Claudia del Bufalo, pintora del siglo XVII de la que sólo conocemos un cuadro


Claudia del Búfalo es una misteriosa pintora noble que vivió entre los siglos XVI y XVII: sólo conocemos un cuadro suyo, el retrato de su hermana Faustina. Pero es una figura aún por descubrir y estudiar.

Entre las novedades más interesantes que presenta la reciente exposición Le Signore dell ’Arte (en Milán, Palazzo Reale, del 2 de marzo al 22 de agosto de 2021) figura el estudio pionero, aunque incompleto, sobre Claudia del B ufalo (activa en Roma a finales del siglo XVI y principios del XVII), pintora de noble cuna, perteneciente a la familia romana Del Bufalo, que alcanzó la cima de su prestigio entre los siglos XVI y XVII. Originarios de Pistoia y establecidos en Roma a finales del siglo XV, consiguieron labrarse un importante papel en la Roma papal hasta el punto de que uno de sus miembros, Inocencio (Roma, 1565/1566 - 1610) fue nombrado cardenal (esto ocurrió en 1604 bajo el papado de Clemente VIII: antes, en 1601, Inocencio había sido obispo de Camerino, y ese mismo año había sido nombrado nuncio apostólico en Francia).

El nombre de Claudia del Búfalo no es nuevo en la historia del arte: Ya en 2008, la historiadora del arte Patrizia Cavazzini la mencionó como parte de un grupo de mujeres que probaron suerte en la pintura, y al igual que otras nobles como Sofonisba Anguissola, Lucrezia Quistelli y Caterina Cantoni, Claudia del Bufalo también formó parte del grupo de mujeres de cuna ilustre que se dedicaron a la pintura por placer (un grupo que pudo ser incluso mayor de lo que imaginamos). Sin embargo, sólo se conoce un cuadro de Claudia del Búfalo: el Retrato de Faustina del Búfalo, su hermana. Es una obra de 1604 y hoy es propiedad de Darío del Búfalo (la historia reciente del cuadro registra una venta en Finarte el 5 de octubre de 1999 por algo más de 21.000 dólares). Es curioso observar que en el pasado este lienzo se atribuyó a un hombre, debido a un error en la lectura de la firma que figura en la base de la columna, recogido posteriormente en el inventario de 1650 de Villa Borghese, donde se encontraba la obra: en el registro, compilado por Giacomo Manilli, el nombre de Claudia figura en realidad en masculino (“La de Faustina del Bufalo”, reza el inventario, “está hecha por Claudio del Bufalo”). Un error que ha afectado a los estudiosos: en un artículo publicado en el Bollettino d’Arte en 1964, incluso la estudiosa Paola Della Pergola se equivocó, hablando de “Claudio del Bufalo”.

Claudia del Búfalo, Retrato de Faustina del Búfalo (1604; óleo sobre lienzo, 105 x 88 cm; Roma, Colección Darío del Búfalo, inv. P127)
Claudia del Bufalo, Retrato de Faustina del Bufalo (1604; óleo sobre lienzo, 105 x 88 cm; Roma, Colección Dario del Bufalo, inv. P127)
Claudia del Bufalo, Retrato de Faustina del Bufalo, detalle de la firma y la carta
Claudia del Bufalo, Retrato de Faustina del Bufalo, detalle de la firma y de la letra

Faustina del Bufalo, en el retrato, aparece de pie delante de una columna en cuya base se distingue la firma de la autora y la fecha de ejecución. Vestida con una suntuosa túnica de brocado ricamente decorada, Faustina luce numerosos accesorios que en aquella época sólo estaban al alcance de las mujeres de familias más adineradas: la diadema con la gema engastada en la lúnula (el amuleto en forma de media luna que en la antigua Roma llevaban con fines apotropaicos las niñas y las jóvenes hasta que se casaban), colocada en la parte superior de la cabeza, y de nuevo el collar de perlas de doble aro y cadena de oro, el brazalete también de oro, perlas y gemas (rubíes y esmeraldas), llevados tanto en la mano derecha como en la izquierda. Con la mano izquierda, la joven sostiene entre el índice y el pulgar un curioso colgante en forma de cabeza de búfalo, referencia heráldica a su familia. Faustina es retratada con realismo por su hermana, que no ofrece al espectador un retrato idealizado, sino naturalista, demostrando que era una pintora actual y moderna. Que, además, Claudia era hermana de Faustina lo sabemos con certeza por la dedicatoria de la carta que vemos cerca de su manga derecha: “A mi querida hermana / La Sig:ra Faustina Dl / bufalo / Roma”.

Observando las joyas, podemos estar seguros de que Faustina estaba a punto de casarse. El detalle más revelador es el colgante en forma de lúnula que adorna la diadema y que, colocado así sobre la cabeza (en lugar de alrededor del cuello como lo llevaban las antiguas mujeres romanas), es un recurso para evocar la imagen de la diosa Diana, una divinidad casta: una referencia más, por tanto, a la pureza de la joven representada. Un símbolo bien conocido de la castidad es también la perla: En el Speculum lapidum de Camillo Leonardi, el tratado de gemología publicado en latín en Venecia en 1502, la perla se define como “prima inter gemma candidas” (la primera de las gemas cándidas) y se creía que era “ex coelesti rore genita in quibusdam conchis marinis ut ab auctoribus habetur”, es decir, “generada en las conchas por el rocío celestial, como aprendemos de los autores” (Plinio es el autor que Leonardi tenía en mente: el nacimiento de la perla por fecundación celeste era, pues, la razón por la que se asociaba a la castidad). Los rubíes, por su color rojo, son símbolo de amor y caridad, mientras que la esmeralda, además de ser una piedra querida por la diosa Venus, se consideraba un símbolo más de castidad. A continuación, llama la atención cómo la mano izquierda no lleva anillo de casada, pero sin embargo está envuelta en algunas vueltas de la cadena de oro, señal de que Faustina tenía lazos sentimentales o, en cualquier caso, estaba prometida. Por último, la mano derecha descansa sobre un pañuelo blanco, un objeto que podría haber sido un regalo de compromiso y, por tanto, una alusión más al estatus de la mujer (el blanco es entonces, de nuevo, un símbolo de su pureza). En los siglos XVI y XVII, la castidad, la fecundidad y la generosidad, virtudes fundamentales de una joven patricia“, escribe la estudiosa Silvia Malaguzzi, ”se subrayan a menudo con accesorios y joyas, sobre todo en los retratos destinados a documentar los rasgos de la amada ante su prometido“. La dedicatoria de la pintora a su hermana parece indicar a ésta y no a otros como destinataria del retrato y, sin embargo, el collar y la cadena de perlas, probablemente añadidos en fecha posterior, parecen sugerir un hipotético destino matrimonial de la obra al menos en una fase posterior”.

Una vez aclarada la iconografía y la función del retrato, ¿qué es posible saber de su autor? Silvia Malaguzzi, con motivo de la exposición Le Signore dell’Arte, ha reunido la información de que disponemos hasta ahora, aunque espera que en un futuro próximo se arroje más luz sobre Claudia del Bufalo. Según las memorias familiares, Claudia pudo ser hija de Quinzio del Bufalo, hermano menor del Inocencio mencionado al principio, y esposo de Cassandra di Lorenzo Strozzi: tras la muerte de ésta, Quinzio siguió a su hermano mayor en la carrera eclesiástica, pero no llegó a seguir sus pasos. Del matrimonio entre Quinzio y Cassandra están documentados cinco hijos, a saber, Innocenzo, Silvia, Virginia, Dianora y Ottavio Giacinto, pero en los documentos no aparece ninguna Claudia ni ninguna Faustina. Las hipótesis, explica Malaguzzi, “pueden ser varias: o bien las dos hermanas, como era costumbre entre los literatos de la época, habían adoptado seudónimos cuidadosamente elegidos entre los nombres propios de origen romano; o bien, Claudia y Faustina pertenecían a otra rama de la familia, aún por identificar”.

Lo que es seguro es que Claudia debía de ser una mujer de gran cultura. Entre tanto, conocía el significado de las gemas que lleva Faustina en el retrato, lo que sugiere que Claudia debía de estar familiarizada con tratados modernos y autores antiguos, o en cualquier caso debía de estar en contacto con algún erudito que debió de explicarle el significado de tales ornamentos. En cualquier caso, es seguro que frecuentaba círculos intelectuales de alto nivel. No sólo eso: la forma en que Claudia representa la preposición “del” delante de “Bufalo” en la firma de la columna (un entrelazado de números romanos) que tiene un precedente en elAutorretrato de Sofonisba Anguissola de 1556 en el Museo de Bellas Artes de Boston, explica Malaguzzi, nos da “una clara indicación de sus habilidades anticuarias, así como de los intereses del medio en el que trabajaba”. La elección de la letra podría implicar, en efecto, el conocimiento de un tratado de caligrafía En el que enseña a escribir toda clase de letras, Antiguas y Modernas, de todas las naciones, con sus reglas, medidas y ejemplos, de Giovan Battista Palatino, publicado en Roma en 1545. De nuevo, cabe recordar aquí cómo, en una colección de sonetos a la muerte de René de Rieux (noble francés que se ahogó en 1609 en el Tíber de Roma en un intento de salvar a uno de sus pajes), publicada para acompañar la oración fúnebre del teólogo Jacques Seguier, aparecen también dos letras “de la signora Claudia del Bufalo” que recuerdan el luctuoso suceso y celebran las virtudes del marqués.

Sin embargo, el retrato de Faustina podría no ser el único cuadro existente de Claudia del Búfalo. En un inventario de noviembre de 1610 de las habitaciones del Palazzo di Monte Savello, residencia de la familia Savelli (el inventario fue publicado en 1985 por Luigi Spezzaferro en Ricerche d’arte), se mencionan un “gran cuadro de Claudia del bufalo, que representa a los hombrecillos de la casa Savelli” y “una andrómeda atada a la roca por Claudia del bufalo con marco negro”. En resumen: quizá nuevas investigaciones revelen más noticias (¡y más obras!) de esta artista de la que hasta ahora se sabe muy poco.


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