Una sentencia que causará debate, la de la Sección Central Jurisdiccional III del Tribunal de Cuentas, que condenó al ex comisario extraordinario del Parque Arqueológico de Pompeya, Marcello Fiori, un ejecutivo que fue nombrado en 2008 por el entonces ministro Sandro Bondi (antes había trabajado en Acea y en el Departamento de Protección Civil) y ocupó el cargo hasta julio de 2010. Su experiencia en Pompeya había terminado con la restauración del Gran Teatro, que, sin embargo, ya había suscitado muchas críticas en su momento: Antonio Irlando, presidente del Observatorio del Patrimonio Cultural (una organización privada que se ocupa del patrimonio cultural), ya había escrito entonces al ministro Bondi para pedirle que detuviera la restauración, que calificó de “masacre”. La obra del teatro“, afirmaba Irlando en su carta, ”es una masacre realmente inconcebible llevada a cabo en el interior de uno de los monumentos arqueológicos más significativos del mundo“, ya que, según él, se habrían utilizado ”materiales modernos", llegando incluso a distorsionar partes del monumento con nuevas construcciones. Una restauración que, además, había supuesto un aumento considerable de los costes: 5.778.939 euros fue el coste final, frente a los 449.882 euros más IVA estimados inicialmente.
Similares dudas había expresado ya en junio de 2010 un reportaje del Corriere della Sera (que hoy, nueve años después, recoge extractos de la sentencia y un resumen de la historia): "los martillos neumáticos -escribió entonces Alessandra Arachi- producen esas inequívocas vibraciones punzantes. Pero entonces basta con saltar una pequeña valla (muy fácil, no hay ningún cuidador cerca aunque le pagues oro) y sí, se hace complicado creer a tus propios ojos. Los martillos neumáticos se convierten casi en un detalle en la terrible obra del Teatro Grande de Pompeya, invadida por hormigoneras, bob karts, bulldozers, cables, lijadoras y lo que se tercie. En el bloque de pisos de debajo de tu casa serían más prudentes a la hora de hacer las obras. En cambio, aquí, cosas de la arqueología del siglo II a.C., los obreros se mueven entre las ruinas como elefantes en una casa de cristal y buscando a un responsable de todo el tinglado sólo encuentras al topógrafo Pasquale, al menos eso es lo que nos pasó ayer cuando los martillos y las excavadoras estaban en plena acción ante los ojos de los atónitos turistas.
El Tribunal de Cuentas consideró que el objetivo de la intervención no era tanto restaurar el Teatro Grande como montar un espectáculo con una restauración-espectáculo: el aumento de los gastos, de hecho, según los jueces encontró “una explicación lógica sólo en el deseo de cerrar la experiencia del comisario, pocos días después, de una manera - hay que decirlo - espectacular”. La sentencia (y esta es la parte que será discutida y que probablemente quedará grabada en los anales de la protección) explica también que “la valorización de los bienes culturales no puede asimilarse a la mera ’explotación’ de los mismos con fines empresariales. explotación” de los mismos con fines de naturaleza empresarial-comercial, ni debe alterar en modo alguno las características físicas del bien ni reducir su usabilidad pública, dado que el bien cultural, y especialmente el bien arqueológico que cristaliza nuestra historia, sigue siendo el bien público por excelencia“. Además, se señala que Fiori se ocupó principalmente de las ”especificaciones técnicas de la escenografía“ sin prestar demasiada atención al compromiso de ”verificar la compatibilidad de la iniciativa con las exigencias de protección del bien arqueológico“. Fiori, sigue diciendo la sentencia, ”pasó por encima de todo, por encima de las normas establecidas por las propias ordenanzas de Protección Civil, por encima de la normativa sobre contratos, por encima del Código de Patrimonio Cultural, por encima de las competencias y preocupaciones de la Comisión General de Política y Coordinación, por encima de los principios generales que en todo caso rigen la utilización de los recursos públicos, incluso en regímenes derogatorios, por encima de la prudencia". De ahí la sentencia, con la que el Tribunal de Cuentas condena al ex comisario a pagar 400.000 euros.
En la foto, el Gran Teatro de Pompeya. Foto Crédito
Restauraciones infladas para montar un "espectáculo": el Tribunal de Cuentas condena al ex comisario de Pompeya a pagar 400.000 euros |
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