He visto, con unos días de retraso, la entrevista a Massimo Bray realizada por Fabio Fazio en el episodio del domingo pasado de Che tempo che fa. No quiero decir que hubiera hecho mejor en dedicar esos 18 minutos y 28 segundos a otras actividades, dada la banalidad de las preguntas de Fazio (que él mismo admitió en los primeros segundos de la entrevista): y de hecho digo que esta entrevista sirvió para hacernos comprender cómo Massimo Bray es una figura más adecuada que nunca al papel que desempeña. En torno al famoso asunto de los 500 jóvenes para la cultura, Bray supo mantener un perfil humilde (una auténtica rareza en la política de estos días), supo admitir los errores del ministerio, consiguió que se cambiara el texto de la convocatoria, demostrando así una capacidad de diálogo que no deja indiferente (la mayoría de sus colegas deberían tomar ejemplo de ello). Todo un caballero.
Lo cierto es que, incluso con toda la buena voluntad, los defectos de la convocatoria están lejos de resolverse: como alguien sugirió, quizá habría sido mejor no haber publicado nunca tal convocatoria. Entre las decenas de artículos que se han escrito sobre el tema en los últimos días, y navegando a vista de pájaro en el mar de comentarios y artículos lamentándose ahora contra el ministerio, ahora contra el ministro, ahora contra todas las instituciones, he encontrado, entre los inteligentemente escritos, uno de Tomaso Montanari en Il Fatto Quotidiano y otro, también enlazado en el artículo de Montanari, de Paolo Giovine publicado en el sitio del académico Claudio Giunta. Tanto Montanari como Giovine plantean la pregunta que hay que hacerse antes que cualquier otra, antes incluso de pensar si la remuneración es correcta, si el número de horas es correcto, si exigir requisitos de excelencia es correcto, a saber: pero ¿qué harán exactamente los 500 jóvenes para la cultura?
Se podría encontrar una respuesta a esta pregunta en elanexo 1 de la convocatoria, titulado Programa “500 jóvenes por la cultura”: El artículo 3 establece que el programa prevé “la puesta en marcha de sistemas integrados de conocimiento a través de la producción de recursos digitales basados en la digitalización de imágenes y reproducciones del mismo patrimonio en sus diferentes componentes, orientados a la elaboración de exposiciones virtuales e itinerarios temáticos con una fuerte vocación local y turístico-cultural que potencien, también de forma integrada, los recursos ubicados en el territorio -también a través de sistemas centrales- permitiendo su acceso a un público multiobjetivo”. Resumiendo y parafraseando el lenguaje burocrático (el adjetivo “igual” debería ser abolido de todos los diccionarios), cabe pensar que el producto final que resultará del trabajo (perdón, de la formación) de estos quinientos jóvenes serán recursos digitales destinados a la promoción del patrimonio cultural italiano. Habrá tres macroproyectos, uno dedicado a los “itinerarios de turismo cultural con fuerte vocación territorial”, otro a la memoria de la Gran Guerra, y el último es como el primero, salvo que en lugar de examinar las obras visuales, examinará las tradiciones rituales y sociales, la cultura alimentaria y todo lo que pueda considerarse “patrimonio cultural inmaterial”.
La primera consideración es: ¿quién formará a los jóvenes? Los recursos digitales ministeriales no suelen brillar por su carácter innovador, su facilidad de uso y su intuitividad. Suelen ser confusos e insuficientemente explicativos. A menudo hacen caso omiso de sus propias declaraciones de accesibilidad. ¿Ha probado a navegar por MuseiD-Italia? Sin duda contenidos de calidad, pero el problema es todo lo demás: el menú es un simple agregador de noticias (y muchas entradas están vacías: hasta la fecha no aparece nada en “Castillos y fortificaciones” y “Edificios históricos y museos especializados”, por ejemplo), es prácticamente imposible acceder a la ficha de un solo museo sin pasar por el buscador interno (lo intenté pero desistí tras veinte minutos de intentos infructuosos), la página de ayuda crea más confusión que ventajas (se habla de “cuatro puntos de acceso”, cada uno con su propio título, pero, en contra de toda regla de buena usabilidad, no se indican los títulos de los “cuatro puntos de acceso” en sus respectivas secciones, e incluso se habla de elementos de menú inexistentes, como “Lugares de cultura”: se invita al usuario a hacer clic en “Lugares de Cultura”, pero no existe ningún enlace con este nombre... ), se utilizan términos barrocos (“is referred to by”, traducción torpe e improbable del inglés técnico “referred to”, en lugar de un más comprensible “is linked from”, o, si se quiere salvaguardar el modismo itálico, un “Puntano qui” a lo Wikipedia... o incluso un simple “is cited in”), y a menudo se duplican los contenidos. Por ejemplo, el Retablo de Santa Maria dei Fossi de Pinturicchio: la misma ficha (con muy ligeras diferencias) en MuseiD-Italia y en el portal Cultura Italia. O, de nuevo, un ejemplo mucho más extraño: el dosier de Vigoroso da Siena, con no menos de seis fichas todas iguales, pero con títulos diferentes (cada título está dedicado a un compartimento diferente del dosier, pero si las fichas son idénticas, ¿para qué?). ¿Por qué semejante derroche de preciosos bytes? Por no hablar de las URL que son un manifiesto de anti-intuitividad y de las páginas muy pesadas: la ficha del retablo de Pinturicchio en MuseiD-Italia pesa incluso 2,9 MB, ¡vaya accesibilidad! Los que dispongan de una conexión lenta están prácticamente condenados.
Así que una primera pregunta, aunque bastante retórica, es: ¿quién se encargará de la formación? Si serán los mismos que pusieron en marcha recursos ineficaces y muy cuestionables (desde un punto de vista técnico), el resultado será uno solo, es decir, se formará a 500 jóvenes (o 500 desesperados, como se les ha rebautizado: una definición con la que estoy totalmente de acuerdo) que traerán consigo los mismos defectos, las mismas prácticas ineficaces, el mismo enfoque técnicamente aproximativo que sus “maestros”. Una segunda pregunta podría ser: ¿por qué el Ministerio de Cultura siempre tiene que pensar en proyectos a corto plazo o a muy corto plazo? La convocatoria de propuestas dura un año. El propio sitio de MuseiD-Italia, que tendría todo el potencial para ser un recurso muy bueno, “prevé una duración de 12 meses”, como se indica en el resumen del proyecto. O, para cambiar de ejemplo, podríamos citar el casi inútil proyecto e-Mouseion, que duró de 2010 a 2012, y que hoy se presenta como un exiguo motor de búsqueda, incompleto hasta la vergüenza (buscando “Génova” en el buscador de texto libre, salen seis museos, de los cuales sólo uno es genovés, la Galleria Nazionale di Palazzo Spinola, aunque hay otros museos estatales en la provincia de Génova, y buscando “Florencia” falta incluso el Uffizi, pero en su lugar aparece el Palazzo Reale de Turín) y donde todas las fichas de información de los museos devuelven error 500. Tercera pregunta: ¿por qué crear duplicados inútiles? Tomemos como ejemplo la Gran Guerra: en la red hay una inmensa cantidad de sitios dedicados al tema, algunos de los cuales cuentan incluso con patrocinio institucional. ¿No sería por tanto más lógico promover lo que ya existe y destinar esos 2,5 millones de euros a la creación y valorización de una red cultural en la web, bajo la égida del Ministerio de Cultura?
No es una propuesta distinta de la que hace Paolo Giovine en su artículo, que propone dividir la financiación entre “99 start-ups + una super-start-up, que revise la existente y en la que los que puedan echar una mano den algo de su tiempo”. ¿Y por qué, digo yo, 99 start-ups? Bastaría con la mitad, pero con una contraprestación justa: una financiación de 50.000 euros brutos al año permitiría a una start-up cultural contratar a un especialista de forma permanente y además bien pagado, o contratar a un empleado a tiempo completo y decentemente pagado y a otro decentemente pagado, pero a tiempo parcial.
¿Sugerencias? Por ejemplo, museionline.info, el portal de los museos italianos: intuitivo, fácil, limpio, ligero. Una alternativa válida y completa a los proyectos del Ministerio. Tomemos mostreINmostra, que podría convertirse en el portal especializado en exposiciones más importante, con un observatorio preparado e imparcial. Tomemos a las chicas de #svegliamuseo, que podrían impartir formación (¡real y útil!) sobre redes sociales, un tema sobre el que hay mucho que aprender a nivel institucional. Tomemos, sin falsa modestia, nuestro propio Windows on Art y convirtámoslo en un curso completo de historia del arte, con contenido multimedia pero también textual (ya casi hemos terminado la transcripción de todos los episodios). Tomemos todos los diversos proyectos de digitalización de imágenes del patrimonio artístico italiano (pienso en ArteAntica.eu, Arte.it y similares), aprendamos su facilidad de consulta y navegación, y financiémoslos para que apliquen sus criterios de usabilidad al vasto patrimonio de Cultura Italia y lo mantengan a lo largo de los años. Querido Ministerio de Patrimonio Cultural, para la promoción y puesta en valor del patrimonio, concede financiación a estos y otros muchos proyectos que merecen la pena, pensando a largo plazo o, por qué no, sin fecha de caducidad, y busca más recursos para que no haya más 500 derelictos dispuestos a perder un año haciendo data-entry, y que su profesionalidad sea reconocida y recompensada. Dejemos que los historiadores del arte sean historiadores del arte. Al fin y al cabo, cuando los historiadores del arte se improvisan como divulgadores (o “digitalizadores del patrimonio”), ya se ven los resultados. Por supuesto, hay excepciones (limitándome al círculo de amigos, podría mencionar a dos historiadores del arte que también saben comunicar de manera excepcional, Grazia Agostini y Fabrizio Federici): pero siguen siendo la minoría, e Italia necesita actualmente historiadores del arte, arqueólogos, archiveros y lo que sea en su lugar, es decir, ocupándose de obras de arte, hallazgos, archivos. No delante de un ordenador haciendo (perdón: formándose en) un trabajo que sólo deciden hacer por falta de otras oportunidades. ¿Nos interesa personalmente? Por supuesto que sí, no veo por qué deberíamos ocultarlo. Y de todos modos, el problema no es la escasez de fondos: no hay escasez de dinero en Italia. Es que se despilfarra y malgasta descaradamente.
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