La negligencia y la falta de respeto por la cultura reivindican a las víctimas


El abandono se ha cobrado una víctima. ¿Cuándo empezaremos a tener más respeto por la cultura y por nosotros mismos?

Tenía que ocurrir tarde o temprano: lanegligencia y el escaso respeto por la cultura se han cobrado una víctima, y muy joven, Salvatore Giordano, que con sólo 14 años murió al desplomarse un trozo de una cornisa en la Galería Umberto I de Nápoles. La noticia de hoy es que se han enviado 45 notificaciones de garantía por homicidio y derrumbe. Entre los destinatarios, nos enteramos por los periódicos, funcionarios de la oficina técnica del Ayuntamiento de Nápoles y propietarios de locales que se encontraban en la zona de la galería donde se produjo el derrumbe.

Es lamentable ver que pocos en el mundo de la cultura han hablado del incidente: sin embargo, es un incidente que concierne a la cultura. Porque existe un bien cultural, la Galería Umberto I de Nápoles, que data de finales del siglo XIX, prácticamente abandonada a sí misma. Ya en los últimos meses se habían desprendido escombros, y ni siquiera era la primera vez. ¿Por qué entonces nadie hizo nada? ¿Por qué no se aseguró la zona? Hubiera bastado con vallarla adecuadamente, para evitar que la gente pasara por debajo de los puntos peligrosos: porque si el del domingo pasado no fue el primer incidente, significa que la gente conocía los peligros de la Galería. Unas cuantas barreras más probablemente habrían salvado la vida de un chico de catorce años. Incluso si no hubiera habido fondos para hacer las reparaciones necesarias, habría bastado con hacer segura la zona impidiendo el paso: no hacía falta mucho.



Ahora, por supuesto, esperamos que los culpables sean identificados lo antes posible y que paguen lo que les corresponde ante la justicia. Sin embargo, esa no es la cuestión. El episodio es sintomático del estado de abandono en que se encuentra gran parte del patrimonio cultural (y del parque inmobiliario) del país: no sólo en Nápoles, porque estas situaciones están muy extendidas. Para no ir demasiado lejos de donde vivimos nosotros, de Finestre sull’Arte, bastaría con ver el estado en que se encuentra el Politeama de Carrara, en el corazón de la ciudad: lleva años cerrado, con la zona de alrededor acordonada, porque años de abusos constructivos perpetrados en su interior lo han llevado al riesgo de derrumbe (y ya se han producido varios derrumbes). Y quién sabe cuántas situaciones similares a las de Nápoles y Carrara hay en toda Italia.

De episodios como estos surge un concepto: Italia no necesita las llamadas grandes obras porque la gran obra más urgente en Italia en este momento es hacer seguro el territorio. ¿Es esto una utopía? Pues bien: ¿es mejor asistir a los derrumbes que se producen día tras día?


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