En inglés, la palabra manager corresponde esencialmente a la palabra italiana dirigente. De hecho, es su traducción más inmediata. Sólo que en el significado común (o mejor dicho, en el significado común a la política y al periodismo, que luego se refleja en el significado percibido por todo el mundo), el “directivo” es visto como un administrador capaz y carismático, siempre ocupado con llamadas telefónicas, gráficos de rendimiento, citas, reuniones y demás. El “gestor”, en cambio, es un oscuro chupatintas, un burócrata que no se sabe muy bien qué hace en todo el día, una figura casi a lo Fantozzi. Y luego hay una gran diferencia: el “directivo” trabajaría en el sector privado, el “ejecutivo” en el público.
Es evidente que el Primer Ministro Matteo Renzi prefiere a los directivos, y le gustaría que formaran parte de la gestión de los polos museísticos. La receta “innovadora” de Renzi para el patrimonio cultural llegó hace unos días: “unificar las superintendencias” (pero quizá quería decir “acoplar” las superintendencias, como señaló Mo(n)stre) e iniciar “una gestión gerencial de los polos museísticos”. Gracias Renzi, pero ya hemos dado. Si incluso una persona tan tranquila y distinguida como Salvatore Settis calificó de idiota la idea de gestores en los museos (y en Finestre sull’ Arte estamos totalmente de acuerdo con él), debe haber una razón. Tal vez al Primer Ministro se le escape que ya hemos tenido gestores dirigiendo museos. La figura más inolvidable es sin duda la de Mario Resca, ex consejero delegado de McDonald’s Italia, cuya gestión del patrimonio cultural italiano, a dúo con la entonces ministra Bondi, llevó a reducciones progresivas del presupuesto del Ministerio de Cultura, que en 2013 vio recortados sus recursos en un 24% respecto a los de 2008. Le recordaremos por algunas campañas de promoción de las que podríamos haber prescindido, y por algunas de sus ideas (como enviar obras de arte italianas a Dubái o la aún más absurda de convertir Italia en una Disneylandia cultural) que afortunadamente no llegaron a materializarse. Y en concreto, ¿qué habría hecho? En la misma entrevista en la que manifestaba sus intenciones disneyescas, Resca presumía, después de dos años desde el inicio de su mandato como “director general para la valorización del patrimonio cultural”, de haber “ampliado el horario de apertura de muchos museos”, de haber “iniciado un proceso transparente de licitaciones para servicios museísticos adicionales” y de haber “encontrado un acuerdo para potenciar la Academia y la Pinacoteca di Brera”. Aunque sobre Brera ya sabemos cómo acabó, hasta el punto de que el ministro Ornaghi afirmó en 2012 que el problema para Brera será encontrar financiadores ilustrados. Al margen de esto, podemos decir que lo que se ha hecho es poco para un gran gestor como Mario Resca, que, además, percibía una remuneración bruta de 160.000 euros anuales. Bondi podría haber dado a cualquiera la décima parte de esa cantidad y los resultados habrían sido los mismos, dado que los procesos transparentes de licitación deberían ser la administración normal en un país civilizado, y que para ampliar el horario de apertura “de muchos museos” no hace falta ser un gran gestor. Basta con saber hacer unos cálculos aritméticos para ver si hay fondos suficientes. Y si no los hay, basta con la coherencia: no se puede desear un mejor trato al Ministerio de Patrimonio Cultural por parte del Gobierno, y luego tener un ministro que acepta pasivamente el continuo recorte de fondos.
Pero, ¿qué decir del MAXXI y delentorno de su presidenta, Giovanna Melandri, formado, entre otros, por el joven directivo Francesco Spano, miembro del consejo de administración de algunas empresas de Grosseto, nombrado “secretario general” del MAXXI en Roma (con 70.000 euros brutos al año) “para buscar patrocinadores y financiadores privados”, y Beatrice Trussardi, que en cambio es miembro del consejo de administración de la conocida empresa de moda? ¿Cuáles han sido los resultados? Un museo que aún no ha encontrado su identidad, a juzgar por lo que opinan diversas personalidades del arte y la arquitectura. ¿Y qué decir de la trágica figura del administrador municipal de Pompeya? Bastaría con pronunciar el nombre de “Pompeya”, que ya fue calificada de catástrofe hace diecisiete años (es decir, no anteayer: ¡hace diecisiete años!). Instaurar la figura del administrador municipal (ostentada, entre otros, por un general retirado de las fuerzas aéreas: reconozcámoslo) no sirvió de mucho, hasta el punto de que unos diez años después de su institución, esta figura (que fue introducida por el clarividente Walter Veltroni) fue abolida por el entonces ministro Rutelli.
Pero incluso si los ejemplos nacionales no fueran suficientes, se podría echar un vistazo a lo que hacen en otros lugares los museos que siempre se citan como ejemplo cuando se cotorrea sobre la gestión de los museos: así se descubrirá que el Louvre está dirigido por Jean-Luc Martinez (arqueólogo), el Metropolitan Museum por Thomas Campbell (historiador del arte), el British Museum por Neil MacGregor (otro historiador del arte), la National Gallery de Londres por Nicholas Penny (qué extraño, sigue siendo historiador del arte).
Ciertamente, los problemas de los museos italianos no se encuentran en la ausencia de “figuras directivas” en el personal de gestión, casi como si los gestores actuales fueran incompetentes. El principal problema radica en que nuestros gestores tienen que trabajar en una situación de falta crónica de fondos, evidentemente porque a los políticos (y el primer ministro no es una excepción) se les da bien hablar: se repite desde hace años que el Ministerio de Bienes Culturales debe ser considerado un ministerio “de primer orden”, que hay que invertir en cultura, que la cultura es el “volante del desarrollo y de la economía”, etc., pero la realidad es que el ministerio sufre enormes recortes desde hace varios años, y hoy varios museos se encuentran en dificultades aunque sólo se trate de cambiar una bombilla. Por no hablar de la política “centralizadora” que se ha endurecido bajo la gestión de Resca: parece que en Italia sólo existen esas cuatro o cinco obras maestras importantes, y que el resto no merece la pena visitarlas. Se habla casi exclusivamente de los Uffizi y el Coliseo, las realidades más pequeñas casi no tienen voz, no se valorizan ni se publicitan adecuadamente.
Empecemos por aquí: más fondos para la cultura y una política de descentralización. Añadido quizás a una campaña dirigida a quienes deberían vivir la experiencia del museo: los ciudadanos, más que los turistas. Las campañas publicitarias del Ministerio siempre se han dirigido, en su mayoría, a un público turístico. Debe ser también por esta razón por la que es muy difícil encontrar florentinos en los Uffizi. Empecemos por hacer comprender a la gente de las ciudades que los museos son lugares para vivir experiencias de primera mano, y no jaulas para turistas. Al fin y al cabo, esto es lo que ocurre en los países que los tertulianos siempre toman como ejemplo. Pero quién sabe por qué, siempre hablamos mucho, pero hacemos muy poco.
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