No sólo museos y exposiciones: se habla poco de ello, pero también para acceder a bibliotecas y archivos será obligatorio el pase verde a partir del viernes 6 de agosto. De hecho, el artículo 3 del Decreto Ley nº 105 de 23 de julio de 2021 (el que enumera las actividades sujetas a la obligación de certificado sanitario para los usuarios) impone la obligación para “museos, otros institutos y lugares de cultura y exposiciones”. Según el Código del Patrimonio Cultural, “otros institutos y lugares de cultura” incluye también los yacimientos arqueológicos, los monumentos y, por supuesto, las bibliotecas y los archivos.
El pase, como es sabido, se expedirá a vacunados, curados y personas que den negativo en un plazo de 48 horas. La normativa gubernamental creó de inmediato perplejidad en el sector: por ejemplo, ¿quién tendrá que comprobar el pase? ¿Servirá sólo para acudir a las salas de estudio o también para tomar prestados libros? ¿Servirá también para los trabajadores? Para aportar claridad, la AsociaciónItaliana de Bibliotecas (AIB) emitió el 30 de julio unas recomendaciones sobre la aplicación de la tarjeta sanitaria. Según la AIB (que, sin embargo, utiliza la fórmula “nos parece”), los operadores deberían limitarse a solicitar únicamente la exhibición del certificado, en versión digital o en papel, junto con un documento de identificación válido del usuario (según la AIB, incluso basta con el carné de la biblioteca o cualquier otro documento que identifique a los usuarios de la institución), sin adquirir una copia. Además, siempre según la AIB, los operadores no están obligados a comprobar la autenticidad del pase cada vez, sino sólo a realizar comprobaciones puntuales, o comprobaciones en profundidad en caso de duda.
La AIB también recomienda flexibilidad, sobre todo en los primeros meses, para “eliminar ciertas situaciones especiales y facilitar el acceso a los servicios de la biblioteca también a quienes no tienen que recibir la vacuna o aún no han podido recibirla debido a impedimentos objetivos, para quienes la carga de someterse a un frotis o a una prueba molecular para cada acceso a la biblioteca o a otros servicios sería insostenible”. En concreto, cuando habla de “flexibilidad”, la AIB se refiere a la idea de que, al igual que en las escuelas se debe volver a la enseñanza presencial, en el caso de las bibliotecas es fundamental que los niños y adolescentes menores de 12 años para los que no se recomienda la vacunación sigan teniendo garantizados sus servicios, y que los mismos criterios blandos se apliquen también con aquellos que no han podido recibir la vacuna por impedimentos objetivos. Es el caso, por ejemplo, de las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, de las personas con patologías particulares y de las personas, especialmente jóvenes, que aún están a la espera de recibir la vacuna, entre ellas muchos estudiantes.
En cuanto a una de las cuestiones más acuciantes (pases para todos los servicios, incluido el préstamo, o sólo para las salas de estudio), la AIB recuerda que hay que distinguir entre el acceso con estancias prolongadas en las salas de la biblioteca (por ejemplo, para lectura, consulta, referencia, programas específicos) y el acceso a servicios básicos como el préstamo, o la entrega de fotocopias, tal vez con cita previa). Servicios, estos últimos, que implican estancias muy breves en espacios específicos y para los que, explica la AIB, “los protocolos existentes antes del inicio de la campaña de vacunación funcionaban bien”. Por tanto, escribe la Asociación, “las actividades de mera entrega y devolución de materiales nos parece que pueden y deben garantizarse como antes del Decreto-Ley, sin necesidad de mostrar el pase verde, tanto si tienen lugar en las propias instalaciones (es el caso común), como (como han conseguido hacer algunas bibliotecas) a domicilio o de otras formas”.
En cuanto al tema del pase verde para proveedores y personal, AIB se reserva la posibilidad de seguir investigando: “aunque el nuevo decreto-ley no distingue entre acceso de usuarios, acceso de proveedores y acceso de personal, en el caso de los proveedores puede aplicarse la misma interpretación anterior (necesidad del pase verde para accesos prolongados, no necesidad del pase verde y aplicación de los protocolos de seguridad vigentes para la entrega de materiales), mientras que en el caso del personal es necesario un razonamiento más articulado”.
En resumen: por ahora hay poca claridad y la preocupación de muchos, sobre todo de muchos estudiantes, es que se les excluya del préstamo si la biblioteca interpreta el decreto de forma demasiado estricta. Y ciertamente esto podría ser un problema no tanto para unos pocos alborotadores sin vacuna, sino más simplemente para los veinteañeros que están esperando su primera dosis (y en muchas regiones los de este grupo de edad tienen que esperar mucho tiempo). Para muchos jóvenes, un tampón es un coste inasequible, por lo que habrá que ver si el pase verde no va en cierta medida en contra del derecho a estudiar. De hecho, preocupa que la cultura no llegue a todos. Expresa estas dudas la asociación Mi Riconosci, que defiende los derechos de los trabajadores de la cultura: “Creemos que los espacios culturales, como servicios públicos esenciales, tienen la tarea de informar y llegar a todos, siempre”, escribió la asociación en su página de Facebook. “Y no creemos que más burocracia, sin coacción explícita, pueda ser la respuesta a un país dividido: las protestas masivas contra los museos que han reivindicado con orgullo el uso del greenpass lo confirman. [...] Si se puede ir al hotel, a la playa, al centro comercial, a la iglesia, a correos, pero no al museo, o incluso a recoger un libro en la biblioteca, algo falla en este instrumento. Y ese algo debe resolverse, rápidamente. Porque los problemas sociales y culturales no son menos importantes que los sanitarios, y de hecho están ”interconectados".
Se habla poco de ello, pero el pase verde también servirá en la biblioteca. Lo que hay que saber |
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