Recibimos una respuesta de Annie Cohen-Solal, comisaria de la exposición Picasso el extraño en Milán (Palazzo Reale, del 20 de septiembre de 2024 al 2 de febrero de 2025), a la reseña de Federico Giannini, y al mismo tiempo también un texto de una joven escritora, Ginevra Ventura, que pretende responder a nuestra directora sobre el tema de la identidad de Picasso. Encantados por la oportunidad de abrir un debate sobre un tema de gran actualidad, publicamos ambos textos con, al pie, una breve respuesta del director. ¡Feliz lectura!
Estimado Federico Giannini
Me gustaría responder a su largo y, por cierto, bien documentado artículo en la revista que ha creado. Me ha impresionado que haya leído todo el catálogo con mucha atención, y le agradezco mucho las referencias a ensayos de colegas e intelectuales internacionales. En particular, me gustaría destacar la atención que prestaste a la cuestión de la incomprensión de las Demoiselles d’Avignon (el ensayo de Jean-Hubert Martin sobre las mentiras de los museos franceses), la tesis de Dipesh Charabarty (y la idea de la ciudad de París como verdadera protagonista de la trayectoria de Picasso), sobre la idea de Emily Braun (hablando de los acróbatas “como no ciudadanos”) o el análisis de Peter Sahlins (sobre los “años de formación de Picasso en las fronteras de Cataluña”). Esto pone de manifiesto su interés por muchas perspectivas(estudios subalternos, historia de las instituciones, historia social, geografía, antropología), que renuevan el enfoque tradicional (y por tanto formal) de la obra de un artista mítico como Picasso. Me pareció que este tratamiento podía señalar una posición muy interesante sobre la exposición y abrir el camino a un debate original, rico y adaptado a la situación política italiana contemporánea.
¿Por qué el lector puede sentirse desorientado una vez terminada la lectura? Me parece, sin embargo, que usted ha preferido dejar a los lectores un poco perplejos al desvincular estos temas del planteamiento de la exposición y designarla como “una exposición que omite casi por completo cualquier análisis formal”. Exactamente, y éste es precisamente el reto de esta exposición: se trata, como el catálogo, de un enfoque interdisciplinario que intenta captar, con obras de arte y documentos históricos juntos, en su contexto, las interacciones entre un artista y su época. Así que me parece que hay algo un poco contradictorio en su argumento y me interesaría mucho discutirlo con usted.
Mientras tanto, he recibido un pequeño texto de una joven escritora, Ginevra Ventura, sobre la exposición que también reaccionaba a tu artículo y quería proponerle que lo publicara junto con el mío: ¿qué te parece? En mi opinión, sería una buena manera de reabrir el debate sobre Picasso en el contexto italiano contemporáneo.
Gracias de nuevo por su interés,
Annie Cohen-Solal
Reflexiones sobre el artículo Picasso también fue emigrante. Cómo es la exposición de Milán
El artículo en cuestión revela un agudo estudio de la historia de Picasso y de su producción artística, pero esta atención parece a veces traicionada por el poco cuidado prestado al análisis de la exposición, que tiende a carecer de lucidez crítica. En efecto, aunque hay referencias literarias y ensayísticas de rara precisión, faltan referencias precisas al comisariado de la exposición, desde la elección, por ejemplo, de comenzar el recorrido a oscuras y terminarlo en un ambiente luminoso hasta los estímulos sonoros iniciales, desorientadores y provocadores.
Partiendo de la conclusión extraída por el periodista, me gustaría señalar que afirma que la exposición del Palazzo Reale pretende separar la figura de Picasso de la cuestión de la identidad. Esto se debería, según Giannini, a la fluidez en la que el artista se ve inmerso a lo largo de su vida: eterno extranjero, apátrida, metamorfosis de sí mismo. Picasso, en efecto, no es retratado aquí según las líneas canónicas del padre del cubismo y del pintor del periodo azul o rosa, sino que es su rostro polifacético el que se pone en primer plano. Más máscaras, más matices, colorean la identidad de Picasso, una identidad que no encuentra una resolución definitiva porque es estructuralmente metamórfica. El punto que, en mi opinión, permanece oscuro en el artículo aquí comentado, pero que en cambio constituye la clave de bóveda del “problema Picasso”, es el siguiente: hablar de una identidad mutable y siempre ajena no es en absoluto negar la identidad. Al contrario, Picasso el Extranjero arroja nueva luz sobre el concepto de identidad, liberándolo de estrictas categorías sociopolíticas, y lo hace a través del testimonio concreto de la vida del autor.
La instalación invita al espectador a ponerse en la piel del extranjero a través de estratagemas curatoriales muy precisas (grabaciones sonoras en lengua extranjera, documentos de identidad en las paredes, denuncias políticas, alternancia de ambientes claros y oscuros, artefactos de todo tipo artístico) y sugiere así una idea diferente, más rica y compleja de la identidad, que pasa de predeterminada y sustancial a performativa, es decir, en devenir. De las salas del museo milanés sale el grito no del gran Picasso de Les demoiselles d’Avignon, sino el grito de un hombre que da forma a su propio yo accidente tras accidente, viaje tras viaje.
La reflexión sobre la práctica del sujeto de darse forma a sí mismo conduce también a una noción acuñada por el mismo erudito, Francesco Remotti, que el periodista cita engañosamente. Utiliza la noción de “mitificación” de la identidad para explicar la imagen que la exposición dibuja de Picasso. Sin embargo, yo propondría otra noción propuesta por el antropólogo italiano, mucho más adecuada a la figura ecléctica y subversiva del artista del siglo XX. El término al que me refiero es el de “moldeado”, al que en Primera lección de antropología Remotti se refiere como ese proceso de modelado plástico que el escultor lleva a cabo con el material dúctil de su arte. Esto es exactamente lo que Pablo hace consigo mismo y con sus artefactos: juega y experimenta con el espíritu cosmopolita, sin dejarse retener nunca por los grilletes de una categoría fija e impuesta, ya sea estética o política. En efecto, nunca es sólo español o francés o andaluz, ni sólo pintor o escultor o escenógrafo. Picassoconfigura -y no mitifica- su propia identidad, así como sus productos artísticos. De acuerdo con uno de sus últimos papeles, el de maestro ceramista, hace de su vida una obra plástica. En conclusión, se podría decir que el eterno desconocido da vida a las formas en el arte y en la vida da forma a su propia identidad.
Por último, como eterno extranjero, Picasso es el cuerpo vivo de la condición Queer, cuya etimología remite precisamente a “extraño, extranjero”. No es casualidad que la filosofía feminista, a la que Giannini parece hacer un guiño cuando acusa al artista de machista, ponga de relieve la interseccionalidad de la cuestión Queer, es decir, la necesidad de considerar los sujetos que entran en la jaula política del extraño desde varios ángulos, en primer lugar el inherente a la cuestión xenófoba. Hoy, en nuestro querido y seguro Occidente de 2024, no podemos dejar de sentirnos provocados por el sentimiento de extranjería que asalta a quienes se sitúan al margen de la política y la sociedad civil. La exposición comisariada por Annie Cohen-Solal plantea esta provocación, llamándonos a responsabilizarnos de nuestra conciencia de ciudadanos del mundo, sin detenernos en el debatido machismo de Picasso. El foco de la exposición, de hecho, no está en la biografía del autor -en cuyo caso sería pertinente subrayar el lado misógino-, sino en la posibilidad de lanzar un desafío a nosotros, contemporáneos, utilizando como catalizador las obras de un artista que, más que muchos otros, soportó las heridas, a la vez dramáticas y risueñas, de la extranjería.
Y así, Picasso el extranjero pasa, en última instancia, de ser una simple exposición sobre un artista revolucionario a un manifiesto revolucionario de propuesta interdisciplinar, que lanza una lanza contra la xenofobia imperante y rompe las imposiciones sociopolíticas en favor de una identidad plástica, performativa y desafiante. Esa identidad encuentra su cuerpo en Pablo Picasso, un artista con el que todavía estamos obligados a comprometernos.
Ginevra Ventura
Respuesta de Federico Giannini
Me alegro de que mi crítica haya suscitado un debate. En respuesta a Annie Cohen-Solal, a quien agradezco sinceramente su apreciación de mi escrito, no me parece contradictorio haber señalado (lo admito, con un pequeño deje de decepción, como periodista de arte que tiende a ser formalista) que la exposición descuida deliberadamente el análisis de las obras y, por el contrario, haber alabado los objetivos del proyecto: Creo, trivializando, que incluso en las elecciones formales de un artista anidan su experiencia, el contexto en el que ha trabajado, las vivencias que ha acumulado. Para responder en cambio a Ginevra Ventura, le agradezco que haya querido compartir con nuestro público su idea sobre el tema de la identidad de Picasso y no tengo intención de discutirla (creo que ya he dicho lo que tenía que decir en la reseña). Sólo me permitiré un par de aclaraciones. Cuando hablé del machismo de Picasso, no había ningún guiño: era simplemente la repetición de un pensamiento de Searle, también ampliamente compartido. Por último, cuando hablo del riesgo de mitificación, no había ningún guiño engañoso: por supuesto que no quiero decir que Picasso tendiera a mitificarse a sí mismo, ni mucho menos que de la exposición se desprenda un cuadro mitificador (ni mucho menos). Lo que quería decir era lo contrario, a saber, que el esfuerzo por tratar de dar una identidad a Picasso, cualquiera que sea el adjetivo que se quiera asociar a este sustantivo y cualquiera que sea la idea que Picasso tenía de sí mismo, ya sea fluida o definida, corre el riesgo, en mi opinión, de desplazar el discurso de la esfera puramente histórica e histórico-artística a la esfera mitográfica, a la fabricación de pequeños Picassos personales según convenga. En otras palabras: ¿es realmente tan necesario intentar encontrar definiciones para Picasso o proyectar nuestras propias ideas sobre su figura? Este creo que es el problema. Gracias a los dos por hacernos reflexionar.
Federico Giannini
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