El sábado 19 de abril, Giuseppe De Tomaso, redactor jefe del diario La Gazzetta del Mezzogiorno (uno de los periódicos más importantes del sur de Italia), firmó un editorial sobre una de las medidas del decreto de la cuña fiscal del gobierno Renzi, concretamente la que debería suprimir la obligación de publicar en los periódicos impresos los anuncios de concursos y subastas de la administración pública, que en su lugar deberán publicarse en la web. El título del editorial es Presidente ci ripensi, con la stampa muore la libertà y puedes leerlo pinchando en este enlace.
No entramos en el fondo de las críticas a la medida del decreto: entendemos que los periódicos tendrán sus razones. Sin embargo, nos parece inaceptable que el director De Tomaso banalice el papel de la red con afirmaciones tan graves como éstas: “Internet es a la información como una estrella del porno a la virginidad” e “Internet es una cloaca, un vertedero, un desahogo de estados de ánimo y sentimientos en nombre de esa democracia directa que es la antesala del totalitarismo”. Para quienes, como nosotros en Finestre sull’Arte, hacen su trabajo en la red, y siempre lo han hecho con pasión, rigor y seriedad, estas frases equivalen a insultos y ofensas.
En primer lugar, porque lo meten todo en el mismo saco. Claro: en los medios tradicionales, la red sólo es noticia cuando se insulta a tal o cual político en las redes sociales o en determinados blogs, cuando se publican vídeos demenciales o cuando surge alguna historia de acoso que ha madurado en las redes sociales. Casi parece como si a la prensa generalista no le interesara hablar de lo bueno que hay en la red: para seguir en nuestro ámbito, basta pensar en la cantidad de blogs y proyectos que se dedican a acercar el arte al gran público. Es lógico que en Internet se pueda encontrar de todo: pero es totalmente superficial demonizar todo un medio sólo porque hay algún tonto que lo utiliza indebidamente. Tontos los hay en todas partes, no sólo en la red: razonando como De Tomaso, el concepto de “vertedero” y “desahogo” podría asignarse a cualquier medio. Y todo ello agravado por el hecho de que tales afirmaciones salen de la pluma de un periodista, una figura profesional que, precisamente por el trabajo que desempeña, no debería inclinarse a generalizar. Ni siquiera hablemos del término de comparación elegido: y sí, para muchos, la cultura de la red se limita casi exclusivamente a los sitios pornográficos, pero utilizar alusiones a la pornografía para reforzar un concepto negativo es una operación verdaderamente detestable (además de veladamente irrespetuosa con quienes trabajan en el sector de la pornografía).
Luego nos sentimos ofendidos porque De Tomaso pone en antítesis la web y la información: como si todo el trabajo de quienes trabajan en la web (y a menudo lo hacen mejor que quienes trabajan para la página impresa) no tuviera ningún valor. Nosotros, en Finestre sull’Arte, a nuestra pequeña manera (nuestros mil y pico visitantes diarios actuales no son nada comparados con los lectores de un gran periódico nacional, por no hablar de que el nuestro es un sitio que habla de un tema muy específico), nos esforzamos por ofrecer una información correcta, por divulgar la historia del arte recurriendo a los estudios tradicionales y a las investigaciones más actuales, intentando que todo sea fácilmente accesible para un público no especializado, y por ofrecer a quienes pasan por nuestra zona un servicio cómodo y eficaz. Y todo ello cuando podemos, ya que Finestre sull’ Arte no es nuestro trabajo: lo hacemos por pasión y sin darnos plazos regulares. En cambio, casi parece como si para De Tomaso toda esta actividad formara parte de un gran vertedero.
Nuestro público, el de la historia del arte, por otra parte, conoce las severas limitaciones de la impresión tradicional, especialmente en nuestro campo. En su A che cosa serve Michelangelo?, Tomaso Montanari ofrecía un interesante panorama de la forma en que los periódicos suelen hablar de historia del arte: lo hacen en términos de sensacionalismo, con periodistas que “han revelado una increíble vergüenza en el manejo de los conceptos elementales de esta materia tan arraigada en la identidad cultural italiana”, con atribuciones que “se consideran prácticas mágicas” y con las historias de grandes artistas traducidas en “anécdota deportiva de bar”. ¿Y qué decir de las reseñas de las exposiciones en los principales periódicos nacionales? Desafiamos a cualquiera a encontrar críticas rotundas, incluso de las operaciones de taquilla más descaradas: es casi imposible. Y ello por una sencilla razón, explicada por Montanari en su libro: “las críticas de exposiciones están escritas en su mayoría por personas que pertenecen al mismo pequeño mundo de universidades y superintendencias al que también pertenecen los propios comisarios de las exposiciones”.
Al fin y al cabo, hemos sido testigos de todas estas limitaciones cada vez que se han propuesto atribuciones precipitadas: y la tarea de aclarar y explicar al público por qué no se pueden justificar ciertas atribuciones altisonantes ha recaído siempre en las páginas web y los blogs del sector. Que han pasado a cubrir las lagunas del papel impreso. Y cada vez más gente utiliza la web en lugar de los periódicos para enterarse de lo que pasa en el mundo del arte: evidentemente, la web consigue garantizar la alta calidad, piensen lo que piensen sus detractores. Y el público no es tonto y se da cuenta de ello. Todo esto demuestra que la web no es en absoluto el montón de basura que parece al leer las palabras de De Tomaso: la realidad es mucho más compleja, y probablemente De Tomaso también lo sabe.
Por nuestra parte, sólo esperamos que en el futuro el editor De Tomaso, un periodista experimentado, sea capaz de hablar de la web de una manera más sagaz y profesional, y posiblemente sin ofender a los que trabajan en la web. Los periódicos tradicionales también tienen sus defectos: en lugar de atribuir todos los defectos del mundo a la web, es mejor que reflexionen sobre sus carencias, porque están lejos de ser perfectos. Y esperemos también que tarde o temprano esta labor de desprestigio de la web por parte de los medios tradicionales termine de una vez por todas: todos saldríamos ganando.
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