El Guggenheim de Nueva York ganó la primera batalla por la posesión de Repasseuse (“Mujer planchando”), de Pablo Picasso, una obra de 1904 en el centro de un litigio entre el museo estadounidense y los herederos de los coleccionistas judíos Karl Adler y Rosi Jacobi, que vendieron la obra en 1938, bajo la Alemania nazi, antes de abandonar el país para instalarse en Argentina. Según los herederos, de hecho, la pareja se vio obligada a vender la obra, que fue vendida en 1938 para conseguir dinero con el que financiar su huida de Alemania: Adler, ejecutivo de negocios, había perdido de hecho su trabajo por ser judío, al igual que todos los miembros de su familia. Para poder salir de Europa rumbo a América, también vendió el cuadro de Picasso por sólo 1.552 dólares (unos 32.000 dólares actuales), una cifra considerada extremadamente baja (en 1931, se había valorado en diez veces esta cantidad): la obra fue comprada por el hijo del marchante de arte Heinrich Thannauser, Justin, quien, según los herederos de Adler y Jacobi, no era ajeno a comprar obras maestras a judíos a precios de ganga, aprovechándose de su situación.
El primer asalto fue para el Guggenheim porque el Tribunal Supremo de Manhattan, que juzgó el caso, no pudo demostrar que hubiera coacción durante la venta. La decisión del juez Andrew Borrok también tuvo en cuenta el contexto. El cuadro llegó a la Fundación Guggenheim en 1976 como donación de Justin Thannhauser. El juez dictaminó en su sentencia que “en 1974, y antes de adquirir el cuadro, el Guggenheim se puso en contacto con los Adler y les hizo preguntas concretas sobre la procedencia del cuadro, a lo que los Adler nunca indicaron en modo alguno que la venta estuviera viciada por coacción, como alegan ahora los demandantes”.
Además, el juez Borrok dijo que los herederos de los dos coleccionistas no probaron ninguna coacción específica que la familia supuestamente sufriera en relación con la venta de la obra de Picasso. La demanda, escribió el juez, parte de la base de que las ventas realizadas “durante la época nazi son per se nulas o anulables porque tales ventas tuvieron lugar en un mercado coercitivo creado por los nazis”, pero no habría habido ninguna coacción específica relacionada con esta venta en particular. Según el juez, “no existía amenaza alguna si Adler se hubiera negado a vender el cuadro a Justin Thannhauser cuando lo hizo o al precio al que lo vendió, ni por parte de los nazis ni de nadie que colaborara con los nazis”.
El tribunal da la razón al Guggenheim en su demanda contra los herederos de los coleccionistas judíos |
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