Se ha escrito de todo sobre Andy Warhol (1928 - 1987) pero, a pesar de ello, aún quedan muchos interrogantes sobre muchos aspectos de su arte. Hay una, en particular, que divide a los estudiosos que se ocupan de su obra: ¿fue Andy Warhol un crítico desencantado y desilusionado del sistema y de la sociedad de consumo, o se encontraba perfectamente a gusto en el sistema y su arte pop es, por tanto, una especie de glorificación del consumismo? Responder a esta pregunta no es fácil, por lo que podemos empezar con una declaración del artista. Su libro The Philosophy of Andy Warhol (From A to B & Back Again), publicado en 1975, contiene un singular elogio de la Coca-Cola, que el artista celebraba en estos términos: “Si hay algo grande en Estados Unidos, es que aquí comenzó la tradición por la que los consumidores más ricos compran esencialmente las mismas cosas que los más pobres. Ves la televisión y ves Coca-Cola, y sabes que el Presidente bebe Coca-Cola, Liz Taylor bebe Coca-Cola, y puedes pensar que tú también bebes Coca-Cola. Una Coca-Cola es una Coca-Cola, y no hay cantidad de dinero que pueda garantizarte que beberás una Coca-Cola mejor que la que bebe un vagabundo en una esquina. Todas las Coca-Colas son iguales y todas las Coca-Colas son buenas. Liz Taylor lo sabe, el Presidente lo sabe, el vagabundo lo sabe, y tú también”.
Andy Warhol, Green Coca-Cola Bottles; 1962; Nueva York, Whitney Museum of American Art. |
El mensaje parece, pues, positivo: la verdadera democracia encontraría su plenitud en la sociedad de consumo, que igualaría a todos ante las características de los productos más populares. Los productos más familiares, más mundanos, más cotidianos, que todo el mundo puede obtener, se convierten así en la especificación más conocida del arte de Andy Warhol: todos tenemos en mente imágenes de la misma botella de Coca-Cola o de la misma sopa Campbell. Andy Warhol quería llamar la atención de los observadores precisamente sobre estos objetos, tan ordinarios y banales que incluso causaban revuelo. Pero precisamente en virtud de su elevación a la categoría de obra de arte, el objeto ordinario adquiere una fuerte carga simbólica, y es sobre esta carga simbólica sobre la que hay que reflexionar. Marcel Duchamp también lo dijo: “si tomas la lata de sopa Campbell y la repites cincuenta veces, lo que te interesa no es la imagen visual. Lo que te interesa es el concepto que te ha llevado a poner cincuenta latas de sopa Campbell en el lienzo”.
En un análisis superficial, la representación artística de los objetos cotidianos en el arte de Andy Warhol parecería la consecuencia natural de su elevación a símbolo de la aparente democracia que han instaurado. Pero para encuadrar mejor el concepto (por utilizar el mismo término que Duchamp) que llevó a Andy Warhol a representar la misma imagen docenas de veces, y para observar la obra de Warhol con mayor profundidad, es necesario examinar una declaración muy significativa que el artista hizo durante una entrevista para la revista Art News en 1963. El entrevistador, Gene Swanson, le preguntó por qué había empezado a representar latas de sopa en sus obras. Esta fue la respuesta de Warhol: “Porque solía consumirla. Solía comer lo mismo todos los días, durante veinte años, lo mismo una y otra vez. Alguien me dijo que mi vida me dominaba, y me gustó esa idea”. El hábito de consumir los mismos productos durante días y años es característico de la sociedad capitalista, y para Warhol este hábito se había vuelto tan repetitivo que llegó a dominarle: al fin y al cabo, sabemos que Warhol estaba plenamente integrado en la sociedad de consumo que representaba en el lienzo. Un crítico de arte estadounidense, Hal Foster, ha sugerido que su integración en la sociedad de consumo fue casi una especie de reacción: en la frase “mi vida me dominaba, y me gustaba esa idea” está implícita, según el crítico, la consideración de que si uno no puede dominar un sistema desde fuera, es necesario integrarse en ese sistema, y así criticarlo desde dentro. Esta es también la razón por la que la obra de Andy Warhol nos parece tan fuertemente ambigua: porque es difícil distinguir la borrosa frontera entre conformismo y crítica.
Andy Warhol, latas de sopa Campbell; 1962; Nueva York, Museo de Arte Moderno |
Andy Warhol, Gran lata de sopa Campbell rota (“Big torn Campbell’s soup can”); 1962; Pittsburgh, The Andy Warhol Museum |
En estas obras, podríamos leer el desencanto de un artista que ve el arte ahora totalmente sometido a las leyes del mercado y, por tanto, privado de su pureza intrínseca. Podríamos vislumbrar la paradoja por la que una lata de sopa abollada y con la etiqueta rota, y por tanto un objeto a eliminar según la lógica del comercio, se convierte por el contrario en la afirmación más evidente de la individualidad y la libertad dentro de un sistema basado en el conformismo. También podríamos interpretarlas como un intento de hacer un arte realmente popular, ya que un tema familiar para todo el mundo hace que la obra sea inmediatamente reconocible: Andy Warhol, después de todo, empezó trabajando como ilustrador para revistas de gran tirada, y nunca ocultó la idea de querer votar por un arte que realmente pudiera llegar a todo el mundo (y no es casualidad que el nombre que eligió para el estudio que abrió en 1962 fuera The Factory). Podríamos, en esencia, decir todo y lo contrario de todo sobre el arte de Andy Warhol, y aún así no podríamos llegar a una conclusión firme. ¿El objetivo último de su arte era llevarnos a discutir el significado mismo del arte en nuestro tiempo?
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