Si tuviéramos que elaborar una clasificación de las firmas de artista más extrañas, la del pintor de Piacenza Felice Boselli (1650 - 1732) estaría sin duda a la cabeza de la lista. Una presencia constante y casi omnipresente en los cuadros de Boselli es el gato: lo encontramos merodeando entre cestas de fruta, lo vemos cuando intenta agarrar un pescado o cuando se afana en degustar un trozo de carne que ya ha avistado. En latín, el término utilizado para describir al gato es felis: una palabra que recuerda el nombre, también en latín, de Felice Boselli, Félix. Por ello, muchos estudiosos se han inclinado a interpretar la presencia del gato en los cuadros de Felice Boselli como una especie de firma: no tenemos pruebas que lo confirmen con certeza, pero es muy probable que la razón de esta pasión desmesurada por los pequeños felinos deba ser precisamente la conexión entre el nombre latino del gato y el del pintor.
Felice Boselli, Bodegón con peces, detalle (c. 1720; Piacenza, Musei Civici di Palazzo Farnese, Pinacoteca) |
Gatos que, entre otras cosas, dan vida (creando un extraño... contraste de términos) al género del bodegón, el que Felice Boselli practicó con más frecuencia a lo largo de su carrera: esta peculiaridad le convirtió casi en un Frans Snyders emiliano porque, como observó el historiador del arte de Piacenza Ferdinando Arisi en varios ensayos dedicados al artista, la pintura de Boselli, como la de Snyders, introduce elementos de “acción” en la naturaleza muerta. Así, si en Snyders teníamos personajes que llevaban cestas de fruta, perros que olfateaban la comida o monos traviesos que la robaban, en Boselli tenemos una multitud de gatitos (pero también otros animales, como veremos enseguida) visiblemente atraídos por la caza, el pescado y, en general, por bocados fáciles de arrebatar a personas distraídas que han dejado su comida a merced de los gatos.
Y, por supuesto, el gato tampoco falta en elautorretrato del artista: la Galleria Nazionale de Parma conserva uno en el que el pintor, ya anciano, de unos setenta años (el cuadro se ha fechado hacia 1720, cuando sus colores se volvieron más oscuros y su empaste más tosco), se retrata a sí mismo mientras dirige su mirada, con cierto orgullo, hacia nosotros, los observadores, sin dejar de mojar el pincel en la paleta que sostiene en la mano izquierda. Detrás de él, un bodegón, símbolo del género que, como se anticipaba, predomina en la producción de Felice Boselli. Y, por detrás, asoma el gato de siempre, apoyando sus patas en el hombro derecho del pintor, mirando al frente con curiosidad. Todo ello realizado con el empaste denso y corpulento típico del estilo modesto y no demasiado pulido del artista, para una pintura de sabor popular, pero que no impidió a Boselli crear interesantes obras de arte y, sobre todo, trabajar para las familias aristocráticas más importantes de su zona, como los Sanvitale di Fontanellato o los Meli Lupi di Soragna.
Felice Boselli, Autorretrato (c. 1720; Parma, Galleria Nazionale) |
Y para responder mejor a los gustos y expectativas de sus mecenas, los cuadros de Felice Boselli están poblados no pocas veces no sólo de gatos, sino también de otros animales que adquieren valores alegóricos: es decir, hacen referencia a virtudes que pretendían recordar las cualidades de la persona que había encargado el cuadro, o constituyen invitaciones para el observador, o incluso se convierten en una especie de deseo y buen augurio. También en la Galleria Nazionale di Parma encontramos dos cuadros, probablemente ejecutados en la década de 1790, de los que se desprende claramente este aspecto. Desconocemos la procedencia exacta de los dos lienzos, que, dadas sus dimensiones similares, podrían ser uno colgante del otro. El hecho de que representen esencialmente productos de la tierra, típicos de la llanura emiliana, sin elementos especialmente lujosos, y bien ambientados en un contexto rústico, podría sugerir que fueron realizados para un terrateniente, paisano del pintor. Dados sus temas, se trata con toda probabilidad de cuadros destinados a los comedores de las casas de campo.
En el primer cuadro, que representa una despensa llena de caza, además del habitual gatito que vemos aquí devorando vorazmente un cuarto de cerdo, encontramos, en la escalinata de la despensa, una paloma que lleva en el pico una espiga de trigo, y a su lado, junto a una cesta, un conejillo de Indias mordisqueando unas hojas. La paloma que lleva una espiga de trigo es un motivo que se repite con frecuencia en la historia del arte; es un símbolo de origen cristiano y constituye una referencia alegórica a la paz (la paloma) que trae la fertilidad (el trigo), mientras que el conejillo de Indias sería un emblema de la fecundidad: lo que pinta Felice Boselli es, en definitiva, un deseo de que las tierras de su patrón, tierras de las que vemos un pequeño atisbo más allá de uno de los arcos de la despensa que servía para ventilar el local, sean siempre prósperas y productivas. Y, en efecto, un deseo implícito de prosperidad puede leerse también en laabundancia de la despensa.
Felice Boselli, Despensa con caza, punta de queso, limones, gato, paloma y cobaya (c. 1690; Parma, Galleria Nazionale) |
El otro cuadro representa productos del campo (setas, verduras, aves de corral, una liebre y una cabeza de ternero, aceite), y muestra, como de costumbre, la presencia del gato, aquí representado mordisqueando una cabeza de ternero, pero también la de un búho posado en una rama, en posición dominante y bien visible (es el elemento más alto de toda la composición), mirando fijamente al observador. Esta presencia debe leerse en clave simbólica, y podría sugerir, dados los vínculos del búho con la literatura antigua, que la obra fue creada para un cliente con un cierto trasfondo humanista: el pequeño pájaro es un animal querido por la diosa Minerva, conocida como la “glaucópida” (u “ojo de búho”, ya que se creía que sus ojos se parecían a los de un ave de presa), y como Minerva es la diosa de la sabiduría, el búho se convierte también en una metáfora de la sabiduría. Si, por tanto, se coloca junto a la comida, como en el caso del cuadro de Felice Boselli, asume la invitación a consumir alimentos, precisamente, con sabiduría, es decir, con moderación, sin exageraciones: y la moderación es un rasgo distintivo del caballero, que en sus modales destaca y se eleva por encima de la grosería y la vulgaridad. Junto a la lechuza, un pájaro carpintero verde representado de forma muy natural: ave común en el valle del Po, el pájaro carpintero es también un ave vinculada a la mitología, ya que era un animal consagrado al dios Marte, y es un ave de buen augurio.
Felice Boselli, Alacena con verduras, setas, caza, cabeza de ternera y lechuza (c. 1690; Parma, Galleria Nazionale) |
Felice Boselli fue, pues, un pintor “provinciano”, muy apegado a su tierra, hasta el punto de introducir en su arte el amor que sentía por los paisajes y los productos de su zona. Fue un pintor de campo que supo ofrecer en sus cuadros pasajes, aunque implícitos, de la vida rural de su región emiliana en el cambio de los siglos XVII y XVIII, hechos evidentes y casi palpables también por la fuerte densidad de los colores que utilizaba. El suyo es un arte no especialmente innovador ni excesivamente refinado, pero que encierra significados y connotaciones cultas, incluso en las composiciones más marcadamente matéricas. Un arte sencillo, lejos de la elegancia, pero que comunica bien la fuerza y la laboriosidad de los campesinos que siempre han trabajado para recoger los frutos de una tierra fértil y generosa, que se han convertido en los protagonistas absolutos de los lienzos del pintor de Piacenza.
Todos los gatos de Felice Boselli en las obras mencionadas en el artículo |
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