Recibimos y publicamos una carta abierta, firmada por la filósofa Nicla Vassallo y el crítico de arte Sabino Maria Fassà, del think tank “Ama Nutri Cresci”, con motivo del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, que como cada año se celebra el 25 de noviembre. La convicción de los dos autores es que el 25 de noviembre no sólo debe significar denunciar, sino proponer una visión del mundo al margen tanto de la cultura machista como de las modas y tendencias culturales veterofeministas: ser mujer, subrayan Vassallo y Fassà, “debe significar verse y quererse como ser humano más allá e independientemente de su género”. A continuación reproducimos el texto de la carta.
El 25 de noviembre es el día mundial contra la violencia hacia las mujeres. No todo el mundo sabe que la fecha fue elegida por Naciones Unidas para conmemorar el brutal asesinato de tres mujeres que defendieron hasta la muerte su libertad y su democracia. Fue el 25 de noviembre de 1960 cuando las tres hermanas Mirabal fueron apaleadas hasta la muerte por su valentía y resistencia contra el brutal régimen de Rafael Leónidas Trujillo, dictador de la República Dominicana de 1930 a 1961. El 25 de noviembre debe ser, por tanto, un día que celebre el valor y el papel activo de las mujeres en la sociedad y no tanto su (supuesta) debilidad y su condición de víctimas “indefensas” de la violencia machista.
Hoy asistimos a un crescendo de noticias que nos hacen percibir a las mujeres como víctimas "ejemplares" de una violencia que se ha convertido en parte integrante de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, la violencia contra las mujeres no es, por desgracia, un fenómeno contemporáneo, sino que existe desde hace milenios. Los medios de comunicación amplifican su eco. El movimiento #metoo, que ha implicado sobre todo a los ámbitos del arte y del espectáculo, ha levantado por fin el velo de la vergüenza de las víctimas, pero no creemos que pueda disminuir el fenómeno, cuyas raíces son muy profundas y capilares.
Además de la violencia “fuera del hogar”, la persistencia de casos e historias de violencia doméstica es preocupante y entristecedora. Es urgente preguntarse, en primer lugar, por qué tantas mujeres llegan al punto de ser asesinadas y no consiguen “escapar” antes de que sea demasiado tarde. Es difícil encontrar una respuesta única. Quizás ocurre porque muchas mujeres creen y sueñan con el “buen amor” de los cuentos de hadas con los que fueron educadas. Las mujeres muchas veces se ven y/o se representan a sí mismas como “pasivas” y necesitadas de ser salvadas. Para ser “salvadas”, algunas mujeres están incluso dispuestas a sufrir y soportar la violencia de quienes deberían simplemente amarlas. Otras creen que su amor “salvador” puede cambiar a la otra persona. El problema básico es que las mujeres a menudono se “aman” a sí mismas y no se dan cuenta de que pueden y deben salvarse: es un círculo vicioso del que difícilmente se puede salir.
Elprincipal culpable no es tanto la debilidad de los “machos”, sino una cultura que no los ve como seres humanos, sino que los etiqueta como "machos".Vivimos en una cultura que sigue siendo, o quizá vuelva a ser, machista. El pasado no ayuda, y además está lleno de teóricos de la inferioridad de la mujer: recordemos, por citar a uno, que Aristóteles sostenía que la mujer era pasiva, frente al hombre ’activo’. Viendo la televisión local de hoy y el lenguaje de tantos políticos, asistimos a una complacencia culpable y a un elogio de la violencia, a un guiño constante a los modelos macistas del pasado, para los que la violencia es la respuesta a la violencia. Así, en la mayoría de los casos, los modelos propuestos a las nuevas generaciones contemplan un vencedor violento, hiperviril, hipermusculado e hiperarmado. Nada o casi nada parece haber cambiado: el macho de la pistola ha sustituido al príncipe azul de la espada.
¿Puede, por tanto, una obra de arte, un artículo o una película convencer a una mujer para que se rebele contra semejante estereotipo y aleje de sí misma ese“amor” violento, que no es amor?
Evidentemente, no es una sola obra de arte, un solo movimiento o una sola victoria en un juicio lo que puede cambiar el mundo, sino que es el sistema sociocultural el que puede llegar hasta el tuétano machista de este Mundo . La combinación del coraje de las mujeres es la verdadera respuesta. Por lo tanto, que haya cada vez más mujeres artistas que hablen no sólo y no tanto de la violencia contra las mujeres, sino de su violenta visión del mundo. Su protagonismo, cuando sea independiente y “activo”, será un modelo y un ejemplo de “emancipación” para otras mujeres. Ser mujer el 25 de noviembre no debe significar sólo denunciar. Ser mujer debe significar proponer una visión propia del mundo al margen tanto de la cultura machista como de las modas y tendencias culturales veterofeministas. Ser mujer debe significar, fundamentalmente, verse y quererse como ser humano más allá e independientemente de su género.
Por ello, nos gustaría concluir esta reflexión nuestra deteniéndonos en un ejemplo positivo, una obra de arte titulada “Orfeo” de una artista que aborda el tema de la violencia ligada al amor de una forma original, fuerte y eficaz. “Orfeo” es la última escultura de la artista Giulia Manfredi, una joven y brillante escultora cuyas resinas ganaron el premio CRAMUM en 2017. En “Orfeo”, la resina atrapa, congela y convierte las delicadas flores de yuca en inmóviles e inmortales en su belleza. El tema del amor violento impregna esta obra y el mito de Orfeo, que narra el intento imposible del joven protagonista de devolver la vida a su amada Eurídice. Todos los protagonistas se ven envueltos en una claustrofóbica espiral de violencia: Perséfone, la esposa de Hades, ha sido raptada y llevada a vivir al inframundo junto a su captor; Eurídice muere mordida por una serpiente cuando huía de un amante no correspondido; el propio Orfeo es finalmente víctima de un crimen espantoso cuando, tras la muerte de su amada Eurídice, es despedazado por las Bacantes, culpables de haberse negado a participar con ellas en un rito orgiástico. Pero, como recuerda la artista Giulia Manfredi, “el final de la historia no es la muerte de los dos protagonistas, sino el amor -bueno- que va más allá de la muerte: la cabeza de Orfeo, arrojada al río Evros, sigue cantando su amor infinito por Eurídice”.
Toda la violencia que rodea a este mito no consigue romper finalmente el buen amor: lo que permanece y va más allá de la muerte es el valor de ser “humano” hasta el final. El resultado es un mensaje de esperanza: el amor puro y bueno puede vencer, siempre y cuando no nos adhiramos ni nos rindamos... ni siquiera a la violencia.
¡Ánimo!
Nicla Vassallo y Sabino Maria Frassà
En la foto: un detalle de Orfeo, la escultura de Giulia Manfredi
Violencia contra las mujeres, por un día mundial no sólo de denuncia sino también de propuesta. Una carta abierta |
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