Roberto Bolle, étoile internacional y símbolo de la danza italiana, llevó la danza a la cárcel de menores Cesare Beccaria de Milán. Un acontecimiento posible gracias a la Fundación Roberto Bolle y a la colaboración con la Asociación PuntoZero, que transformó la austera sala del centro penitenciario en un escenario por un día, ofreciendo a los jóvenes reclusos una experiencia inolvidable de cultura e inspiración. Ante el público de jóvenes reclusos actuaron artistas de gran talento procedentes de distintos mundos coreográficos, en una fusión de estilos que demostró el poder universal de la danza.
El acto fue inaugurado por el propio Roberto Bolle, quien recordó a los jóvenes reclusos desde el escenario “que alimenten cada día la belleza que hay en todos nosotros”. Con esta frase, el étoile quiso subrayar cómo el arte puede convertirse en una herramienta de redención y transformación, incluso en los contextos más difíciles.
Tras el discurso introductorio, Bolle presentó a los artistas que se turnaron en el escenario. Entre ellos, los bailarines del Teatro alla Scala Rebecca Luca y Alessandro Francesconi, que emocionaron al público con extractos de dos obras maestras del repertorio clásico, El Cascanueces y Grand Pas Classique. Junto a la danza clásica, no faltó la fuerza expresiva de las culturas urbanas. Roy Ilagou, bailarín y coreógrafo originario de África Central, junto con su grupo de hip hop y danza afro, escenificó movimientos llenos de energía y vitalidad, demostrando cómo la danza también puede ser un lenguaje callejero, capaz de romper barreras y crear conexiones profundas.
Al final de la actuación, los artistas se quedaron con el público para hablar de sus experiencias personales, ofreciendo un mensaje de esperanza y determinación. Filippo Pieroni, el primer bailarín de break dance italiano de la compañía Cirque du Soleil, compartió su trayectoria, que empezó en la calle y culminó en teatros de todo el mundo. Su historia fue un ejemplo concreto de cómo la pasión y el sacrificio pueden transformar en realidad incluso los sueños más difíciles.
“Realmente quería que uno de los primeros pasos de la Fundación fuera éste”, dijo Bolle al margen de la reunión. “Siempre he apoyado el valor educativo de la danza, especialmente para las generaciones más jóvenes. La danza no sólo puede estar en casa, sino que puede ser un instrumento válido de educación y reeducación en el respeto, la belleza, la inclusión, en una disciplina que enseña que los atajos no pueden dar los mismos resultados que un compromiso diario, un sacrificio para el propio crecimiento personal. A todo esto añadiría que la danza también puede tener un gran valor terapéutico para curar las heridas que cada uno de estos niños lleva consigo”.
Roberto Bolle lleva la danza a la cárcel de menores de Beccaria: "Alimentar la belleza que llevamos dentro |
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