En estas horas en las que se está confeccionando la terna de nombres que gobernarán (por así decirlo) el país en los próximos tiempos (y, por supuesto, será un gobierno del que no cabe esperar el más mínimo cambio, dados los nombres que circulan: si la política italiana fuera un programa de televisión, y no estamos tan lejos de ello, probablemente estaríamos viendo ahora mismo una especie de “Lo peor de”), el nombre más popular para el Ministerio de Cultura parece ser el de Ilaria BorlettiBuitoni1, ex presidenta de la FAI además de candidata en las últimas elecciones con la Scelta Civica de Mario Monti2. Digamos claramente que, en nuestra opinión, en un país normal Ilaria Borletti Buitoni nunca jamás debería ser ministra, y explicaremos por qué.
Evidentemente, no se lo echamos en cara a Ilaria Bor letti Buitoni a nivel personal: según se desprende de su página web3, siempre ha sido activa en el ámbito del voluntariado yel asociacionismo en diversos campos, desde la beneficencia y la actividad (en primera persona) en favor de la población de Kenia, hasta la promoción de la música de cámara, pasando por su actividad en apoyo de la cultura como presidenta de la FAI. A ello se añade una cultura empresarial consagrada al respeto de los asalariados4 (la probable futura ministra de Patrimonio Cultural procede de una de las familias más activas del alto mundo empresarial milanés), algo que no se da del todo por descontado ni resulta obvio, y que hace honor a Ilaria Borletti Buitoni.
Pero esa es precisamente la cuestión. Aparte de sus muy loables actividades benéficas, Ilaria Borletti Buitoni no tiene conocimientos específicos sobre patrimonio cultural ni formación específica en la materia. Habría sido un signo de gran cambio confiar los ministerios a personas expertas en sus respectivos campos, y en su lugar nos encontraremos con todos los políticos de los últimos veinte años al timón: así, en un gobierno en el que los nombres pueden ser los de los distintos Lupi, D’Alema, Carfagna, Amato, Bernini y compañía, la cultura probablemente lo habrá hecho demasiado bien.
En resumen, el Ministerio de Cultura será para una señora rica que ha dedicado, con pasión y orgullo, sus energías al voluntariado y la filantropía: sin embargo, no creemos que éstas sean condiciones suficientes para ocupar el cargo de ministra. Casi suena a declaración de intenciones, casi parece como si para reformar la cultura en Italia no necesitáramos expertos en la materia y un Estado que aplique al pie de la letrael artículo 9 de la Constitución, sino que necesitáramos la caridad de los particulares. El voluntariado es sin duda un instrumento excelente para la protección y valorización de nuestro patrimonio cultural, pero desde luego no puede suplantar el papel del Estado: y poner a Ilaria Borletti Buitoni al frente del Ministerio de Cultura parece, desgraciadamente, una medida encaminada a esta perspectiva. Por otra parte, son muchos los que reclaman un mayor papel del sector privado en la gestión del patrimonio que pertenece a todos: y el nombramiento de Ilaria Borletti Buitoni es totalmente coherente con esta forma de pensar.
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