Hace exactamente un año, día más, día menos (era el 19 de junio), la ministra de Educación , Stefania Giannini, anunciaba triunfante el regreso de la historia del arte a la escuela: “Introduciremos el estudio de la historia del arte en todos los niveles del bachillerato, a partir de la etapa de dos años, naturalmente con una dosificación de horas proporcional al plan de estudios, y por tanto de horas semanales a aumentar, para el trienio tanto en el instituto de humanidades como en el de turismo”. Estos fueron los inicios del proyecto de ley conocido como la"buena escuela": una reforma en la que el primer ministro Matteo Renzi está jugando la mayor parte de sus cartas.
¿Qué pasará después? Comienzan las sesiones y las consultas, y el 27 de marzo de 2015, en la Cámara de Diputados, se presenta la Ley 2994: “Reforma del sistema nacional de educación y formación y delegación para la reorganización de las disposiciones legislativas vigentes”. Es el renziano proyecto de ley de la buena escuela. Es triste constatar que no hay el menor rastro de historia del arte, a pesar de los rimbombantes anuncios de Stefania Giannini, seguidos por los de tantos políticos que desde hace meses aclaman la “buena escuela” como la reforma de época que se necesita desde hace años. Y que reintroduciría la historia del arte en la escuela, por supuesto. En enero, por ejemplo, el ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini, afirmó que “estudiar a Giotto es como estudiar a Dante”, haciendo creer así que no podía haber escuela sin historia del arte. Pero, evidentemente, para muchos de sus colegas la palabra “Giotto” sólo identifica una conocida marca de rotuladores (y quizá ni siquiera ésta), y es un hecho que la frase “historia del arte” no apareció, ni una sola vez, en el texto del 27 de marzo. Ésta sólo se introdujo en el texto aprobado por la Cámara y transmitido al Senado(Ley de 1934), pero sigue prevaleciendo una fuerte sensación de vaguedad. Ninguna indicación sobre cómo y dónde reintroducirla, con qué horarios y por qué medios, ninguna mención a la enseñanza. Sólo una indicación genérica (artículo 2, párrafo 3) de los “objetivos educativos identificados como prioritarios”, que las instituciones educativas deben alcanzar: entre estos objetivos, el “fortalecimiento de las competencias en la práctica y la cultura musical, en el arte y la historia del arte, en el cine, en las técnicas y medios de producción y difusión de imágenes y sonidos, también a través de la participación de museos y otras instituciones públicas y privadas que operan en estos sectores” y la “alfabetización artística”. Y eso es todo.
Renzi presentó la Buena Escuela el 13 de mayo. Con un llamativo error gramatical |
El texto aún está siendo examinado por la Comisión de Cultura y Educación del Senado, pero hace sólo unos minutos que el propio Matteo Renzi ha propuesto un aplazamiento de la obra. Puntual como un reloj suizo, apenas dos días después del cierre del capítulo electoral, del que el PD salió con los huesos rotos, perdiendo bastiones como Venecia y Arezzo, el primer ministro se refirió a uno de los nudos centrales de la reforma: la supuesta, hipotética, quién sabe si probable y quizá no esperada y difícil de conseguir estabilización de cien mil trabajadores precarios. Y dijo que estas contrataciones son imposibles para septiembre. ¿La culpa? No el hecho de que no esté claro cómo se contratará y estabil izará a los trabajadores precarios. La culpa la tienen, según Renzi, las demasiadas enmiendas al proyecto de ley. Con el resultado de que una reforma anunciada hace un año y en la que se ha estado trabajando durante meses probablemente se pospondrá hasta el próximo otoño: y con ella nuestras esperanzas de volver a ver historia del arte en la escuela. ¿Romper los puntos de la reforma sobre los trabajadores precarios aprobando su estabilización por decreto, como sugieren Corradino Mineo y otros, y luego dejar que el trabajo avance sin problemas? ¡Demasiado difícil! De ninguna manera, y de hecho todo está bloqueado. El Movimiento 5 Estrellas habla de un"plan innoble", urdido por Renzi para obtener los votos de los profesores precarios en las elecciones administrativas (sólo para luego incumplir sus promesas apenas dos días después de los resultados electorales). El Primer Ministro, por su parte, lo aplaza todo hasta julio: se celebrará una conferencia nacional para hacer balance de la situación.
¿Y el discurso sobre la historia del arte? De momento pende de un pequeño número de enmiendas presentadas por algunos miembros del Sel y del grupo mixto (entre ellos Alessia Petraglia, que ha resumido éstas y otras enmiendas en su página web), que pretenden completar el texto del proyecto de ley con indicaciones precisas sobre cómo reintroducir el arte en la escuela (horarios, tipos de institutos) y sobre cuáles deben ser los gastos presupuestados para hacer posible la operación.
En resumen, la historia del arte pende de un hilo atado a lo que parece ser otro embrollo político a la italiana: promesas grandilocuentes, hechas, además, en la piel de quienes querrían alcanzar su sueño de enseñar de forma permanente, anuncios sonoros que luego se incumplieron con el primer borrador de la ley, y las expectativas de muchos que sólo tienen que fiarse de débiles esperanzas. Tal vez sea demasiado pronto para afirmar que la historia del arte no volverá a la escuela (del mismo modo que es demasiado pronto para afirmar que los cien mil se sentirán decepcionados), pero hoy podemos afirmar sin duda que el plazo será considerablemente más largo. Y no es en absoluto seguro que al final se consiga el resultado.
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