Maestro indiscutible de la fotografía moderna, retratista, narrador de toda la historia del siglo XX, definido como “el ojo del siglo”, teórico del instante decisivo, fundador de la agencia fotográfica más famosa del mundo, Magnum: Hay tantas definiciones diferentes de Henri Cartier-Bresson como facetas tiene su extraordinaria carrera, pero nunca antes se había oído referirse a él como “el turbio y susceptible fotógrafo normando”.
Al fin y al cabo, se trata de la pluma de Giorgio Bocca, autor en 1964 del documental Primo Piano. Henri Cartier-Bresson e il mondo delle immagini (Henri Cartier-Bresson y el mundo de las imágenes ) dirigido por Nelo Risi, y con Romeo Martinez, el hombre que de 1954 a 1964 fue responsable del relanzamiento de la revista Camera, la más importante de Europa para la promoción de la fotografía. Un equipo excepcional para un documento que se ha convertido en leyenda para los aficionados a la fotografía y que hoy, después de sesenta años, emerge de la Rai Teche gracias a un proyecto de Rai Cultura y Rai Teche titulado Dorian. L’arte non invecchia (El arte no enve jece) que se emitirá el próximo 27 de mayo en Rai 5 y después en Rai Play.
Henri Cartier-Bresson, fallecido hace 20 años, dejó una huella indeleble en el mundo de las artes visuales gracias a su capacidad para captar la esencia de un momento con una habilidad y sensibilidad únicas. Suya fue la época de las cámaras Leica, ligeras y silenciosas, que le permitían moverse con agilidad y captar escenas de la vida cotidiana con espontaneidad e inmediatez. Se distingue por su habilidad para captar el instante decisivo, ese momento fugaz en el que todos los elementos visuales se combinan a la perfección para crear una imagen poderosa y significativa.
“Fotografiar es poner la cabeza, el ojo y el corazón en la misma línea de visión” es una afirmación suya que refleja la profunda conexión emocional que el fotógrafo buscaba establecer con los sujetos de sus imágenes, transmitiendo emociones y significados más allá de la mera representación visual. Cartier-Bresson no era sólo un maestro de la técnica fotográfica; era también un filósofo de la imagen, un narrador silencioso de vidas humanas y de sus complejas interacciones con el mundo que las rodea. Pierre Gassmann, el único artesano a quien Cartier-Bresson confiaba la impresión de sus fotos, afirma: “En el arte de Cartier Bresson hay toda una situación histórica y social que él sabe expresar con una sola fotografía, ya se trate de un mendigo indio o del propietario de una cuadra de caballos de carreras en Irlanda, no es sólo el retrato de un tipo”.
Teórico sí, pero poco prolífico con las palabras: sus textos son escasos y breves, sus entrevistas raras. Los entusiastas exprimen algunas citas de sus biógrafos. Confiaba todo lo que tenía que decir a sus imágenes. Está claro, pues, que es un acontecimiento excepcional poder escucharle y verle. “Verle” por lo poco que muestra, poniendo en escena un minué original con la cámara, de la que se oculta con estratagemas, movimientos y elección de posiciones, de espaldas, detrás de una columna o a contraluz, restituyendo una capacidad de conversar a través de las imágenes que va más allá de sus propias palabras: “El público me disculpará si no le miro a la cara, pero el trabajo que realizo me obliga a preservar el anonimato. Es un oficio que se practica a bocajarro, cogiendo a la gente desprevenida y en el que no está permitido lucirse”.
Con Romeo Martínez discuten, de igual a igual, sobre el papel de la fotografía, la responsabilidad de los que se ocupan de las imágenes, el respeto por el sujeto fotografiado. Hablan de falsificación y de publicidad, relatando una época que, a pesar de estar a sesenta años de nosotros, parece la misma, “una época que viola la naturaleza y desintegra la imagen”, añade el narrador.
Cartier-Bresson habla de los grandes fotógrafos del siglo XX como amigo y colaborador: André Kertesz, Man Ray y Robert Capa. De este último, que había muerto unos años antes durante un reportaje en el frente de la guerra de Indochina, dice: “Capa es el fotógrafo que paga en persona, para ver la realidad tal como es en momentos dramáticos y decisivos, para liberarla de las falsas trampas de la retórica. Capa representa la raza dura y generosa de los fotógrafos que mueren. Por supuesto que puedes morir haciendo fotos y seguir siendo un mal fotógrafo, pero si eres como Capa también un muy buen fotógrafo, tienes derecho a ser considerado como el mejor testigo posible de los tiempos difíciles”.
Juntos ayudaron a redefinir el concepto de fotoperiodismo, llamando la atención del público sobre cuestiones sociales y políticas cruciales a través de imágenes de gran impacto emocional. Con él y David Seymour fundó la agencia fotográfica Magnum en 1947, creando un nuevo modelo de agencia que concedía a los fotógrafos el control creativo y los derechos de autor sobre sus imágenes. Este enfoque ayudó a redefinir el papel del fotógrafo como narrador visual independiente e influyó en la forma de producir, distribuir y consumir imágenes en la era contemporánea.
Las palabras de Giorgio Bocca nos llevan al tema de los viajes: “no se viaja para ver, sino para fotografiar”, dice, que parece escrito hoy, “sólo se tiene la certeza de haber viajado y disfrutado de las vacaciones cuando se poseen las imágenes del viaje y de las vacaciones”. En este mundo en el que el hombre vive entre imágenes, a menudo confunde la realidad con las imágenes".
Pero Cartier-Bresson era un auténtico viajero y un increíble narrador del mundo. Como corresponsal de varias revistas, fue uno de los mayores testigos de la historia entre los años 30 y 60: fotografió China en 1948 a la llegada de Mao Zedong y más tarde, en 1958, fue uno de los últimos reporteros en conocer y fotografiar a Gandhi, México, Cuba, pero también la provincia italiana tras la Primera Guerra Mundial, de la que son famosas sus fotos de Scanno, que abrieron el camino para que muchos fotógrafos posteriores peregrinaran a los mismos lugares. De sus viajes, dice: “Primero viene el bagaje intelectual, las ideas preconcebidas que uno debe tener antes de ir allí, luego viene la sorpresa agudizada por la curiosidad. Se necesita instinto, una sensibilidad intuitiva y espontánea, y luego suerte, respaldada por el conocimiento”.
Pero antes se necesita la receta de Cartier-Bresson para fotografiar: “Para mí, se necesita rigor, cierto control, disciplina, espíritu, cultura y, por último, intuición y sensibilidad. También hace falta un cierto respeto por la cámara y sus limitaciones. Se necesita ojo, corazón y cerebro”.
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