Casi doscientas galerías, más de medio siglo de vida, cuatro secciones comisariadas, nueve premios, cientos de obras para ver, valorar, intentar comprender, intentar gustar. Arte Fiera llega a 2025 sin sentir el peso de sus 48 ediciones y 51 años con demasiada fatiga, y se prepara para abrir sus puertas al público en Bolonia con una edición en la que no faltarán ideas interesantes, jóvenes a los que observar con atención, obras de artistas consagrados, propuestas tranquilas para un coleccionismo tranquilo. Arte Fiera siempre ha sido la feria italiana del arte, y en las últimas ediciones, sobre todo desde la llegada de Enea Righi como director de operaciones, el certamen ha sabido reavivar el interés de un público cada vez más consciente de la importancia de la cita boloñesa. La feria de arte más antigua de Italia. La feria que debe reunir lo mejor del arte contemporáneo italiano (y en parte lo hace), la feria que debe ofrecer una instantánea, lo más fiel posible, de lo que hacen hoy los artistas en nuestro país y de lo que proponen las galerías de nuestro país. Y este ser tenazmente italiano debería ser un elemento distintivo de Arte Fiera. Es imposible esperar un arte italiano sin su carácter italiano: hoy en día, cualquier artista italiano que intente imitar lo que viene de fuera renunciando a su propio bagaje no puede sino estar abocado al fracaso. La conciencia de que esta esencia italiana es un elemento distintivo y no un obstáculo o una limitación debería darse ya por sentada: la esperanza es que esta conciencia se extienda cada vez con mayor capilaridad.
A algunos, Arte Fiera les parecerá (también este año, se dirá) una feria estática, anodina y quizá hasta un poco atrevida, pero Arte Fiera tiene un acercamiento lento, sedado, acariciante al coleccionista. ¿Podría atreverse a ir más allá? Sin duda: veremos qué ocurre a partir del año que viene, con la renovación de la dirección. De momento, se aprecia una 48ª edición sin excesos, sin saltos, pero agradable y, esperemos que para las galerías que tienen que vender (pues éste es, al fin y al cabo, el objetivo último de quienes gastan miles de euros en stands), suficientemente sólida.
Empezamos con algunos nombres internacionales. A la entrada del pabellón 25, Lia Rumma desvela un gran lienzo de un tal Wael Shawky que recoge el fruto del clamor de la Bienal de Venecia y el de la exposición del Palazzo Grimani, I am Hymns of the New Temples: el cuadro de la exposición (150.000 euros) forma parte del proyecto llevado a las salas que dan al río de Santa Maria Formosa, forma parte de ese ciclo con el que el artista egipcio había descendido a Pompeya para desandar y volver a narrar, en su personalísima teogonía, los orígenes del universo. Un poco más allá, otro veterano de la Bienal, el angoleño Kiluanji Kia Henda que, en el stand de la Galleria Forni , presenta una gran fotografía de 2010, de un metro por metro y medio, El gran desnudo italiano , que remeda la Olympia de Monet para decir básicamente que, en la historia del arte, nunca se han visto hombres negros desnudos en tan gran número (edición 2 de 5, 25.000 euros). También hay mucho de política en el espacio de la siciliana Laveronica, que recibe al público con un homenaje a Bolonia en la pared exterior (Anteo Zamboni, de Daniela Ortiz) y después entretiene a los visitantes con las reflexiones de Adelita Husni-Bey , que participó en el Pabellón italiano de la Bienal hace ocho años (10.000 euros cada una por las fotografías de la serieAgency Giochi di Potere, un proyecto realizado hace algún tiempo para el MAXXI de Roma, con grupos de estudiantes de bachillerato que simulan las relaciones de poder que caracterizan a la sociedad actual, por ejemplo las que existen entre la política y el periodismo, entre los trabajadores y las instituciones, entre los activistas y la orientación de la opinión pública, etc.), y las de Jonas Staal: curiosa su maqueta de la Nueva Cumbre Mundial (20-25 mil maquetas de madera, 3500 euros las fotos) que imagina un parlamento de "estados sin estado, grupos autodenominados y organizaciones políticas en la lista negra", no sin una actitud provocadora (Staal, por ejemplo, se pregunta si los ciudadanos de Afganistán, Irak y Libia que están en contra de la guerra tendrán más en común con los terroristas o con nosotros, que hemos llevado nuestros ejércitos a sus países). Y, hablando de política, entre las imágenes más instagrameadas de esta edición de Arte Fiera se encuentra la gran instalación Communio pro indiviso de la trentina Anna Scalfi Eghenter, caballo de batalla de Pinksummer: una gran luz de neón que forma la inscripción “Communist”, vendida por piezas individuales (10.000 euros cada una), con una condición, a saber, que el coleccionista que compra la pieza firme un contrato por el que se pone a disposición para prestar su elemento cada vez que surja la necesidad de recomponer el conjunto (cada propietario, en definitiva, se convierte en un pequeño “comunista”). De las utopías sociales pasamos al feminismo, que invade el stand de Tiziana Di Caro: toda una pared está destinada a las obras de Tomaso Binga (de 5 a 12 mil euros), mientras que en la pared exterior se ofrecen precios más moderados por las obras minimalistas de la joven Teresa Gargiulo , que comenzó su carrera en la galería napolitana (1.200 euros). También es político (y en particular dedicado al tema de la guerra) el stand de Giampaolo Abbondio, que también lleva por título Ceguera, para presentarse, explica la galería, como “un grito visual contra la indiferencia y la apatía que impiden una verdadera toma de conciencia de la guerra”, con obras de Maurizio Cannavacciuolo, Ofri Cnaani, Robert Gligorov, Andrei Molodkin, Pino Pascali y Andrés Serrano.
La actualidad es objeto de una reflexión amarga y muy personal por parte de Daniela Comani que, para el stand de Studio G7, ha concebido una instalación especial, una especie de objet trouvé dramático a escala monumental: el Volkswagen Golf de la madre de la artista, dañado por la caída de un tronco de árbol durante la ola de mal tiempo que azotó Emilia en septiembre de 2024, elevado a la categoría de obra de arte (titulada Perturbación #2, 40.000 euros), dada la imposibilidad de de repararlo, o mejor dicho, de repararlo a un coste que no supere el valor del vehículo, y dado el desinterés de la anciana, nacida en 1938, por comprarse un coche nuevo, a pesar de que el automóvil es para ella “un elemento esencial de independencia”, dice la artista. Y si Daniela Comani es una artista en activo desde hace tiempo, el jovencísimo Giovanni Ceruti, florentino nacido en 2000, descubierto el año pasado en la Accademia por Magazzeno , que lo llevó a Arte Fiera, se aventura por primera vez en una feria de arte: un singular hiperrealismo que reproduce garabatos infantiles con un óleo sobre lienzo que reproduce el efecto del rotulador de los mocosos que escriben pequeños pensamientos sobre papel (de 2.500 a 5.500 euros por un lienzo que ocupa toda una pared). De los jóvenes pasamos de nuevo a los artistas consagrados en el stand de Wizard , que dedica una pared entera a las obras de Fausto Gilberti pero sobre todo sorprende con una espectacular Última Cena de uno de los grandes nombres del arte americano, Terry Rodgers, que para la galería milanesa, con sede cerca del convento de Santa Maria delle Grazie, reinterpreta laÚltima Cena de Leonardo da Vinci en clave decididamente sibarita, amante del placer y del pecado (110.000 euros más IVA). La galería siciliana Quam, una cara nueva en Arte Fiera, dedica todo su stand al joven siciliano Federico Severino, de treinta años, uno de los jóvenes más interesantes de esta edición: fotografías, óleos y pasteles que captan las luces y atmósferas de sus paseos por la naturaleza con un marcado estilo divisionista de pintura (650 euros las fotografías, de 2.700 a 4.000 euros los lienzos: se muestran los precios). Si hablamos de pintura italiana, no pueden faltar, en el stand de Antonella Cattani Contemporary Art, los cisnes de Giovanni Frangi(Destinazione indifferente, 22 euros.000 euros), uno de los más importantes paisajistas italianos contemporáneos al que gusta ver en un diálogo ideal, unos stands más allá, con un jovencísimo paisajista, el trentino Alessandro Artini , que expone sus obras en la galería Doris Ghetta: sus paisajes son los de los valles trentinos no exentos de una reflexión sobre los efectos que la acción del hombre tiene en las montañas (de 1.000 a 9.000 euros según el formato). Doris Ghetta aporta sus obras en combinación con las de la más experimentada Martina Steckholzer (de 1.200 a 14 mil euros). En cambio, la Car Gallery, con sede en Bolonia, va a contracorriente: aquí no hay pintura italiana, sino un joven artista de Mongolia, Odonchimeg Davaadorj, nacido en 1990, que dibuja en tinta china y acuarela inspirándose en los recuerdos de su tierra natal, abordando temas como la maternidad, el paisaje, el deseo sexual y la condición de la mujer (de 2.600 a 14 mil euros las obras más grandes).
Siguiendo por los stands del pabellón 25, uno se encuentra con la fotografía de Paci Contemporary , que trae, entre otras cosas, un grupo de esculturas fotográficas del checo Michal Macku que, desde 1989, crea obras basadas en una técnica de su invención, llamada Gallage, bloques de vidrio cortados en láminas sobre los que se imprimen imágenes (de 6.500 a 17.000 euros), y las imágenes de Lori Nix, intérprete de la Fotografía Escenificada que construye a mano los escenarios de sus fotografías para contar la historia de un mundo en ruinas que ha aniquilado la presencia humana pero ha dejado sus huellas (2.900 euros las fotos pequeñas, 8.500 euros las de gran formato). Siguiendo en la segunda rama del pabellón 25, aún hay tiempo para encontrarse con pintura italiana de calidad. Como la que propone Francesca Antonini , que trae una selección de pintores italianos consagrados: destacan las obras de Enrico Tealdi, a quien nuestra revista dedicó un largo artículo en profundidad en el último número de la revista en papel (4.500 euros),Sabrina Casadei (5.500 euros) y Rudy Cremonini (10.000 euros). O como la de Giovanni Bonelli, que dedica dos paredes a dos jóvenes que suscitan cada vez más interés: Chiara Calore (9.000 euros) y Davide Serpetti (11.000 euros). Junto a ellos, uno de los nombres conocidos de la pintura italiana, Nicola Verlato, cuya gran exposición monográfica en los Museos de Imola acaba de concluir, está presente en el stand de Bonelli con dos pequeños formatos (8.000 euros). O SpazioA, donde se expone una curiosa pintura de Luca Bertolo que reproduce el cartón de una pizza para llevar que a su vez reproduce un paisaje. No muy lejos, Studio Sales propone a otros artistas italianos menos ligados a las técnicas tradicionales: destacan las obras de Flavio Favelli y Davide Monaldi. Por otro lado, viajamos a Estados Unidos con el stand de Studio d’Arte Raffaelli, que dedica su exposición a algunos nombres famosos del arte americano, desde las obras de James Brown (75.000 euros), que fue uno de los protagonistas del Nueva York de los años 80 dominado por Basquiat, hasta la humorística mezcla de pintura y pegamento (75.000 euros), pasando por lamezcla humorística de pintura-collage-dibujo de Donald Baechler (25.000-35.000 euros), vinculado desde hace décadas a la galería de Trento que gestiona su presencia en Italia desde 1997 comisariando varias de sus exposiciones individuales, al neoexpresionismo de David Salle (70.000 euros) quefue uno de los nombres que lideró el retorno mundial a la figuración en los años 80, hasta Jan Knap (de 10 a 23.000 euros), también representado por Raffaelli desde los años 90, y presente en Arte Fiera con algunas de sus típicas escenas de situaciones idílicas y tranquilas ambientadas en un mundo inocente e infantil con personajes atrapados en su sencilla y doméstica vida cotidiana. Pero no faltan las obras italianas: el clásico Francesco Clemente (dos obras significativas, una a 12.000 y otra a 38.000) y la escultura de Willy Verginer también están presentes con obras en madera y bronce, así como en cerámica (1.900 para las cerámicas, de 9.500 a 12.000 euros para el resto de esculturas), mientras que la “Sala Secreta” del stand muestra una serie de nuevas obras de temática deportiva del romañés Simone Tribuiani, un pintor de pequeño formato cada vez más popular. Un vistazo a los curiosos neones de Roxy in the Box de Studio Trisorio (de 3.000 a 4.000 euros) antes de pasar al Novecento, en el pabellón 26.
La escena está dominada, como siempre, por Tornabuoni Arte , que no suelta prenda sobre los precios, con una horquilla que va de los 30.000 euros a obras de más de un millón (la más cara, un corte de Fontana). La propuesta de Bottegantica también es de gran calidad: destacan dos dibujos de Umberto Boccioni (10 mil cada uno) y algunas pequeñas joyas: un Tocador de arpa de hacia 1915 de Cornelio Gerenzani (22.000 euros), una pequeña obra maestra de la futurista Leandra Angelucci Cominazzini, L’arto veggente, de 1936 (35.000 euros), un suntuoso Retrato de Madame Declide de 1908 de un divisionista aún comedido Gino Severini (110.000 euros) y una singular y geométrica Fanciulla sommersa de 1914 de Guido Trentini (90.000 euros). Muy cerca, la galería Repetto aporta un excelente Ritratto maschile (Tío Domenico) de Achille Funi (30.000 euros) y una selección de fotografías de Luigi Ghirri (de 20 a 30.000 euros), mientras que Umberto Verolino destaca, como siempre, con sus obras maestras del arte textil: un par de tapices de Alexander Calder (uno de 150.000 euros, el otro de 160.000) dialogan con un tapiz neorrenacentista de los años veinte de Manifattura Eroli (28.000 euros). Hay un cambio completo de género en FerrarinArte , que consigna una pared entera a laAbstracción Medieval de Davide Coltro, pionero del arte digital italiano, presente en Arte Fiera con nuevas obras de la serie Color Fiedel (6 mil euros la pieza única, 15 mil el tríptico, las pequeñas 2.200 euros, 5.500 el tríptico). La galería Mucciaccia , por su parte, expone las obras de Jan Fabre (20 mil euros los dibujos, 150 mil a 250 mil las esculturas), una rara presencia extranjera en medio de tantos italianos. Tampoco faltan los stands monográficos, empezando por el de EDDart Roma, todo para Mimmo Rotella (de 9 a 70 mil euros), y siguiendo por la Galleria d’Arte L’Incontro, que es en cambio para Luigi Ontani, con precios todos a la vista: entre las obras más interesantes, una gran fotografía lenticular, Electric Throne (45 mil euros) y una Alegoría compuesta por una escultura de madera y una acuarela (50 mil). Pero L’Incontro, en su sala “secreta”, propone también otros artistas: sabrosas terracotas pintadas por el japonés Kazumasa Mizokami, con una reciente exposición personal en Massa (1.800 euros). Y, hablando de galerías que exponen precios, merece la pena ver la amplia selección de abstraccionismo histórico de Cardelli & Fontana que, además de sus principales artistas contemporáneos (Beatrice Meoni, Fabrizio Prevedello, Mirko Baricchi, Luca Lupi, Mirco Marchelli), abarca desde algunos nombres poco conocidos pero ciertamente interesantes como Andrea Bizanzio (una Composición de 1956 a 10.000 euros) hasta los maestros más famosos como Atanasio Soldati (de 28.000 a 65.000 euros). Por último, cabe señalar que esta edición de Arte Fiera parece haber redescubierto a un artista olvidado durante demasiado tiempo, Gianfranco Ferroni, uno de los grandes nombres del siglo XX pero del que pocos parecen haber tenido conocimiento, presente tanto en el stand de Stefano Forni (de 14.000 a 35.000 euros) como en el de Il Chiostro con precios casi superponibles (de 15.000 a 30.000 euros).
Siempre se dice que Arte Fiera es la prueba de fuego del coleccionismo italiano: por cómo van las cosas en la feria, se puede entender el estado de nuestro mercado. También porque es la primera cita del año. Y las declaraciones previas son grandilocuentes: Arte Fiera quiere empezar a presentarse como una feria de investigación (con una nueva sección, Prospettiva, dedicada a los artistas más experimentales y que nos ha parecido decididamente revisable: sin embargo, éste es sólo el primer año, ya habrá tiempo), quiere convertirse en un punto de referencia para el arte italiano también en relación con los coleccionistas extranjeros. Nos ha parecido, sin embargo, una edición apreciable, en conjunto animada y ordenada (ya nadie se atreve, como se hizo hace unos años, a desplazar Arte Fiera de los pabellones 25 y 26 de la Feria de Bolonia: éste es su hábitat natural). Y muchos de los galeristas, coleccionistas e iniciados que conocimos en esta jornada de preestreno parecían estar de acuerdo en que esta edición está demostrando una buena calidad. Esto ya es un primer resultado.
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