El director del Museo Nacional de Villa Giulia: "La belleza también es ser responsable".


Tras el endurecimiento de las medidas para frenar la infección por el coronavirus Covid-19, se multiplican las iniciativas “online” de los museos italianos. Esta mañana, el director del Museo Nacional Etrusco de Villa Giulia en Roma, Valentino Nizzo, con una emisión en directo en Facebook invita al público a aprovechar el cierre de los museos como una oportunidad para seguir disfrutando de la cultura utilizando los modernos medios de comunicación. “Todos debemos ser responsables, estar atentos y seguir las instrucciones que se nos den”, dijo, y añadió que “las instituciones culturales deben estar cerca de los ciudadanos para recordarles cuánta belleza (y tratemos de usar este término no retóricamente) nos rodea. La belleza está también en la historia, en los relatos, en nuestra capacidad de transmitir la memoria, pero también de utilizar nuestra memoria para ser más responsables y hacer que este momento dure el menor tiempo posible, para que pronto podamos volver a nuestros hábitos”. No sólo eso: la belleza, para Nizzo, es también “belleza humana en nuestros seres queridos, en nuestros vecinos, en nuestros amigos a los que debemos prestar la máxima atención porque todos pueden ser peligrosos”. Por eso, el consejo del director es utilizar mejor los sistemas de comunicación a distancia “para seguir apasionándonos por todo lo que a veces pasamos por alto y no apreciamos”.

Durante su emisión en directo (que puede revisarse en este enlace), Nizzo leyó y comentó un pasaje del libro VII de la obra Ab urbe condita, de Tito Livio, en el que el historiador romano relata cómo surgió el teatro romano durante una plaga. “Un pasaje sensacional”, lo calificó Nizzo, “perfectamente coherente con lo que está sucediendo, uno de esos pasajes que vuelven locos a historiadores y arqueólogos porque está repleto de información útil e interesante que describe el origen de tradiciones o momentos artísticos esenciales como el nacimiento del teatro en la Roma del siglo IV, un pasaje que describe acontecimientos que se remontan 2385 años atrás, para ser exactos 365 a.C.”. Roma acababa de superar el terrible azote de los galos, que habían venido a saquear y quemar la ciudad, y se preparaba para convertirse en la primera potencia de nuestra península y poco después de todo el Mediterráneo. Es un pasaje que merece ser leído hoy para distraernos, para hacernos pensar en otra cosa, o por la curiosidad que debemos tener siempre sobre todo lo que nos rodea, aprovechando los medios de comunicación e información de que disponemos".



A continuación reproducimos íntegramente el pasaje leído por el director de Villa Giulia.

"Luego, bajo el consulado de Lucio Genucio y Quinto Servilio, cuando ni la sedición ni las guerras perturbaban la paz, cosa muy rara para Roma, porque nunca se estaba libre de temores y peligros, estalló una violenta peste. Se dice que murieron un censor, un curule edile, tres tribunos de la plebe, y que otras muchas víctimas se contaron proporcionalmente entre el pueblo. Pero lo que hizo memorable aquella peste fue sobre todo la muerte, tan dolorosa como tardía, de Marco Furio. Fue, en efecto, un hombre verdaderamente único en todas las circunstancias, distinguido en la paz y en la guerra antes de partir al exilio, más ilustre durante su destierro, tanto porque fue llorado por la ciudad que, tras ser tomada, imploró su ayuda mientras él estaba lejos, como porque, habiendo sido devuelto a la patria, devolvió felizmente a la propia patria a la vida con él. Durante veinticinco años después, que vivió muchos más, estuvo a la altura del título que le venía de tanta gloria, y fue considerado digno de ser llamado el segundo fundador después de Rómulo de la ciudad de Roma. Aquel año y el siguiente en que fueron cónsules Cayo Sulpicio Petitus y Cayo Licinio Estolón, duró la peste. Nada, por tanto, se hizo digno de recuerdo, salvo que para implorar el favor de los dioses, por tercera vez después de la fundación de la ciudad, se celebró un lettisterio [sacrificio dedicado a deidades paganas], y puesto que y como la violencia de la epidemia no disminuía ni con medidas humanas ni con ayuda divina, y las mentes caían presas de la superstición, se dice que, entre otros medios para aplacar la ira de los dioses celestiales, se instituyeron también los ludi escénicos, una novedad para aquel pueblo belicoso. También era una novedad sin mayor importancia, como casi todas las cosas al principio, y además extranjera. Sin canto, sin gestos que imitaran el canto, bailarines traídos de Etruria, danzando al son de la flauta, ejecutaban gráciles movimientos a la manera etrusca. Los jóvenes empezaron entonces a imitarlos, intercambiando al mismo tiempo lemas en toscos versos, y los movimientos estaban en sintonía con la voz, por lo que la novedad fue aceptada y se fue afianzando con el uso. A los malos intérpretes, porque al bailarín se le llamaba con la palabra etrusca ister, se les dio el nombre de “histrión”. Y éstos no intercambiaban versos toscamente improvisados y groseros como antaño, sino que interpretaban sátiras ricas en melodías, con un canto ajustado ahora al sonido de la flauta y con movimientos armonizados. Algunos años más tarde, Livio [Andrónico], que se atrevió por primera vez a escribir un drama a base de sátiras, y que también era un actor natural en sus propias composiciones, como su voz se había vuelto estridente por demasiados bises, y así, según se dice, pidió permiso, puso a un joven delante del flautista para cantar, y recitó la obra. y cantó su parte con un movimiento mucho más vivo, ya que no le estorbaba la necesidad de usar la voz. El canto comenzó entonces a acompañarse de los gestos de los histriones, y la voz de éstos se dejó sólo para los diálogos. Pero como este sistema de representación se alejaba de la risa y de la burla gratuita y la diversión se transformaba poco a poco en arte, los jóvenes, habiendo dejado el recitado de las composiciones dramáticas a los histriones, retomaron la antigua costumbre de intercambiar payasadas expresadas en verso, de ahí lo que más tarde se llamaron “esòdi”, y que llegaron a conocerse como “los bufones”.esòdi’, y que se combinaban sobre todo con las atellane, un género de espectáculo aprendido de los Oscanos, que los jóvenes guardaban celosamente, no permitiendo que fuera profanado por los histriones. De ahí que se mantuviera la costumbre de que los actores de la atellane no pudieran ser alejados de su tribu y desempeñaran su servicio musical como si fueran extraños al arte dramático. Entre los comienzos de otras instituciones, me pareció que debía mencionar también el origen más antiguo de las representaciones teatrales, para que se viera claramente a partir de qué sobrios principios hemos llegado a los excesos actuales, apenas permisibles en reinos suntuosos".

“Pero la introducción de los ludi, instituidos para conjurar la maldición divina, no liberó a las almas del temor supersticioso, ni a los cuerpos del mal; por el contrario, como el desbordamiento del Tíber había inundado el circo, cortando las representaciones por la mitad, este hecho, como si los dioses fueran ahora hostiles y despreciaran los medios empleados para aplacar su ira, despertó un inmenso terror. Por ello, siendo cónsules por segunda vez Cneo Genucio y Lucio Aemilio Mameco, como la búsqueda de remedios expiatorios afligía más a las almas que los cuerpos al mal, se dice que los ancianos recordaron cómo una vez se había detenido una peste al clavar el dictador el clavo. Impulsado por tal superstición, el Senado ordenó que se eligiera un dictador para la colocación del clavo. Fue elegido Lucio Manlio Imperio, quien a su vez eligió a Lucio Pinario como maestro de caballería. Se trata de una antigua ley escrita con letras y palabras arcaicas según la cual el magistrado supremo, en los idus de septiembre, clava el clavo. Estaba clavado en el lado derecho del templo de Júpiter Optimus Maximus, en el lado donde se alza la capilla de Minerva. Dicen que este clavo, ya que las escrituras eran raras en aquella época, era el signo que indicaba el número de los años, y que la ley estaba consagrada a la capilla de Minerva, ya que la invención de Minerva es el número. También en Volsinii, según Cincio, escrupuloso cronista de tales documentos, pueden verse clavos indicativos del número de años plantados en tiempos de Norzia. El cónsul Marco Horacio dedicó el templo de Júpiter Óptimo Máximo según las disposiciones de dicha ley un año después de la expulsión de los reyes. La ceremonia de colocar el clavo pasó entonces de los cónsules a los dictadores, porque su autoridad era mayor. Más tarde se prescindió de esta costumbre y la institución pareció merecer por sí misma el nombramiento de dictador”.

El director del Museo Nacional de Villa Giulia:
El director del Museo Nacional de Villa Giulia: "La belleza también es ser responsable".


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