Los bronces de Riace con boas y taparrabos con estampado de leopardo no rompen los prejuicios sobre los homosexuales: los alimentan.


El fotógrafo Gerald Bruneau ha adornado los bronces de Riace con boas y taparrabos con estampado de leopardo. Pero esto no contribuye a la lucha contra la homofobia, sino todo lo contrario....

El 28 de julio fue el cumpleaños de Marcel Duchamp: fue el primer artista que revisitó una obra maestra del pasado en clave profanadora para denunciar lahipocresía de la sociedad contemporánea. Corría el año 1919, la obra de Duchamp era L.H.O.Q., su gesto escandalizó a los bienpensantes de la época y aún hoy sigue dando que hablar. Menos revuelo causó, sin embargo, la obra del antiguo colaborador de Andy Warhol, el fotógrafo Gerald Bruneau, quien, según nos enteramos por un artículo de Dagospia (donde también se puede ver una galería con fotografías), “se coló con trampas” en el Museo Arqueológico Nacional de Reggio Calabria y adornó los bronces de Riace con taparrabos estampados de leopardo, velos de novia y escandalosas boas rosas.

¿La intención de la operación? Es Dagospia quien nos lo cuenta:"desenmascarar prejuicios e hipocresías", obviamente sobre la homosexualidad. Mientras tanto, podemos decir sin temor a equivocarnos que si uno de los objetivos era escandalizar a los observadores, Bruneau ha fracasado en su intento: aparte de Dagospia, un puñado de revistas de comunicación artística y algunos periódicos locales, nadie ha dado importancia al asunto. Lo que sólo puede significar una cosa: el público, desde 1919 hasta hoy, ha madurado y asimilado esta forma de proceder. La provocación como forma de arte se ha cansado, y hay básicamente dos maneras en las que todavía consigue que se hable de ella: cuando toca temas a los que el público es muy sensible (como el amor a los animales, por ejemplo: la provocación de la oveja de Hirst en Arezzo lo demuestra), o cuando hay un artista, o mejor aún, una artista, que se desnuda por completo y va por ahí sin nada puesto (como hizo Milo Moiré recientemente en Basilea). Por no hablar de que fue el propio Duchamp quien fundó el supuesto de que al artista se le reconoce por laoriginalidad de la idea. Entonces: dado que la performance de Gerald Bruneau no es original (como hemos visto, hace noventa y cinco años que, por primera vez, se profanó una obra maestra del pasado) y no escandaliza a nadie, ¿por qué sentimos la necesidad de hablar de ella?



Bronzi di Riace secondo Gerald Bruneau
Actuación de Gerald Bruneau. Foto tomada de Dagospia

Por una razón muy sencilla: porque es una performance que hace más mal que bien. Porque si, como dice Dagospia, se trata de una “provocación que atañe a las cuestiones del presente: derechos, sexualidad, género, discriminación”, entonces Bruneau no hace más que banalizar años de lucha por la igualdad de derechos, por la igualdad de género, contra la discriminación, presentándonos el estereotipo más grosero e insultante del homosexual, el del gay afeminado con un taparrabos estampado de leopardo y una boa al cuello. Quienes realmente se preocupan por el destino del mundo homosexual saben que a los homosexuales no les hace mucha gracia que se les represente de esta manera: el gay afeminado con boa, hablando de estereotipos, es el equivalente al italiano con pizza y mandolina. En los círculos homosexuales se critica desde hace tiempo esta forma de representar a los homosexuales y, desde cierto punto de vista, se les ridiculiza: por eso este tipo de operaciones no sensibilizan a nadie, sino que, al contrario, corren el riesgo de aumentar los prejuicios contra los homosexuales. Y sabemos lo dañinos que son los prejuicios: basta recordar los recientes acontecimientos de la actualidad.

La lucha contra la discriminación yla homofobia no pasa por eslóganes o imágenes de dudoso gusto y dudosa utilidad, ni por provocaciones que no provoquen ni hagan pensar. La lucha contra la discriminación pasa por laeducación y laenseñanza, y la primera enseñanza debe ser la que explique a la sociedad que no existe la diferencia en materia de homosexualidad: existe una persona idéntica a nosotros, que sólo tiene gustos diferentes en materia sexual. Entonces, ¿cómo podemos transmitir el mensaje de que los homosexuales son idénticos a nosotros si los representamos con boas y taparrabos con estampado de leopardo? ¿Por qué un homosexual tiene que ser afeminado? ¿Por qué alimentar esta idea en la mente de quienes no conocen bien a los homosexuales?

Empecemos, pues, a pensar en campañas serias, en las que tal vez participen también las escuelas. Hay varios aspectos en los que pensar. El hecho de que la homosexualidad no es una desviación, sino una expresión normal de la sexualidad humana. Que los homosexuales merecen el mismo e idéntico respeto que los heterosexuales. Que los homosexuales deben disfrutar de los mismos derechos civiles que los heterosexuales. Y, por supuesto, el hecho de que una educación sexual adecuada, tanto homo como hetero, es apropiada. Pero, por favor, evitemos los estereotipos: con ellos no vamos a ninguna parte.


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