealismo, que había marcado las primeras etapas de su carrera, desembocaría en la personal poética de la descodificación.
Un caso ciertamente peculiar, dada la sólida lealtad que suele unir a los hiperrealistas con su arte, pero no único, y la mente no puede sino correr al elevado ejemplo de Gerhard Richter, un artista que quizá más que ningún otro fue y es capaz de moverse con extrema facilidad, maestría y coherencia de un registro a otro. Un camino así no puede recorrerse sin estar fundado en una coherencia firme y fuerte. Esto se aplica también a la investigación de Giuseppe Linardi, que nunca abandona su propio sustrato artístico: si acaso, lo transfigura, por utilizar el mismo verbo que él emplea tan icásticamente. Su gran interés por la naturaleza persiste incluso en aquellas obras que, para un observador que ve su trabajo por primera vez, parecen atrevidas y desconectadas de la realidad: pero para llegar a tal atrevimiento era necesaria una visión profunda, propia de un artista que no sólo es capaz de sus propios medios y domina plenamente su técnica, sino que también está filosóficamente convencido de la espontaneidad de su camino. Hoy vemos los últimos resultados de su investigación en una exposición comisariada por Nicola Ricci (con el claro título Deconstruzioni di immagini - Deconstrucciones de imágenes) que se celebra en Carrara, en el Palazzo Binelli, hasta el 26 de mayo de 2017: solo se exponen las obras ejecutadas en los últimos meses.
Exposición de Giuseppe Linardi en Carrara |
Giuseppe Linardi, Descodificación (2017) |
Giuseppe Linardi, Descodificación (2017) |
“Mi nueva investigación artística surge de muchos años en los que he estado experimentando, buscando temas, deconstruyendo y construyendo imágenes”. Una de sus exposiciones individuales celebrada hace unos años en Milán citaba el título de una pieza compuesta en los años ochenta por un pianista experimental inglés, Laurence Crane, e imaginaba a un Derrida que, atrapado en las pequeñas vicisitudes de la vida cotidiana, iba al supermercado, convirtiéndose él mismo en parte de un sistema tejido sobre transformaciones, símbolos, usos, contaminación: en definitiva, una realidad en construcción, sujeta a cambios que a menudo se vuelven destructivos. Pero, sobre todo, es una realidad que constituye el objeto de las reflexiones de Linardi, y de la que, tanto en la teoría que anima su continuo experimentalismo (que no sólo concierne a la pintura: a lo largo de su carrera, Linardi ha probado los más variados modos de expresión) como en la práctica hecha de colores y materia, sólo se empieza a tomar conciencia adoptando una visión amplia. Los fundamentos se remontan al menos al postimpresionismo y, a través de las vanguardias, al arte digital, pero van en dirección contraria: Lissitzky decía que el artista, con su pincel, construye símbolos. El símbolo de Linardi, en cambio, ya existe, pero se descompone (o “deconstruye”) de maneras siempre nuevas y sorprendentes, dando lugar a “códigos” cada vez diferentes (“código” es el término que utiliza el artista para referirse a los fragmentos que genera su fragmentación), y que incitan al observador a detenerse ante el cuadro, a corta distancia, y luego alejarse de él y volver a acercarse para descubrir nuevas vistas, nuevos puntos de vista, conjuntos que se revelan poco a poco, posibilidades inexploradas que de repente se revelan en torbellinos fantasmagóricos de signos fracturados que se separan, se persiguen, se reúnen y se vuelven a dividir.
Si nos acercáramos al cuadro casi hasta tocarlo, apreciaríamos sin duda el rigor de la pincelada de Linardi, aplicada con rapidez y, al mismo tiempo, con precisión, según unas pautas visuales bien definidas dentro de las cuales comienza la descodificación que conduce al observador de vuelta al tema del que partió el artista. La realidad nunca se evapora del todo, sino que se desmorona en miríadas de fragmentos coloreados: es, en palabras del artista, el caos de nuestras vidas que se revela ante nuestros ojos. En toda su violenta alegría, podríamos añadir: porque el hombre quizá no se da cuenta del mal que puede infligir al mundo que le rodea. Linardi diría que “lo destruimos alegremente”. Y la claridad con la que se presentan estas visiones simboliza su actualidad, el carácter urgente de las reflexiones de Linardi: casi parece como si las viéramos en pantallas de cristal líquido. Para conseguir este efecto, el artista somete sus obras a un riguroso proceso que implica la adición de varias capas de acetato sobre la superficie pictórica, que culmina con un recubrimiento final de resina que confiere a las pinturas claridad y brillo, realzando la nitidez de los colores.
Giuseppe Linardi, Descodificación (2017) |
Giuseppe Linardi, Descodificación (2017) |
Giuseppe Linardi, Descodificación (2017) |
La naturaleza y el medio ambiente, los temas favoritos de los cuadros de Giuseppe Linardi, son siempre el punto de partida (pero también el punto de llegada). Así, en sus composiciones abundan los girasoles, las hormigas, pero también las cebras y las flores tropicales: el colorido componente exótico, que fascina a Linardi desde sus tiempos de hiperrealista, es probablemente un signo de launiversalidad del mensaje que implican sus obras. Los “códigos” adoptan a veces el aspecto de píxeles cubiformes, otras el de gotas que resbalan de la superficie del cuadro y casi parecen desbordarse para sugerir al observador que la composición no se agota dentro de los límites físicos impuestos por el soporte (Linardi denota también un marcado sentido del espacio y de la profundidad, que incluso en las obras más abstractas acentúa ciertas deudas del artista con la tradición más estricta), a menudo las de astillas que cortan el cuadro en diagonal y sugieren una fuerte sensación de movimiento que atrapa al espectador en lo más profundo de la obra.
El caos, sin embargo, no cierra ninguna eventualidad. Los fragmentos también pueden convertirse en materia primordial dotada de gran fuerza generativa: también se vislumbran amplios espacios de positividad en las obras de Giuseppe Linardi. Las angustias no se ocultan, por supuesto: pero no hay ningún signo de opresión en las descodificaciones. El arte de Giuseppe Linardi está cargado con todas las perturbaciones que el presente en el que vivimos trae necesariamente consigo: sin embargo, nunca pierde su refinada ligereza. Y quizá también por eso sus obras ejercen una fascinación tan intensa sobre el observador.
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