Un mega ascensor panorámico apoyado en el Coliseo. ¿Ciencia ficción? No, posible efecto del Madia DDL


El decreto Madia prevé la inclusión del consentimiento por silencio en la concesión de autorizaciones sobre el medio ambiente, el paisaje, el patrimonio cultural y la salud de los ciudadanos. Este instituto es muy peligroso y ya ha provocado numerosas protestas.

Roma, finales de 2016. La junta dirigida por Ignazio Marino, abrumada por las enésimas secuelas de la investigación sobre la Mafia Capitale, cae estrepitosamente. En su lugar llega un alcalde renziano que, para relanzar (según él) la imagen global de la Ciudad Eterna, lanza un proyecto singular: construir un mega ascensor panorámico frente al Coliseo. Desde hace algunos meses, el credo de la política italiana se ha convertido en el de la rapidez de acción y ejecución: no hay tiempo para pararse a pensar, hay que hacerlo todo a toda prisa para no parar la máquina de la economía, de las reformas, del marketing, del relanzamiento. Así pues, el nuevo alcalde decide no escuchar en absoluto las sonoras protestas de prácticamente todo el mundo del patrimonio cultural y de las personas que se preocupan por la protección del patrimonio histórico y artístico, y procede inmediatamente a remitir la solicitud de autorización a la Superintendencia Especial para el Patrimonio Arqueológico de Roma. Sin embargo, debido a los enésimos recortes en el Ministerio de Cultura, el personal de la Superintendencia sufre una grave escasez de personal y, a pesar del revuelo causado por la iniciativa del alcalde, no encuentra tiempo para responder a la solicitud porque el escaso personal está todo concentrado en la lucha contra la degradación del patrimonio cultural de Roma, lo que alarga considerablemente los tiempos de la burocracia. Así pues, transcurren treinta días sin que la Superintendencia pueda responder al municipio y, en virtud de una ley aprobada en 2015, la solicitud se da por aprobada. El 21 de abril de 2017, aniversario de la fundación de Roma, el alcalde corta la cinta de las obras que dotarán al Coliseo de su nuevo y faraónico ascensor panorámico.

¿Ciencia ficción? Por ahora, afortunadamente, sí. Pero se dan las condiciones previas para que la historia antes contada pueda convertirse en una tremenda realidad. De hecho, el Senado está debatiendo actualmente el proyecto de ley de la administración pública, conocido como el proyecto Madia porque fue presentado por la ministra Marianna Madia (sí, es la misma de la que hablamos en relación con la enmienda discriminatoria que podría introducir la posibilidad de evaluar a un candidato en un concurso público en función de la universidad de la que proceda). El artículo 3 prevé la introducción del silencio de asentimiento entre administraciones en los casos en que se requiera la obtención de consentimientos, conciertos o nihil obstat para la adopción de medidas normativas o administrativas de competencia de las administraciones públicas: el plazo es de 30 días prorrogables por otros 30 si la administración que debe otorgar el asentimiento formula cambios en la solicitud. Es el apartado 2 el que lo especifica: “transcurrido el plazo a que se refiere el apartado 1 sin que se haya comunicado el asentimiento, el acuerdo o el nulla osta, se entenderá adquirido el mismo”. En resumen: si la administración que debe autorizar una solicitud no responde en plazo en 60 días (elevado a 90 por una enmienda aprobada en las últimas horas), se aplica el principio del asentimiento por silencio, y la autorización se concederá automáticamente. El apartado 3 nos permite saber cuáles son los ámbitos de aplicación: "lo dispuesto en el apartado 1 será también de aplicación a los supuestos en los que se requiera la obtención de consentimientos, conciertos o nulla osta, cualquiera que sea su denominación, de las administraciones competentes en materia de protección del medio ambiente, del paisaje-territorio, del patrimonio cultural y de la salud de los ciudadanos, para la adopción de medidas normativas y administrativas de competencia de las administraciones estatales o de otras administraciones públicas".



Foto restauro Colosseo
No te preocupes... esto es sólo la foto de la reciente restauración del Coliseo, publicada en Mo(n)stre

Está claro loextremadamente peligrosa que sería esta maniobra para la protección del medio ambiente, el paisaje, el patrimonio cultural e incluso la salud de los ciudadanos. Es una idea claramente berlusconiana que corre el riesgo de poner al país en manos de la cementificación más salvaje, la destrucción de costas y montañas, el desprecio de las restricciones paisajísticas y arquitectónicas, y la distorsión del patrimonio histórico y artístico. Según Legambiente, “el silenzio assenso sobre los bienes ambientales es una receta vieja y errónea para los problemas de tiempos de respuesta de la administración pública”: tan vieja y tan errónea que incluso el ministro de Patrimonio Cultural, Dario Franceschini, habría pedido su anulación. Ninguno de los iniciados, por supuesto, está a favor: según Raffaele Cantone, presidente de la Autoridad Anticorrupción, el silencio de consentimiento es una institución que “objetivamente asusta y debería utilizarse teniendo en cuenta sobre qué opera”. El Consiglio Superiore dei Beni Culturali (Consejo Superior de Bienes Culturales), reunido el 14 de julio, definió sin ambages el silencio de consentimiento como"un instrumento burdo y peligroso".

Todos comprendemos la necesidad que llevó al nacimiento de este monstruo: la necesidad de acortar la burocracia y agilizar el proceso de emisión de consentimientos y nulla osta. Pero si la pregunta es acertada, la respuesta es completamente errónea: no es posible dar luz verde potencial a los peores abusos contra el arte y el paisaje sólo para agilizar las relaciones entre administraciones. Como escribió con razón Giuliano Volpe, presidente del Consejo Superior de Bienes Culturales, al ministro Franceschini en una carta abierta el 30 de junio, “en un ámbito tan delicado como el de la protección y valorización del patrimonio cultural y paisajístico, es absolutamente necesaria una valoración técnica explícita por parte de las oficinas competentes, entre otras cosas por la evidente necesidad de responsabilizarlas de opciones tan importantes”. Entonces, ¿no era mejor pensar en soluciones diferentes para superar el problema de la lentitud de las relaciones con las administraciones públicas? ¿Quizás poniendo a pleno rendimiento las oficinas que sufren una escasez crónica de personal, invirtiendo así en la eficacia del servicio? O, si realmente no se quiere invertir, ¿prever al menos sanciones para las oficinas (y sus responsables) que no respondan en determinados plazos? Demasiado difícil: entonces sí que hay que desguazar también el medio ambiente, el paisaje y el arte. Con buena paz a los que todavía piensan que Italia es el país de la belleza, y que sus administradores quieren defenderla.


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