La Gioconda de Leonardo da Vinci es una de las obras maestras más famosas de la historia del arte, pero pocos conocen su controvertida y turbulenta historia. En 1911, de hecho, el famoso panel fue robado del Louvre de París, desencadenando un auténtico caso internacional. El robo se resolvió dos años después, cuando el ladrón, Vincenzo Peruggia, fue detenido en Florencia cuando intentaba vender el cuadro a un anticuario.
Dada la situación amistosa entre Italia y Francia, se decidió exponer la Gioconda en las Galerías Uffizi de Florencia, la Galleria Borghese de Roma y la Pinacoteca di Brera de Milán.
En la ciudad de Milán, el público pudo admirar la Gioconda en la Pinacoteca di Brera, en una instalación comisariada por Ettore Modigliani, superintendente del museo milanés en aquella época. La Gioconda se colocó en la Sala IV, en un gran panel, en compañía de varias obras de alumnos y seguidores de Leonardo, despertando mucha curiosidad en la población milanesa. A la izquierda de la Gioconda se colocaron la Virgen del Árbol de Cesare da Sesto y la Virgen con el Niño de Francesco Napoletano (Francesco Galli), mientras que a la derecha se expusieron la Virgen con el Niño y el Corderito del “Ferrando español” (Fernando Yañez o Ferrando Llanos) y el dibujo de la Cabeza de Cristo con piedras de colores realizado por un artista lombardo como ejercicio de copia del rostro de Cristo de la Última Cena de Leonardo da Vinci.
La Gioconda sólo se expuso en la Pinacoteca di Brera durante dos días, el 29 y el 30 de diciembre de 1913, pero la afluencia de visitantes fue increíble. El primer día se compraron hasta dieciocho mil entradas, mientras que por la tarde, con entrada gratuita, sesenta y cinco mil visitantes pasaron por la entrada de la Pinacoteca para admirar el famoso retrato que al día siguiente partiría de regreso a Francia. El balance de la mañana del segundo día fue igualmente positivo, pero por la tarde el cuadro partió hacia París en tren, donde lo esperaban en el Salón Carré del Louvre el Presidente de la República Raymond Poincaré y todo el gobierno francés ante el entusiasmo colectivo.
La exposición milanesa de la Gioconda fue un momento único en la historia del arte y la cultura, que vio a la famosa tabla como protagonista de una hazaña que unió a dos naciones en un entusiasmo común. Aún hoy, la Gioconda sigue siendo uno de los cuadros más admirados y estudiados del mundo, un símbolo universal del arte que continúa fascinando a públicos de todas las edades y procedencias.
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