Nápoles se ha convertido desde hace unas horas en la capital mundial de la blasfemia: Ceci n’est pas un blasphème, un festival de arte por la libertad de expresión que se celebra en PAN. El festival, comisariado por Emanuela Marmo, comienza con algunas preguntas: “¿Denunciar a los poderes financieros de las iglesias o a su apoyo a dictaduras y organizaciones paramilitares es blasfemo? ¿Desafiar la costumbre de las novias infantiles o la obligación de llevar velo es injusto? ¿Es ilegítimo denunciar los estereotipos de género o de roles construidos por las tradiciones? Dictaduras, abusos infantiles, discriminación sexual: ¿no es todo esto mucho más peligroso que la blasfemia?”. Con exposiciones, conferencias y actos, Ceci n’est pas un blasphème pretende, por tanto, abordar estas cuestiones.
En las últimas horas, sin embargo, el evento ha estado en el centro de la polémica (en las redes sociales, pero también en los periódicos locales, con intervenciones en contra de intelectuales como Peppe Barra y Maurizio Di Giovanni) porque por toda la ciudad han aparecido grandes carteles rellenos de blasfemia, que revisitan famosos anuncios publicitarios, carteles electorales y portadas de cómics (incluido Mickey Mouse), poniendo la blasfemia en lugar de títulos y eslóganes. Los autores de esta operación de subvertising son varios artistas invitados al festival (Ceffon, DoubleWhy e Illustre >Feccia), promovido también por el Ayuntamiento de Nápoles. Sin embargo, el ayuntamiento no sabía que se iban a colocar estos carteles. ’Inmediatamente activé el servicio de marketing para iniciar las comprobaciones. También estos carteles, tras las comprobaciones oportunas, como ocurre siempre con todos los carteles abusivos, serán retirados por Napoli Servizi", declaró la concejala de Cultura, Annamaria Palmieri. “Quiero dejar claro -añadió- que el festival tiene características muy selectivas: sólo se puede ver si se tiene conciencia religiosa, y sólo se puede acceder a él si se es mayor de edad”.
Los carteles, al ser una intervención subpublicitaria, son por tanto un sabotaje creativo de los espacios publicitarios que se produjo a espaldas de todos, del ayuntamiento y de la propia organización del festival. Por ello, la organización se desmarcó pero defendió los motivos de los artistas que colgaron estos carteles por la ciudad. Se trata“, explicó Emanuela Marmo, ”de su iniciativa espontánea y autónoma, de la que sé poco, salvo lo que me cuentan amigos, conocidos y usuarios enviándome fotos desde Nápoles. Ni que decir tiene que la concejalía o la administración municipal saben aún menos. Me parece ridículo y engañoso ponerles en un aprieto sobre una circunstancia que excluye totalmente su implicación. Los subversivos no informan a nadie de sus acciones, y mucho menos piden permiso: de lo contrario, su arte no se llamaría subversivo. Aprovecho la ocasión para dar las gracias a los artistas y recordar a quienes me leen en qué consiste esta forma de arte. El subvertising “abusa”, sabotea y se reapropia creativamente de los espacios de la publicidad y la propaganda para lanzar mensajes de protesta, de libertad, subvirtiendo los conceptos que habitualmente nos educan y condicionan. En lugar de contaminar nuestra percepción en favor del consumo pasivo de ideas e imágenes, provoca nuestra atención hacia contenidos que de otro modo no se nos propondrían. Es cultura, es pensamiento crítico ofrecido a todos. Estos carteles pueblan nuestras calles sin ánimo de lucro, sin privatizar el conocimiento. La oposición de los ciudadanos, que han señalado que los carteles también aparecen cerca de lugares de culto o frecuentados por niños, me hace estar aún más convencido de que la subpublicidad es fundamental. Esos mismos ciudadanos, en realidad, no tienen nada que decir, son absolutamente adictos a los mensajes publicitarios que también abarrotan esas mismas calles, cerca de los mismos lugares de culto o frecuentados por niños. Mensajes publicitarios que inoculan un uso erotizado del cuerpo femenino y de la infancia, que promueven cánones estéticos frustrantes e inalcanzables para la gente corriente, que asocian la belleza a la posesión de bienes inútiles, caros y clasistas. He aquí que a todos estos mensajes deseducativos, carentes de ética, los ciudadanos no se oponen, se dejan seducir por ellos. Bienvenida sea la subpublicidad que, con Ceffon(s), nos despierta de nuestro letargo.
Mientras tanto, ya hay quien ha respondido creativamente a las blasfemias: algunos madonnari, los artistas que crean imágenes religiosas en la calle, se presentaron el martes frente al PAN, sede del festival, para llenar la calle de imágenes de Jesús, la Virgen y los santos. Una respuesta que, por otra parte, fue apreciada por la organización del festival, ya que trasladó el debate al plano de las ideas, la creatividad, la iconografía y la relación con el espacio público y colectivo, y no al de la polémica. Una respuesta bella, inteligente, civilizada y que alivia", comentó Marmo.
Nápoles, aparecen carteles con blasfemias para promocionar la exposición. Polémica |
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