Pero, ¿podía Italia pedir a Francia que devolviera las obras requisadas por Napoleón?


¿Podría Italia pedir a Francia la devolución de las obras de arte requisadas durante el expolio napoleónico y que aún se conservan en los museos de los Alpes? Un artículo para explicar definitivamente todos los detalles de la cuestión.

¿PodríaItalia exigir a Francia la devolución de todas las obras requisadas durante el saqueo napoleónico que no regresaron tras la caída de Napoleón y que aún se conservan en museos franceses? Es una pregunta que uno se hace a menudo cuando oye hablar del tema, y a la que se puede responder breve y secamente: sí, teóricamente Italia podría hacer este tipo de petición, pero tal petición se haría por razones puramente culturales o políticas, no estaría motivada por argumentos jurídicos y sería poco probable que fuera aceptada. Esta lacónica respuesta debe contextualizarse adecuadamente, ya que la cuestión no es sencilla: hay que tener en cuenta varias dimensiones: la historia de las restituciones, el marco jurídico internacional que regula la repatriación, es decir, el retorno de las obras de arte a sus lugares de origen, las relaciones diplomáticas entre los distintos Estados, y también los deseos de cada país, pues ya ha ocurrido que alguien se planteara el problema de entender si era factible, u oportuno, pedir a Francia la restitución de lo que Napoleón se llevó durante las guerras que dirigió en Europa. Y luego, claro, cada caso hace su propia historia.

Quizá la historia más conocida, por poner un ejemplo, sea la de las Bodas de Caná de Veronese, obra que hoy decora la Sala de la Gioconda del Louvre, colgada justo enfrente de la famosa obra maestra de Leonardo da Vinci. En 1797, el gran lienzo, de más de seis metros de alto por casi diez de ancho, fue desmontado del refectorio del monasterio de San Giorgio Maggiore de Venecia y trasladado a Francia. En 1815, con ocasión del Congreso de Viena, en cuyo marco también se debatió la restitución de obras de arte a los países que habían sido ocupados por Napoleón (aunque sin llegar a actos vinculantes formales, como hemos visto en estas páginas), las Bodas de Caná permanecieron, no obstante, en París: el comisario de las restituciones de Lombardía-Venecia, el pintor Giuseppe Rosa, llegó de hecho a un acuerdo con Dominique Vivant Denon, que durante la ocupación francesa de Italia se había encargado de seleccionar las obras que debían ir a Francia, y que fue nombrado director del Louvre, cargo en el que fue confirmado en 1814. Vivant Denon había hecho creer a Rosa que Las bodas de Caná sufrirían un daño irreparable si el cuadro viajaba a Venecia, por lo que le propuso un intercambio: el Louvre se quedaría con la obra de Veronese, y Venecia obtendría a cambio El festín del fariseo , de Charles Le Brun. Rosa aceptó, aunque el intercambio fue ventajoso sobre todo para el Louvre (se calcula que el gran lienzo de Veronese valía treinta veces más que su homólogo), y hoy la obra de Le Brun se expone en la Gallerie dell’Accademia de Venecia.



Estas son las razones que llevan a Francia a considerar impracticable la idea de un retorno de las Bodas de Caná a Italia, a pesar de que la hipótesis se ha aireado a menudo, aunque se trate sobre todo de reivindicaciones nacionalistas. En Italia, escribía el director honorario del Louvre, Jean-Luc Martinez, en su informe de 2023 dirigido al presidente francés Emmanuel Macron con vistas a la identificación de posibles criterios de restitución de bienes culturales, la opinión pública, "ignorando completamente las reglas y los intercambios aunque estén bien investigados, se deja llevar regularmente por el caso de las Bodas de Caná o de los pocos cuadros italianos que quedan en el Louvre“. También en mayo de 2022, la ONG ”Restituciones Internacionales“, a través de su presidente Robert Casanovas, se puso en contacto con el Ministerio de Cultura, el Louvre y el Conseil d’Etat para solicitar la devolución de una lista -muy incompleta- de diez cuadros italianos incautados bajo Napoleón y que permanecen en el Louvre después de 1815”. La pregunta que se hace Martínez, ante tales reclamaciones, es “¿hasta qué punto podemos cuestionar la historia?”.

Paolo Veronese, Bodas de Caná (1562-1563; óleo sobre lienzo, 677 x 994 cm; París, Louvre)
Paolo Veronese, Bodas de Caná (1562-1563; óleo sobre lienzo, 677 x 994 cm; París, Louvre)
Charles Le Brun, El festín del fariseo (1653; óleo sobre lienzo, 386 x 320 cm; Venecia, Gallerie dell'Accademia)
Charles Le Brun, El festín del fariseo (1653; óleo sobre lienzo, 386 x 320 cm; Venecia, Gallerie dell’Accademia)

Lo que prevé el derecho internacional

La requisa de obras de arte durante las guerras comenzó a regularse con las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907: el artículo 56 de la Convención de 1899 estipulaba que “toda incautación, destrucción o daño intencionales a tales instituciones, monumentos históricos, obras de arte o de ciencia están prohibidos y deben ser perseguidos”, principio que también se reiteró en la Convención de 1907. A partir de ese momento, por tanto, todo saqueo y expolio de obras de arte durante los conflictos pasó a ser ilegal. Hoy, sin embargo, la disciplina está regulada por la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado deLa Haya (1954), ratificado por Francia en 1957, así como por el Convenio de UNIDROIT sobre los Bienes Culturales Robados o Exportados Ilícitamente, firmado en Roma en 1995 (y que resolvió los problemas dejados abiertos por la Convención sobre las Medidas que Deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Propiedad Ilícitas de Bienes Culturales, adoptada por la Unesco en París en 1970, que entró en vigor en 1972 y fue ratificada por Francia en 1997). Aunque Francia figura entre los países signatarios del Convenio de UNIDROIT, aún no lo ha ratificado.

La Convención de 1954 estipula que los países contratantes se comprometen a “prohibir, impedir y, en caso necesario, hacer cesar todo acto de robo, saqueo o hurto de bienes culturales, cualquiera que sea la forma en que se practique, así como todo acto de vandalismo contra los mismos”, se comprometen a “abstenerse de requisar bienes culturales muebles situados en el territorio de otra Alta Parte Contratante”. Y no sólo eso: la Convención también establece que toda fuerza de ocupación está obligada a respetar los bienes culturales del país ocupado. En cambio, la Convención de la Unesco de 1970 es la primera que habla explícitamente de restitución: En efecto, en su artículo 7, la Convención compromete a los Estados que decidan ratificarla “a tomar las medidas apropiadas para recuperar y restituir, a petición del Estado de origen parte en la Convención, todo bien cultural robado e importado de ese modo después de la entrada en vigor de la presente Convención contra los Estados interesados, siempre que el Estado requirente pague una indemnización equitativa a la persona que haya adquirido el bien de buena fe o que sea su legítimo propietario”. Las demandas de recuperación y restitución, según el Convenio, deben dirigirse al Estado requerido por vía diplomática.

El Convenio UNIDROIT, por su parte, es el primer convenio internacional enteramente dedicado al tema de la restitución, que consagra el principio de que “el poseedor de un bien cultural robado debe restituirlo” (artículo 3): el texto, sin embargo, regula la restitución de bienes robados en el sentido de bienes exportados ilegalmente, y no menciona los bienes requisados durante conflictos armados. Conviene precisar, no obstante, que todos estos instrumentos, cuyo objetivo es ante todo crear un marco internacional de lucha contra el tráfico de bienes culturales, sólo pueden invocarse para los litigios ocurridos después de su entrada en vigor en los Estados contratantes. Por consiguiente, no tienen efecto retroactivo y no son aplicables a ninguna demanda de restitución de obras transferidas a Francia durante el expolio napoleónico. Por último, a escala de la UE, no existen leyes relativas a la restitución de obras de arte. En esencia, puede decirse que hasta la fecha no existen leyes internacionales que regulen la restitución de obras sustraídas a un país durante un conflicto armado antes de la entrada en vigor de los convenios internacionales actuales.

Vista del Louvre
Vista del Louvre

Lo que prevé la ley francesa

El 4 de enero de 2002 se aprobó en Francia una ley cuyo contenido se incorporó posteriormente al Code du patrimoine, el “Código del patrimonio”, promulgado a su vez el 20 de febrero de 2004: es la ley que regula el tema de los bienes culturales en Francia. El artículo 11 de la ley, posteriormente refundido en el artículo L451-4 del Código, establece que “los bienes que componen las colecciones de los museos franceses pertenecientes a una entidad pública forman parte del dominio público y son, como tales, inalienables. Toda decisión de desclasificar uno de estos bienes sólo podrá tomarse previo acuerdo de una comisión científica cuya composición y modalidades de funcionamiento se fijan por decreto”. Así pues, la ley establece la inalienabilidad de los objetos pertenecientes a las colecciones de los museos franceses, y entre estos objetos se incluyen obviamente las obras requisadas durante los expolios napoleónicos y nunca devueltas. Básicamente, por tanto, la ley francesa prohibiría la separación de un objeto de las colecciones estatales. Sin embargo, el legislador ha hecho una excepción a esta regla: es posible presentar una solicitud de desclasificación, que debe ser examinada por una comisión específica, la cual decidirá si se opta por este instrumento y dar así al objeto la posibilidad de ser “desclasificado” y dejar de ser considerado inalienable. La desclasificación, sin embargo, no está permitida para los objetos que forman parte de legados o donaciones: éstos siguen siendo inalienables.

Existe, sin embargo, otra vía, que también ha practicado Francia recientemente: la aprobación de leyes ad hoc. El caso más conocido es el de la restitución a Benín y Senegal de ciertos objetos que los franceses se llevaron de los dos países africanos en la época de la colonización y que se conservaban en el Museo del Quai Branly - Jacqus Chirac y en el Museo del Ejército: La ley francesa 2020-1673, de 24 de diciembre de 2020, eludió de hecho el Código del Patrimonio con una excepción al principio de inalienabilidad, concedida por el artículo 1 de la ley, y sólo para las obras devueltas a los dos países (para los veintiséis objetos que debían devolverse a Benín, además, no podía llevarse a cabo la desclasificación, ya que formaban parte de un legado). Francia optó por esta vía porque, según el informe que acompaña a la ley, “el principio de inalienabilidad [...] como el inscrito en el Code du patrimoine, carece de valor constitucional”. El Tribunal Constitucional también se ha pronunciado en este sentido en relación con el principio de inalienabilidad, por lo que, al no estar consagrado en la Constitución, puede ser objeto de excepciones. Estas excepciones, sin embargo, quedan limitadas a casos excepcionales: Ello se debe a que el principio de inalienabilidad es fundamental para garantizar que las obras de arte conservadas en los museos franceses sigan siendo patrimonio de todos y no se entreguen a nadie que pueda reclamarlas (el informe de la Comisión de Cultura de la Asamblea Nacional relativo a la ley sobre los objetos de Senegal y Benín se refería, como ejemplo, a los bienes confiscados a la nobleza durante la Revolución Francesa).

El tema, sin embargo, es nuevo, y Francia está cultivando el proyecto de trabajar en una ley marco sobre restitución (dadas también las crecientes demandas en este sentido de las antiguas colonias, que han hecho varias peticiones a Francia en los últimos años), que establecería un marco de tal forma que se evitaría el recurso a leyes individuales (como la de los veintisiete objetos de Senegal y Benín) cada vez que se concede una petición de restitución. Por el momento, en 2023 se aprobó una ley marco sobre la restitución de los bienes arrebatados a los judíos entre 1933 y 1945, en la época de la persecución nazi, pero aún no existe una normativa que abarque la restitución en su conjunto.

Tres objetos que Francia devolvió a Benín en 2021
Tres objetos que Francia devolvió a Benín en 2021

El debate en Francia: ¿por qué restituciones a países africanos sí, y a países occidentales no?

Sin embargo, la ley sobre las restituciones a Benín y Senegal ha sido objeto de un acalorado debate en Francia, no sólo entre el público, sino también en los periódicos y, por supuesto, durante el debate en comisión. El argumento en contra, también bipartidista, es que con esta ley Francia habría creado un precedente, el de la derogación al principio de inalienabilidad según los casos, y además no se entendería por qué se puede hablar de repatriaciones a países africanos, mientras que en cambio, al menos de momento, se quieren excluir las repatriaciones de objetos que los franceses requisaron durante el periodo napoleónico. ¿Cuál es la diferencia“, preguntó la eurodiputada Catherine Dumas durante el debate, ”entre el botín de guerra napoleónico y la restitución de objetos apropiados más recientemente? Estas son las preguntas que se hace el público". El director de La Tribune de l’Art, Didier Rykner, también se pronunció en varias ocasiones contra la ley Benín-Senegal, hablando de “victoria de lo irracional sobre los hechos”. Los críticos consideran que la derogación del principio de inalienabilidad significa que habrá que aceptar las solicitudes de otros países, como Italia o Egipto, que en virtud de esta ley podrían considerarse tan legítimas como las de los países africanos.

Y sobre esta cuestión, efectivamente, los contornos siguen siendo difusos. El abogado Yves-Bernard Debie, en una entrevista concedida a La Tribune de l’Art, subraya que muchos objetos que hoy consideramos saqueados en el momento del saqueo fueron llevados de vuelta a Francia sin que se infringiera ninguna ley (ya que antes de las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907, que por primera vez establecieron que las obras de arte no podían considerarse como botínel arte no podía incluirse entre los botines de guerra, la requisa de objetos de arte durante las guerras de conquista era legal), y que a nivel legislativo no se ha establecido “una filosofía clara de lo que queremos”, y hasta que no se establezca “no podremos avanzar coherentemente en estas cuestiones [...]: ¿qué queremos reparar? ¿Todo el siglo XX? ¿Mil años de historia? Deberíamos explicar hasta dónde queremos retroceder. Y luego deberíamos explicar por qué deberíamos reparar hasta el año 1000 y no hasta la invasión romana, hasta Julio César, que hizo una guerra privada e invadió la Galia”. Los mismos argumentos esgrimió el senador Pierre Ouzulias durante el debate: su ejemplo es el de los caballos de San Marcos, requisados por Napoleón a Venecia, pero que a su vez llegaron a Venecia desde Constantinopla, ciudad que en el momento en que fueron llevados a la laguna estaba bajo dominación bizantina (y por tanto, según los oponentes, siguiendo el razonamiento hasta el final y remontándose ocho siglos atrás... quizá Italia debería devolverlos a Grecia).

La postura de quienes creen que existe una discrepancia entre las restituciones a países africanos y otras posibles peticiones es menos firme, pero puede leerse entre líneas en lo que declaró la entonces ministra francesa de Cultura , Roselyne Bachelot , durante el debate en la comisión de Cultura: “Además de haber devuelto obras de arte requisadas por los ejércitos de Napoleón a las potencias europeas en el marco del Congreso de Viena, nuestro país ha restituido más recientemente objetos de arte a Laos a raíz de un acuerdo bilateral, una estatua robada de Amon Min aEgipto en 1981 en aplicación de una sentencia judicial francesa, veintiuna cabezas maoríes a Nueva Zelanda a raíz de una ley votada en 2010 por iniciativa de la senadora Catherine-Morin Dessailly, o treinta y dos placas de oro a China, en aplicación de la Convención de la Unesco de 1970 para la lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales, ratificada por Francia en 1997”. Básicamente, lo que el Ministro parecía querer decir es que entre la posible restitución de obras resultantes de los expolios de Napoleón y los demás casos sí parece haber una diferencia: el hecho de que ya después de la caída de Napoleón, a raíz del Congreso de Viena, muchas potencias europeas recuperaran varias obras que pudieron así volver a sus países de origen (por la fuerza, además: de hecho no hubo acuerdos ni tratados que legitimaran las devoluciones, por lo que, razonando en derecho, dado que muchas obras fueron requisadas por Napoleón en base a los tratados de paz, algunos han llegado a decir que debería ser.... Francia a exigir la devolución de las obras requisadas durante los expolios y devueltas a Italia y otros países). En cambio, para los países africanos colonizados, y para otras situaciones más recientes, no ha habido casos similares, es decir, ningún país africano ha acudido nunca a Francia para reclamar sus obras, como hicieron los países europeos tras la caída de Napoleón. Y ésta parece ser también la orientación del citado Martínez, que en su informe con vistas a una ley marco no contempla la idea de ampliar los criterios de restitución a las obras requisadas durante la época napoleónica, puesto que ya fueron objeto de repatriación en la época del Congreso de Viena.

Los caballos de San Marcos. Foto: Wikimedia/Morn
Los caballos de San Marcos. Foto: Wikimedia/Morn

El caso de los Países Bajos

Por el momento, el único país que ha abordado seriamente la cuestión de exigir o no la restitución de los bienes robados durante la ocupación napoleónica es Holanda. En 2023 se celebró en la Mauritshuis deLa Haya una exposición titulada Loot - 10 stories (Botín: 10 historias) en la que se abordó la cuestión. Se ha calculado que los ejércitos de Napoleón enviaron 194 obras de arte de los Países Bajos a Francia, que acabaron en el Louvre. No fue un daño menor: los cuadros pertenecían al museo que inauguró Guillermo V en 1774, justo veintiún años antes de la ocupación francesa. Fue el primer museo de los Países Bajos y toda su colección fue requisada. Por suerte para los holandeses, no se produjo un saqueo sistemático y generalizado como en Italia: la República de Batava, es decir, el Estado que los franceses establecieron en el territorio de los Países Bajos, fue declarada “república hermana” por Francia, y en virtud de esta relación amistosa era difícil justificar cualquier saqueo, por lo que las únicas obras requisadas fueron las del último Statolder de la República de las Siete Provincias Unidas.

Tras la derrota de Napoleón en Waterloo, una delegación neerlandesa acudió a París para negociar la restitución, al igual que hicieron otros muchos países afectados por las requisas. Dos tercios de las obras regresaron a los Países Bajos: hoy en día, Francia conserva en sus colecciones 67 obras que estaban en territorio neerlandés antes de que Napoleón invadiera el país. Se trata en su mayoría de obras que habían sido trasladadas del Louvre a otros museos franceses, destino que comparten con varias obras italianas, que siguen dispersas en diversos museos de Francia. Los Países Bajos, sin embargo, hicieron saber que no estaban interesados en solicitar la devolución de las 67 obras desaparecidas. Una de las grandes preguntas que nos asaltan en esta exposición", declaró la directora del Mauritshuis , Martine Gosselink, a The Art Newspaper , “es: ¿queremos que nos devuelvan las obras? Devolvemos arte que fue saqueado por los colonizadores, ¿por qué no éste?”. Su respuesta es: “¿realmente lo necesitamos? ¿Tenemos depósitos o museos vacíos? La respuesta es no”.

Exposición Loot - 10 historias, La Haya, Mauritshuis
Exposición Loot - 10 stories, La Haya, Mauritshuis. Foto: Zaalfoto
Exposición Loot - 10 historias, La Haya, Mauritshuis
Exposición Loot - 10 historias, La Haya, Mauritshuis. Foto: Zaalfoto

Dos orientaciones (¿irreconciliables?): derecho frente a moral

Como decíamos al principio, por tanto, a falta de instrumentos jurídicos, siguiendo una historia bien establecida (la de las restituciones posteriores a 1815), una posible solicitud de restitución de obras que Napoleón requisó en Italia y que aún se encuentran en Francia, no sería más que un hecho cultural o político. Lo mismo ocurre, por otra parte, con las restituciones a países africanos: de las motivaciones de la ley sobre las restituciones a Benín y Senegal se desprende que la medida era necesaria para afirmar la posición de Francia en el debate sobre las repatriaciones, una posición de apertura hacia la restitución de obras emblemáticas del patrimonio africano, así como para sancionar su papel en un marco de asociación con los países africanos de origen.

Siendo por tanto una cuestión cultural y política, el debate sigue abierto. Y existen esencialmente dos posturas, bien resumidas por la historiadora del arte Bénédicte Savoy, autora, junto con Felwine Sarr, del famoso informe Restitution du patrimoine culturel africain. Vers une nouvelle éthique relationelle, presentado al Presidente de la República Francesa el 23 de noviembre de 2018, y un documento que, de hecho, ha encendido el debate en torno a la cuestión de la restitución. Una posición se refiere al derecho, mientras que la posición contraria se refiere a la moral. Los partidarios del derecho, opuestos a la restitución, escribía Savoy en su artículo de 2022, “se apoyan en argumentos jurídicos para afirmar que las adquisiciones aliadas son injustas e ilegales. La invocación del derecho de pillaje, que históricamente selló el consentimiento a la enajenación de los bienes robados, permite desplazar la cuestión del origen geográfico de las obras a la de su origen jurídico: ¿fueron tomadas en el marco de campañas militares que dieron lugar a armisticios o tratados? ¿Se formalizó su apropiación con algún título jurídico? ¿Las personas que sufrieron el expolio dieron su consentimiento, lo firmaron y refrendaron?”. Los argumentos de los defensores de la moral, a favor de la restitución, “no se sitúan en el plano del derecho de la guerra, sino en el plano del derecho internacional, de los derechos humanos, por tanto en el plano moral. No se interesan por la procedencia jurídica en el sentido de cómo se adquirieron las obras, sino por su título, que vinculan a la cuestión de los territorios: a sus ojos, sólo se trata de considerar esas obras según su origen”. Hay que añadir, con respecto a lo especificado por Savoy, que podrían añadirse otros elementos a la discusión. Por ejemplo, el hecho de que las obras italianas expuestas en Francia, en la época en que París era la principal capital del mundo, contribuyeron a difundir la cultura italiana en el extranjero, y siguen haciéndolo hoy en día. Además, como decía Gosselink, puede que los países de origen no necesiten traer de vuelta sus obras: Italia ya es rica en obras maestras, así que quizá no habría necesidad de pedir las que ahora están en museos franceses, si no es para complacer ciertas reivindicaciones nacionalistas. Por no hablar de que las obras del Louvre y de otros museos franceses llevan más de doscientos años desaparecidas de sus emplazamientos originales, y entretanto la historia ha seguido adelante, buscando la manera de llenar los vacíos. En resumen, por todas las razones mencionadas, es totalmente improbable que Italia presente seriamente una solicitud de restitución, y es aún más improbable que Francia la acepte.


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