¿Hasta qué punto es inútil el concurso para directores de los nuevos museos estatales?


Reflexiones sobre el concurso del que saldrán los nombres de los directores de los veinte museos autonómicos de la reforma del MiBACT.

Partamos de una pequeña premisa: como es bien sabido, pronto pasarán a ser autónomos veinte museos que hasta ahora dependían del Ministerio de Cultura y estaban vinculados a sus superintendencias. Esto es lo que preveía la reforma del MiBACT ideada el año pasado por el gobierno Renzi (recordarán que hemos hablado de ello en varios artículos en profundidad). La reforma preveía un concurso para estos veinte museos (algunos de los cuales son los Uffizi, la Galleria Estense de Módena, la Pinacoteca di Brera, el Palazzo Ducale de Mantua y la Galleria Borghese de Roma), tras el cual cada museo tendría un nuevo director. Ahora que la lista de candidatos admitidos a las pruebas orales ha aparecido en la página web del ministerio (como si volviéramos al colegio), las dudas no sólo se han mantenido, sino que probablemente han aumentado.

Sí, son muchas las preguntas que nos vienen a la cabeza tras leer esta lista. Pero intentemos proceder con un mínimo de orden. Por ejemplo, Martina Bagnoli, experta en arte medieval que trabaja actualmente en el Walters Art Museum de Baltimore, ha presentado su candidatura a doce museos. La pregunta surge espontánea: aun conociendo (es obvio) la preparación y seriedad de todos los candidatos (sobre esto, nada que objetar), ¿cómo puede juzgar la comisión a una candidata que ha solicitado más de la mitad de los museos? Todos ellos son institutos que tienen historias muy distintas, operan en contextos muy diferentes y, sobre todo, tienen que lidiar con problemas cuya naturaleza nunca es la misma: pensemos en la Galleria Estense que ha reabierto sus puertas recientemente y, por tanto, tiene que reorganizar sus actividades de la mejor manera posible, o en un Palazzo Ducale de Mantua que todavía lucha con las secuelas del terremoto de 2012, o en los Uffizi que tienen que lidiar a diario con el turismo de masas. ¿Tiene un candidato en diez museos la capacidad de hacer frente a todos los problemas de todos los museos para los que se ha presentado?



Vayamos al segundo punto: a juzgar por las clasificaciones, parece que el comité de selección está afectado por una vergonzosa extranjerofilia: los candidatos con las puntuaciones más altas son casi siempre los que tienen experiencia internacional. Pero sólo una mentalidad provinciana puede pensar que haber acumulado años de trabajo en el extranjero es una ventaja frente a tener un conocimiento profundo del museo para el que uno se presenta. Tomemos el ejemplo de los Uffizi: tenemos el mayor y más sincero respeto por Stefano Carboni, pero francamente parece casi ridículo que un especialista en arte islámico (que además se presenta para cinco museos) obtenga una puntuación más alta en la lista que Antonio Natali, que además de ser un erudito de indudable valor y un refinado intelectual, es probablemente también la persona que mejor conoce la Galería de los Uffizi en el mundo. Su competidor ha trabajado en el Metropolitan de Nueva York y dirige la Art Gallery of Western Australia de Perth, de acuerdo: pero ¿es esto suficiente para superar a uno de los mejores directores de Italia, que ha guiado los Uffizi con gran profesionalidad durante los últimos nueve años, y al que nos gustaría que siguiera en su puesto?

Roma, Galleria Borghese
La Galería Borghese de Roma

Y de nuevo, tercera pregunta: ¿por qué los candidatos, que son casi todos académicos de renombre mundial, y tienen una larga experiencia en la gestión de museos, tienen que pasar por entrevistas como si fueran becarios recién contratados? ¿Qué se supone que tienen que demostrar? Dados los nombres de los miembros del comité, es muy probable que los examinadores tengan menos experiencia que los candidatos. De hecho es seguro, ya que tres de los cinco miembros ni siquiera son especialistas en patrimonio cultural. Y, para ser sinceros de nuevo, es muy gracioso que entre las competencias a evaluar figure el “conocimiento del patrimonio cultural italiano”: habría estado bien ver a la comisión en plena faena puntuando el “conocimiento del patrimonio cultural italiano” de los académicos que están en la cima del planeta en cuanto a conocimiento del patrimonio cultural.

Por último, el hecho más ridículo, pero también más inquietante: después de que la comisión haya elegido un trío de candidatos idóneos para cada uno de los veinte museos, el nombramiento del nuevo director correrá a cargo del ministro Dario Franceschini y del director general del sector de museos del ministerio, el arquitecto Ugo Soragni. El nombramiento se hará “sobre la base del análisis efectuado por la comisión y del juicio final emitido por ésta”. Y sólo cabe esperar que al final prevalezca el sentido común. Pero la pregunta es: ¿por qué se ha recurrido a cinco expertos para juzgar a los candidatos si luego el nombramiento lo harán Franceschini y Soragni? ¿Sólo para tener una base sobre la que hacer valoraciones? ¿Por qué no hacer que los nombres de los nuevos directores salgan de la misma comisión? Pero sobre todo: ¿por qué no dejarlo todo como antes, cuando los directores de los museos eran nombrados por sus superintendencias? Ah, sí: en efecto, la reforma ha quitado varias competencias a las superintendencias, y algunas de ellas han sido literalmente desmembradas. Pero esto no era lo que necesitaba el Ministerio. Y si es cierto que un buen día se ve desde la mañana, tal vez no sea un buen día, dado que uno de los primeros productos concretos de la reforma es precisamente este hilarante (e inútil) concurso que ha llevado a algunos de los mejores profesionales del mundo atrás en el tiempo, a la época de los exámenes de bachillerato. Completado con un calendario para los exámenes orales.


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