El bajísimo nivel de simpatía que despierta este acontecimiento ya se desprende del nombre que a alguna mente altiva se le ocurrió darle: Estados Generales de la Cultura. Recuerda a la asamblea de las clases sociales de la Francia prerrevolucionaria (y todos sabemos cómo acabó aquello). Con el agravante de que en los Estados Generales de la Cultura, la “clase” de los profesionales de los museos, las bibliotecas, los archivos, la organización de eventos, la comunicación, y todo lo que quieran añadir que se me haya olvidado, está completamente aislada. Y con el agravante de que a estas alturas el término “Estados Generales” está manido, basta con hacer una búsqueda en Google para darse cuenta.
Y eso que pensábamos que Il Sole 24 Ore no habría repetido la iniciativa, ya que la edición del año pasado fue objeto de muchas críticas: Tomaso Montanari, en un artículo de Il Fatto Quotidiano, bautizó el evento como “los Estados Generales de la retórica” y lo definió como “un teatrillo en el que los responsables del colapso hablan entre ellos mientras comentan el propio colapso”. Fabrizia Memo, de Tafter, comentando el acontecimiento en un artículo, hablaba de “muchas palabras, pocos hechos”. También en las páginas de Il Fatto Quotidiano, Manlio Lilli escribió que la iniciativa representaba “el resumen de todo lo que la cultura no debería ser”. De nuevo, Arianna Di Genova, del Manifiesto, concluía su artículo afirmando que “los trabajadores precarios, los trabajadores y las trabajadoras de la cultura están familiarizados con el tema. Y ya no quieren ser hipnotizados”. Por no hablar de los blogs que mantienen los del sector, blogs en los que las piezas escritas sobre los Estados Generales de la Cultura no eran tan halagüeñas.
Así que, dado que el evento fue más retórico y autorreferencial que útil e interesante, dado que le llovieron las críticas, dado que de lo poco que se propuso en 2012 no se hizo prácticamente nada, ¿qué sentido tiene replicar una iniciativa que ya fue un pobre éxito el año pasado y, además, volver a proponerla con un programa que no augura nada bueno? Sí, porque el tema será “el papel de las empresas en la valorización del patrimonio cultural italiano”, y con el parterre que se nos propone ya es posible imaginar de qué se hablará: el Presidente de la Fondazione Roma que nos dirá lo fundamental que es la contribución de los particulares en la gestión de la cultura, el responsable del Domenicale del Sole 24 Ore que nos contará cómo se aplica (no se aplica) en Italia el artículo 9 de la Constitución, el CEO de un conocido grupo de ropa de lujo nos contará lo mucho que aman nuestra cultura en el extranjero y lo mucho que esto beneficia al Made in Italy (y seguro que él lo sabe ya que su grupo ha trasladado parte de su producción a China). Y para terminar con broche de oro, los discursos del Presidente de Confindustria y del Primer Ministro (estamos impacientes). Siempre con la guarnición adecuada de autorreferencia, que nunca viene mal, dado que 5 de los 11 discursos correrán a cargo de los organizadores del evento.
Puede que me equivoque, pero no creo que el acto sea memorable. De hecho, creo que ni siquiera nos daremos cuenta. Ah, por último: ¿apostamos a que habrá alguien que hablará de la cultura como petróleo de Italia?
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