Por fin se ha cumplido laúltima de las muchas fechas prometidas para la restitución de las pinturas de Castelvecchio, y las obras han regresado por fin a Italia: robadas por primera vez en Verona del Museo Castelvecchio en noviembre de 2015, fueron encontradas después en mayo de este año, solo para ser recibidas con desinterés por las instituciones italianas, con el resultado de que las pinturas han pasado más tiempo en manos de instituciones ucranianas (de hecho, fueron encontradas en Ucrania) que entre las de los ladrones.
Con la dimisión de Matteo Renzi, ha desaparecido la exigencia de hacer coincidir su agenda con la de su homólogo ucraniano Petro Poroshenko para organizar la ceremonia de restitución. Así que hoy el Ministro de Patrimonio Cultural, Dario Franceschini, y el Alcalde de Verona, Flavio Tosi, han estado en Kiev para las operaciones de devolución, que han tenido lugar en presencia del Primer Ministro ucraniano Poroshenko. Evidentemente, todos estamos muy contentos de que los cuadros hayan vuelto por fin a las paredes de su museo tras más de un año de ausencia, y agradecemos a todos los que actuaron para cerrar una de las páginas más feas que ha afectado a nuestro patrimonio cultural. Sin embargo, tenemos una petición: que los políticos nos ahorren la retórica. En torno a las pinturas de Castelvecchio se ha desarrollado un asunto de incompetencia política, dejadez y negligencia que probablemente no tenga parangón en la historia del patrimonio cultural italiano, si pensamos en la importancia de las pinturas robadas.
Esperamos que Franceschini, que nos tiene acostumbrados a larguísimos silencios sobre el asunto Castelvecchio, sea coherente con sus decisiones anteriores y nos ahorre los habituales exabruptos, las habituales banalidades de “viva y vibrante satisfacción”, y todo el repertorio de latiguillos que acompañan a acontecimientos como el que hemos presenciado hoy. Estamos contentos, pero no satisfechos: han sido necesarios meses y meses de espera para que los cuadros volvieran a Italia, ha habido recogidas de firmas, incluso una denuncia, sin duda poco más que simbólica o tout-court, pero no por ello menos indicativa de un enorme descontento que ha acompañado todo el asunto y que esperamos no quede anulado por la buena noticia de su regreso. Porque la mejor manera de honrar a estos cuadros será tener presente cómo nos comportamos en su ausencia para asegurarnos de que no vuelvan a repetirse situaciones similares.
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