'Los Medici': poca historia real y mucha ficción, pero la serie funciona


Crítica de la serie "Los Medici" tras los dos primeros episodios. Poca historia real y mucha ficción, pero la serie es apasionante y continuaremos siguiéndola.

Tras la emisión repetida e insistente del tráiler oficial, el martes 18 de octubre se emitió en Rai 1 el esperadísimo primer episodio de la serie televisiva “I Medici”, el drama dedicado al Señorío que hizo de Florencia la ciudad italiana del Renacimiento por excelencia. Aquella noche, todos los aficionados y expertos en historia del arte y en la Italia del siglo XV (pero no sólo) se sentaron ansiosos en los sofás de sus casas a esperar el tema de apertura, “Renaissance”, cantado por la delicada y decidida voz de Skin. Naturalmente, nosotros tampoco podíamos faltar a la cita con la familia Médicis, curiosos por ver cómo el director Sergio Mimica-Gezzan (multipremiado por su participación como ayudante de dirección en películas como “Salvar al soldado Ryan” y “Minority Report”) contaría la historia de la Signoria florentina.

I Medici
Los Medici

Ciertamente, no esperábamos un documental histórico detallado y preciso, ya que, como sabemos, en los dramas televisivos suelen introducirse elementos que van más allá de la estricta realidad de los hechos y los personajes, a menudo precisamente para predisponer al espectador a emocionarse, apasionarse y ahondar en los acontecimientos y en el alma de los propios personajes, aunque durante el programa saltaran a la vista anacronismos e inexactitudes artísticas flagrantes. Un ejemplo flagrante de ello es el fresco que se vislumbra en una escena de Florencia de 1429 detrás de los dos hermanos Cosme y Lorenzo de Médicis: se trata de “Venus y Marte en el baño”, un fresco pintado por Giulio Romano en 1526, que podemos admirar en la Cámara de Psique dentro del Palacio Te de Mantua.

Por no hablar del inicio de las obras para la construcción de la cúpula de la catedral de Santa Maria del Fiore: el final del episodio está dedicado al comienzo de los trabajos dirigidos por un excéntrico y entusiasta Brunelleschi (Alessandro Preziosi), por lo que nos encontramos en 1429; en realidad, sin embargo, la construcción de la cúpula viene precedida por un concurso convocado por la Opera del Duomo en 1418 en el que también participó Brunelleschi y que, tras ganarlo gracias a su grandioso diseño inspirado en el Panteón de Roma, iniciará las obras sólo dos años después, en 1420.

Affresco di Giulio Romano nella Firenze del 1429
Fresco de Giulio Romano en Florencia en 1429

La reconstrucción histórica, como se ha dicho, no refleja en su conjunto la realidad, salvo en algunos pasajes (no exentos, sin embargo, de inexactitudes), como la elección del cardenal Cossa como papa mediante trucos deshonestos y sobornos, que en realidad, sin embargo, tuvo lugar en Pisa y no en Roma, como se muestra en la serie de televisión. O la rivalidad de los Medici con un (quizás demasiado caricaturizado) Rinaldo Albizzi en la vida política florentina, y la guerra de Lucca con el posterior acuerdo con Francesco Sforza para poner fin a la guerra.

También está presente el estereotipo de las series de televisión en las que todos los protagonistas deben ser guapos y bien dotados: podríamos nombrar algunos, entre ellos Brunelleschi, interpretado por un encantador Alessandro Preziosi, a quien recordaremos en otro drama costumbrista, ’Elisa di Rivombrosa’, como el apuesto conde Fabrizio Ristori, y Cosimo de’ Medici, interpretado por el joven Richard Madden, un cachas de mirada hechizante, ya famoso por formar parte del reparto de ’El Trono de Hierro’. La narración de la saga de la familia Médicis se basa en un continuo ir y venir entre el pasado y el presente, con un lapso temporal de veinte años: una forma de contar que puede resultar confusa o molesta a quienes no gusten de las narraciones con repetidos flashbacks, pero que, en cambio, creemos que ayuda a comprender mejor los acontecimientos del presente, tanto en lo que se refiere a los sucesos políticos de la ciudad como a la personalidad y las decisiones del principal protagonista de la serie, Cosimo de’ Médicis.

Siguiendo este ir y venir entre pasado y presente, se advierte de hecho, en esta ficción llena de encuentros improbables, una clara diferencia entre el joven Cosimo y el Cosimo maduro: a principios del siglo XV, tiene ambiciones de artista, se deleita observando las obras y monumentos del arte antiguo y dibujando en hojas que siempre lleva consigo en lugar de seguir los deseos de su padre, Giovanni di Bicci (Dustin Hoffman), un comerciante de lana que más tarde se convertirá en banquero del Papa. Su encuentro con Donatello en Roma será importante para él: le llevará a su taller donde conocerá a la bella Bianca (Miriam Leone), una lavandera que se hace pasar por modelo, de la que se enamorará perdidamente. Un amor considerado escandaloso por la diferencia de rango de ambos y, por tanto, aplastado por Giovanni di Bicci. En la Florencia de 1429, Cosimo, casado y con hijos, sucede a su padre tras la muerte de éste por envenenamiento y se ve obligado a continuar con los negocios de su familia, abandonando momentáneamente sus sueños de artista, hasta que decide acometer la grandiosa empresa de construir la cúpula del Duomo.

Intrigas, corrupciones y conspiraciones que harán que nos apasionemos cada vez más por la historia de la familia famosa por haber puesto a la ciudad de Florencia en el candelero y, aunque lo que se cuente esté mezclado con un poco de fantasía, bueno, no nos importa porque no es ni debe ser un documental histórico. La cita es pues para tres veladas más a la espera de descubrir las nuevas peripecias de “I Medici”.


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