Sobre las supuestas faltas de los arqueólogos. Carta abierta a Mario Giordano


Una carta abierta a Mario Giordano, de Libero, que señalaría los hallazgos arqueológicos como una de las causas de la tragedia del tren en Apulia.

Estimado Dr. Giordano

al leer el artículo que ha firmado hoy para el periódico Libero(Tutta colpa degli archeologi), no he podido resistir la tentación de hacerme una pregunta: ¿cuáles son las cualidades que debe tener un buen periodista? Cada periodista tendrá su propia idea al respecto, pero me parecen interesantes los argumentos con los que el historiador y periodista británico Timothy Garton Ash responde a la pregunta en su reciente obra (salió hace apenas un par de meses para Yale University Press), Free Speech. Intento resumir las principales traduciendo del original: “intentar buscar la verdad, o al menos una parte importante de ella”, “analizar todas las fuentes posibles, incluidas las de difícil o peligroso acceso”, "comprobar los hechos y realizar evaluaciones explícitas de la calidad de las pruebas que los sustentan“ y, por último, ”intentar contar la historia, o describirla, mostrarla, explicarla y analizarla de la forma más clara y límpida posible, y asegurarse de que el contenido es accesible para un público que de otro modo no tendría forma de acceder a él“. Siempre teniendo en cuenta que, citando a Bill Kovach y Thomas Rosenstiel, ”la primera obligación del periodista es decir la verdad.

Es un trabajo de gran responsabilidad, estarán de acuerdo. Y me gustaría saber cómo se puede conciliar la búsqueda de la verdad, y con ella la responsabilidad que debe seguir, con el artículo que ha escrito hoy para las columnas de Libero. Me gustaría saberlo porque, se lo confieso muy humildemente, no he encontrado en este artículo ninguna de las cualidades enumeradas anteriormente. Al contrario: encontré una buena dosis de ese “cinismo periodístico” del que otro gran periodista, Ryszard Kapuściński, aconsejaba mantenerse bien alejado. La cultura en general y la arqueología en particular son temas increíblemente maltratados en nuestro país: podría contarles historias de jóvenes doctores que trabajan en excavaciones por las que reciben muy poco dinero, podría hablarles de sus colegas obligados a emigrar al extranjero por las pocas oportunidades que ofrece nuestro país, podría hablarles de las excavaciones que a menudo se paralizan por falta de personal (el Ministerio de Cultura sufre una grave falta de personal: en 2014 tenía poco más de dieciocho mil empleados, frente a los 25.050 de 1997). Pero baste decir que la categoría no va nada bien. Que te culpen de una tragedia que causó la muerte de tantas personas, aunque sea con un propósito provocador (que imagino que era tu intención: dudo mucho que un periodista de tu experiencia encuentre realmente en los arqueólogos un chivo expiatorio), es realmente ofensivo, es un insulto a una categoría, en su inmensa mayoría, formada por personas que trabajan con seriedad, conciencia y profesionalidad. Imagínense cómo se habrán sentido los arqueólogos al verse vapuleados en portada de esta manera, y al leer que ustedes querían reconocer en los hallazgos “una de las razones por las que 23 cristianos fueron condenados a muerte”, entre otras cosas con un énfasis totalmente fuera de lugar y con una expresión como “condenados a muerte” totalmente inapropiada.

Aunque debo recordar que los verdaderos culpables de la catástrofe ferroviaria serán identificados por los organismos competentes, me siento sin embargo obligado a excluir categóricamente que parte de la culpa recaiga sobre un profesional, el Dr. Michele Sicolo, que se limitó a hacer su trabajo exactamente como debía hacerlo, es decir, redactando un documento, el estudio de impacto arqueológico, en el que se enumeraban las interferencias arqueológicas, es decir, los hallazgos a los que habría tenido que hacer frente la construcción del desdoblamiento de la vía en el tramo afectado por el accidente. Documentos de este tipo son firmados por los arqueólogos cada vez que se proyectan obras en zonas afectadas, precisamente, por hallazgos: ¿no es, por tanto, una locura que se pueda escribir (aunque probablemente con cínica e instrumental ironía) que “los familiares de las víctimas de la masacre del tren en Apulia” se opongan al “índice de persistencia geoarqueológica” y a los “guijarros”, “piedras” y “fragmentos de cerámica” encontrados a lo largo del trazado de la vía férrea? ¿Tiene sentido utilizar, en un artículo para un periódico dirigido a un público no especializado, el vocabulario científico del documento con el objetivo no demasiado velado de oponer las prácticas y los términos habituales del tema a la “modernización del sur”? ¿Tiene sentido burlarse de un informe técnico arremetiendo contra la jerga italiana utilizada en el documento, haciendo comparaciones inoportunas con los “informes Quark” de Piero Angela (ejemplo manifiestamente erróneo, por otra parte, dado que Quark es un programa popular destinado a un gran público: exactamente lo contrario de un documento técnico) y calificando de “abstrusos” los argumentos enumerados por el profesional en el documento? No te preocupes demasiado por el hecho de que, como afirmas en el artículo, ni tú ni quizá tu público hayáis entendido nada: es un asunto para especialistas, no me extraña.

Por supuesto, no espero que responda a las preguntas anteriores. Probablemente ni siquiera leerá esta carta abierta. Sin embargo, seguramente ya habrá echado un vistazo a la respuesta que las asociaciones de arqueólogos querían darle hace unas horas. Me gustaría decir que es un comunicado que demuestra la gran dignidad con la que la categoría está acostumbrada a trabajar. Una categoría “que trabaja en medio de mil dificultades para salvaguardar y valorizar el patrimonio cultural común” y que, por lo tanto, no puede soportar ningún intento de “chacalería periodística” que se perpetre “especulando con el dolor de las familias y de todos los italianos”. Un dolor al que me uno, junto con todo el personal de Finestre sull’Arte. Los análisis deben realizarse en frío, o al menos deben realizarse con respeto por todos, con lucidez, con argumentos válidos y sensatos, con claridad y con el objetivo de reconstruir la verdad. Desde luego, no deben basarse en despotricar contra la reputación de los demás, ni deben traer a profesionales que, simplemente, se limitan a hacer su trabajo.

Saludos cordiales,

Federico Giannini - Fundador de Finestre sull’Arte

La prima pagina di Libero il 14 luglio 2016


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