Elfuturo de los museos será cada vez más transmedia. Hemos abordado varias veces en esta revista el tema de la transmedialidad en los museos, con artículos del museólogo Sandro Debono (como el dedicado a la "pandemia museística “, que desarrollaba el tema sugiriendo cómo los museos podrían volverse más transmediáticos), y es interesante observar cómo diversas instituciones, incluso en Italia, se mueven más o menos conscientemente en esta dirección. El concepto de ” transmedialidad " fue acuñado por el académico estadounidense especializado en medios de comunicación Henry Jenkins, quien en su conocido ensayo de 2006(Convergence culture. Where old and new media collide, traducido en Italia en 2007) explicaba que “una historia es transmedial cuando se desarrolla a través de múltiples plataformas mediáticas, donde cada nuevo texto aporta una contribución distintiva y valiosa a todo el sistema”. La transmedialidad es, en definitiva, la capacidad de crear un universo narrativo en torno al museo, que se desarrolla a través de múltiples plataformas. Un museo, por tanto, llega a su público a través de diferentes canales: página web, publicaciones, documentales, cómics, vídeos, presencia en redes sociales, publicidad en medios tradicionales, apps y un largo etcétera.
El dpcm del pasado 3 de noviembre cerró los lugares de cultura de toda Italia, sin hacer distinción alguna en función de la situación epidemiológica de cada territorio. Los museos (al igual que las bibliotecas, los archivos, los cines y los teatros) se han encontrado, por tanto, de nuevo en una difícil situación de impasse, a la que también hemos vuelto varias veces en estas páginas: y en semejante aprieto una de las principales prioridades de los museos es no perder el contacto con el público. Los medios de comunicación (y no sólo los digitales, como veremos) son, por tanto, una elección obligada: hay que subrayar que para los museos, lo digital y, en general, la comunicación dirigida al público no son distracciones ni, peor aún, alternativas a la visita real. Nadie cree que lo digital sea un sustituto de la experiencia en vivo, como muchos podrían pensar erróneamente al ser testigos de laexplosión de contenidos culturales digitales que nos acompaña desde marzo. Si acaso, es una necesidad que responde a varios objetivos, sobre todo el intento de entender qué relevancia tiene el museo para su comunidad y, en general, para sus públicos objetivo, y la búsqueda de un contacto más cercano y profundo con el público.
Por ello, varias instituciones se han dado cuenta de que lo digital no es un medio de cierre de emergencia, sino una herramienta útil para trabajar hacia la reapertura. En las últimas semanas estamos asistiendo a un fenómeno muy similar al que se produjo durante el verano, cuando, tras la reapertura, los museos ensayaron formas diferentes, innovadoras y nunca antes probadas para recuperar al público (una gran parte del cual, muy comprensiblemente, tiene cierta desconfianza hacia los recintos cerrados: también hay que tener en cuenta que una gran parte del público de los museos está formada por visitantes mayores de 65 años) y captar a otros nuevos. También se ha hablado de ello aquí: ha habido museos que han organizado conciertos o actividades al aire libre, otros que han montado festivales de teatro, algunos se han convertido en salas de cine, y otros, adaptándose a la situación, han pensado en ir al encuentro de su público inventando experiencias de visita alternativas o a medida. Lo mismo está ocurriendo en estas semanas: el segundo encierro que ha azotado a los museos ha empujado a muchos a adaptarse, buscando nuevas formas de comunicar los museos, a veces aplicando la transmedialidad, para llegar al público de una manera más capilar.
El teatro del Centro Pecci de Prato, que ha acogido varios conciertos este verano |
Un concierto en el claustro de San Pietro de Reggio Emilia |
En algunos casos, los museos se han limitado a activar los canales más “tradicionales” de comunicación digital, pero lo han hecho de forma orgánica, con proyectos serios y una programación adecuada, en la que muchos han vuelto a apostar por una de las piedras angulares de la relación entre museos y público durante la pandemia: la atención a las comunidades locales. Muchos expertos, observadores e iniciados han reiterado que, durante mucho tiempo, el público de los museos será mayoritariamente local, ya que, al menos durante los próximos meses, será impensable alcanzar los flujos turísticos del periodo precovídico (que volverán una vez superada la pandemia: siendo optimistas, habrá que esperar al próximo verano, siendo realistas a 2022), y centrarse en el público de la propia ciudad y territorio, o estimular un turismo de proximidad más robusto, será una necesidad para todos. Entre los que, por tanto, están planificando muy bien el lado online se encuentra el Centro Pecci de Prato, autor ya de un intenso programa de verano, que para el otoño ha creado una agenda online, Pecci On, dividida en dos partes: #Museum2B, un ciclo de encuentros que reúne a personalidades del sector (directores de museos, conservadores, profesionales) que reflexionarán sobre el papel del museo hoy, y KeyWords, un formato que aúna arte y psicología. Eso no es todo: el Pecci se convierte también en un cine en streaming, con tres proyecciones al día (de pago), así como en una plataforma de encuentro, ya que los jueves, con #PecciBooks, se ofrecerán presentaciones de libros y con #PecciArtistTalk habrá conversaciones con artistas.
La Uffizi también se está distinguiendo en estos meses, obviamente no solo por la conocida campaña fotográfica de Chiara Ferragni, que no es más que la punta del iceberg de lo que está haciendo el museo (que, por otra parte, en el caso de la sesión fotográfica de la conocida influencer, no hizo más que explotar a su favor la ola mediática de un famoso que acudió al museo a puerta cerrada para rodar un anuncio, al igual que hacen otras muchas personas en muchos museos del mundo). Los Uffizi han trabajado muy bien online, aterrizando en todas las redes sociales, adoptando un lenguaje diferente para cada una (Facebook para retransmisiones en directo y pequeños análisis en profundidad segmentados, Instagram con micropíldoras sobre las obras, Twitter con un fuerte enfoque en los últimos acontecimientos y una fuerte audiencia internacional, TikTok con vídeos cortos irónicos y desenfadados para intentar llegar a un público más joven) y también han creado un programa en directo, Uffizi on air: por un lado vídeos en directo especialmente realizados para los canales sociales, emitidos en el perfil de Facebook los martes y viernes, y por otro una idea que podría parecer de una banalidad desconcertante, pero que muy pocos ponen realmente en práctica, a saber, la retransmisión en directo de eventos celebrados en directo. Los Uffizi han decidido activarla para los tradicionales “Miércoles de los Uffizi”, los encuentros que se celebran los miércoles desde hace años y en los que se abordan temas relevantes del arte y la cultura, a menudo presentando nuevos descubrimientos o puntos de vista inéditos. Es una buena práctica que esperemos que continúe incluso cuando la pandemia haya terminado: uno de los pocos aspectos positivos de Covid es que ha puesto en línea muchos encuentros interesantes que antes sólo se podían seguir acudiendo físicamente (pensemos en los beneficios para quienes tienen que desplazarse, y también en los beneficios para el museo al llegar a un público más amplio).
Y aún pensando en los medios más “tradicionales” de comunicación digital, cabe destacar los proyectos de la Galleria dell’Accademia de Florencia y el Parque Arqueológico de Paestum, que se han centrado en sus propias obras. El museo florentino activó una importante colaboración con la empresa Haltadefinizione, que trabaja desde hace años en el campo de las tecnologías para el patrimonio cultural (es una de las excelencias italianas dela imagen), para someter algunas de las obras más importantes de la colección a una campaña de adquisición de imágenes en alta definición, con el resultado de que setenta y cinco obras maestras pueden verse con todo lujo de detalles, con ampliaciones espectaculares: en un panorama general en el que, en 2020, sigue siendo difícil encontrar en la red buenas imágenes de las obras conservadas en diversos museos, es un resultado que hay que celebrar. En la misma línea ha trabajado Paestum, que ha puesto en línea su patrimonio, gracias al nuevo catálogo digital, Sistema Hera, abierto al público, que puede consultar información de catálogo, documentos de archivo, patrimonio monumental, y también recrear el vínculo contextual de los hallazgos con los lugares donde fueron descubiertos, con las investigaciones que los sacaron a la luz y con su documentación.
Galería de los Uffizi |
Las obras maestras de la Galería de la Academia de Florencia en HD |
El Parque Arqueológico de Paestum |
Pasando a las modalidades menos previsibles, los museos que ofrecieron cursos en línea obtuvieron un gran éxito. No son muchos los museos que han pensado en ello, pero para los que han presentado este tipo de oferta al público, el resultado ha sido más o menos el mismo para todos: un éxito inmediato de público. En Venecia, la Colección Guggenheim ha puesto en marcha L’arte è vita (El arte es vida), un curso de historia del arte con Alessandra Montalbetti, de la Pinacoteca di Brera, dividido en dos ciclos de cuatro lecciones cada uno, organizado en la plataforma Zoom, reservado a los socios del museo (aunque uno puede apuntarse en cualquier momento, además con un descuento del 30% sobre la cuota anual si decide hacerlo antes del 31 de diciembre), y al que se accede con un donativo desgravable de 50 euros. Las conferencias abordan temas temáticos, explorando las conexiones entre el arte y otros campos del saber: alquimia, publicidad, música, alimentación, literatura, moda, filosofía, cine.
Más “tradicional” en cambio fue el curso del Museo Diocesano de Milán, que en octubre lanzó La lunga scia della bellezza (La larga senda de la belleza), un curso de historia del arte centrado en los siglos XVII y XVIII con el famoso historiador y divulgador de arte Stefano Zuffi, que en cada lección ofrecía estudios monográficos en profundidad sobre artistas concretos, por orden cronológico (Vermeer, Guido Reni, el siglo XVIII, el vedutismo, Tiepolo, Goya y Canova). En este caso, el museo optó por un método de pago diferente: no una tarifa única por un ciclo de conferencias, sino una por cada conferencia individual (10 euros cada una). Por último, cabe mencionar el experimento de la Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea (GAMeC) de Bérgamo, que a partir del 28 de noviembre pondrá en marcha Aula Magna. Arte, ciudadanía y Constitución, un curso único sobre arte y educación cívica, con un formato muy original: cada sábado, un experto diferente partirá de una obra de arte expuesta en la exposición Ti Bergamo - Una comunidad para abordar temas de educación cívica (por ejemplo, el derecho a la cultura y el acceso a la educación en línea, el derecho medioambiental, la desigualdad de género, la solidaridad y el Estado del bienestar, el derecho a la salud, etc.).
Por último, hay museos que han decidido tomar otros caminos igualmente innovadores. Está, por ejemplo, la Fundación Magnani de Reggio Emilia, que ha decidido recurrir a un medio aún más tradicional: el teléfono. Y en una especie de reedición de las Fábulas por teléfono de Gianni Rodari (sobre todo teniendo en cuenta que en 2020 se cumplirá el centenario del nacimiento del gran escritor infantil), este otoño el museo de Reggio Emilia propone... obras por teléfono. La iniciativa se titula Obras al teléfono y, del 11 de noviembre al 23 de diciembre, permite al público ser informado telefónicamente por el personal del museo sobre una obra de su elección de la exposición Ficciones verdaderas: basta con llamar al Palazzo Magnani a su número, y responderá un experto, con el que podrá mantener una conversación sobre su obra favorita. Una experiencia que, al menos que nosotros recordemos, es nueva para Italia, pero no en términos absolutos: la puso en marcha durante el encierro de primavera un museo holandés, el Museo LAM de Lisse, que mantuvo a su público con un servicio similar, titulado Viewphone: también en ese caso era posible llamar al museo y hablar de arte con todos los empleados de la institución (el director, el conservador, el personal de la librería, el de la limpieza). El concepto es desarmantemente sencillo: puesto que, cuando el museo está abierto, estamos acostumbrados a hablar de viva voz con la gente, pretendemos hacer lo mismo cuando esté cerrado.
Otro museo que explota el potencial del audio es el MAXXI de Roma, que lo hace con el proyecto Collezione da ascoltare, iniciado durante el llamado cierre de primavera y reiniciado este otoño: En esta nueva edición, cuatro actores (Sonia Bergamasco, Luigi Lo Cascio, Isabella Ragonese y Luca Zingaretti) y una escritora (Michela Murgia) han dado “voz” a cinco obras icónicas del museo, leyendo textos escritos por Sofia Bilotta, del MAXXI, en colaboración con Rosella Frittelli y Luciano Pulerà, participantes ciegos en los programas de compromiso público del MAXXI. Las audiodescripciones se publican semanalmente, a partir del 15 de noviembre, y duran aproximadamente cinco minutos cada una. A la edición de primavera asistieron también conocidos votos del mundo del cine, el espectáculo y la cultura, como Paola Cortellesi, Fabrizio Gifuni, Neri Marcorè y Pif. Una especie de declinación diferente de la audioguía clásica: una idea ciertamente no nueva, pero siempre muy apreciada.
Colección Peggy Guggenheim. Foto de Matteo De Fina |
La sala dedicada al proyecto Aula Magna dentro de la exposición Ti Bergamo - A community. Foto Crédito Lorenzo Palmieri |
MAXXI de Roma |
En la base de estos proyectos está la idea de que el museo no es una institución cristalizada, que habla desde un pedestal de una sola manera, con una sola voz, o con un enfoque descendente, como suele decirse: incluso un museo puede ser todo un universo compuesto de varios mundos, naturalmente conectados entre sí, pero que no necesariamente comunican los mismos temas, de la misma manera, a los mismos públicos. De hecho, hay que subrayar que no existe “un” público: los públicos pueden ser diversos y alcanzables por los medios más variados, quizás incluso alejados de las sensibilidades más tradicionales, pero siempre con el objetivo de conectar el museo con la gente. Cabe mencionar, por ejemplo, el caso del Museo de Orsay, que en las últimas semanas ha conseguido llegar a miles de personas gracias a un emotivo cortometraje compartido a través de las redes sociales y muy apreciado por el público de la red: es un lenguaje que puede no ser apreciado por muchos, pero desde luego tampoco es una banalización (a lo sumo es un vehículo que servirá para transportar a nuevos y viejos públicos hacia los contenidos más profundos).
Los museos, en conclusión, están cerrados pero no quietos, y si un lado positivo a los cierres (ciertamente dolorosos y económicamente perjudiciales) hay que buscarlo en este encomiable dinamismo que recorre el panorama museístico y que ha llevado a muchos museos a intentar experimentar todo el tiempo, sin quedarse quietos y observando, con la idea de que el museo también forma parte de la sociedad y participa diariamente en la vida de su comunidad.
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