La Torre de Pisa se tiñe de añil, delicadamente sostenida por una pluma. Como una caricia, tan alta como el campanario inclinado, lo bastante intensa para mantenerla en pie. Descansa con su inclinación habitual en un desierto que se desvanece en el horizonte hacia un cielo rosado y brumoso. ¿Una visión imposible? Sólo en la realidad. Pero, de nuevo, la realidad no es más que una manifestación de lo posible. Las demás se confían a la fantasía, al sueño, al arte. Y, en este último campo en particular, a las tramas del Surrealismo. A sus visiones. Y es precisamente del movimiento de páramos oníricos y paradojas visuales de donde deriva la escena descrita en la apertura. Una composición que se contempla en la arquitectura de Souvenir de voyage, una pintura de 1958 del maestro de la ilusión René Magritte, uno de los autores más queridos del movimiento nacido en los años veinte en París a partir de los versos de André Breton. La obra, que interpreta de forma original la poética de lo imposible concebida por el pintor belga, encuentra concreción en la valoración económica realizada por Christie’s: 2,5-3,5 millones de libras. Esta es la estimación con la que la casa de subastas anglosajona puso a la venta el cuadro, uno de los 32 lotes que componen la subasta-evento Memoria de un viaje surrealista: propiedad de una importante zona de la bahía de San Francisco.
El contenido del núcleo de obras se explica por sí mismo, ya que la colección se subastará en Londres entre hoy, 28 de febrero, durante la subasta nocturna The Art of the Surreal, y la segunda ronda “sobre papel”, el 3 de marzo, con motivo de la Impressionist and Modern Art Day and Works on Paper Sale. En ella se condensa un heterogéneo abanico de autores europeos, latinos y americanos. La colección -denominada genéricamente como procedente del área de San Francisco- se ha ido formando a lo largo de más de veinte años de adquisiciones. La primera, según relata la casa matriz, se produjo a raíz de un viaje formativo a México, país considerado por Breton como el lugar surrealista"por excelencia". En su interior, hay una clara, y si queremos decir inusual, abundancia de obras de artistas femeninas, ahora más que nunca en la cresta de la ola. Entre ellas, obras de Remedios Varo, Leonora Carrington, Dorothea Tanning, Leonor Fini y la menos conocida Stella Snead, una londinense que huyó a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Un redescubrimiento, el suyo, que lleva ya algunos años en marcha. Especialmente significativa es su presencia en la exposición La leche de los sueños, principal muestra de la Bienal de Arte de Venecia 2022 dirigida por Cecilia Alemani, así como en diversas exposiciones repartidas por el mundo el pasado año, desde el Guggenheim de Bilbao a la Tate de Londres y el MoMA de Nueva York. Si el Surrealismo lleva un siglo seduciendo a los amantes del arte con su carga mágica y escurridiza, en realidad aún sabemos demasiado poco de sus intérpretes femeninas. Como, por ejemplo, de la amistad que unió a Leonora Carrington y Remedios Varo. Un vínculo que también se refleja en sus prácticas artísticas, impregnadas de las tradiciones místicas y rituales de México. Precisamente de esoterismo y similares habla el Retrato del Doctor Ignacio Chávez (1957, estimado entre 2,5 y 3,5 millones de libras) de la pintora ibérica.
Disciplinas que en Centroamérica en aquella época aún se mezclaban con la ciencia y la medicina, aquí representadas por el Dr. Chávez, distinguido cardiólogo mexicano y fundador del Instituto Nacional de Cardiología en Ciudad de México. También sale a subasta un retrato de Carrington, Quería ser pájaro (1960, estimación 900.000-1,4 millones de libras), que representa al joven actor Enrique Álvarez Félix. Hijo único de la legendaria actriz María Félix, aquí inmortalizado mientras realiza una especie de grabado cósmico sobre un huevo de color cobre-tierra, rodeado de misteriosas criaturas envueltas en polvo de estrellas violeta. Pura alquimia. Quién sabe, tal vez la obra acabe desafiando el récord de subasta del artista establecido por El jardín de Paracelso (3,3 millones de dólares en Sotheby’s el año pasado).
No faltan obras de autores más aclamados, como el citado Magritte, presente en la subasta con otras dos obras maestras, los dos lotes principales del catálogo. La primera es la mística, calibrada sobre tonos metafísicos de rosa, Le masque de la foudre: un sensual retrato femenino con una típica pipa en primer plano suspendida, enigmáticamente, sobre su vientre desnudo (1965, estimación de 3 a 5 millones de libras). El segundo, el demayor precio absoluto, es Le retour (1950), una variación sobre uno de los motivos más icónicos del artista, la paloma que gira hacia el cielo y se eleva sobre una noche estrellada. La clásica, pero nunca agotada, paradoja visual magrittiana. Sin embargo, a diferencia de otros ejemplos, como el famoso Le baiser, es el día el que sustituye a la noche en el cuerpo del ave, mientras que el paisaje marino circundante bañado por la luz de la luna permanece inmerso en la oscuridad. Su fascinación reside en ser una visión a la vez inmediatamente identificable y de otro mundo. Desde un punto de vista técnico, Le retour también pone de relieve la extensión de la práctica artística de Magritte.
Al tratarse de un gouache, la obra es un expediente útil para observar qué papel confió el artista a las obras sobre papel. No un soporte suplementario en el que dar una nueva ventana de vida a un tema, reproducido así de forma fiel, como si fuera calcado. Sino, por el contrario, un soporte en el que podía repensar sus creaciones y experimentar soluciones diferentes. Por otra parte, el papel es un material más ligero y barato, útil para que el artista difunda sus ideas visuales a un público más amplio. Le retour ya se subastó en Christie’s en 2004, cuando alcanzó 900.000 libras. Ahora sale de nuevo a subasta con una estimación de entre 4 y 6 millones de libras. ¿Puede superarse a sí mismo? Seguramente sí, pero con la misma seguridad no desafiará el récord de El Imperio de la Luz, establecido en 60 millones hace sólo un año al otro lado del Támesis, en New Bond Street.
Pero el surrealismo no es sólo Magritte, como demuestran los lotes que se suceden en el catálogo. Véase a Yves Tanguy, a subasta con un paisaje sin referencias espaciales, casi infinito, titulado Merveilles des mers y estimado en 900.000-1,5 millones de libras. O el español Óscar Domínguez con la críptica y erótica Machine à coudre électro-sexuelle (1934-35), obra estimada en 2-3 millones y que huele a récord para el artista, que paró en algo más de 2 millones. O como esa locura de sublimación y disolución de los asientos reales de Le fauteuil Louis XVI firmada por André Masson, estimada en 800.000-1,2 millones de libras. Más difícil que este lote desafíe el récord del pintor, que pertenece a Gradiva, vendido en Sotheby’s en 2010 por 2,3 millones de euros. Pero nunca digas nunca: en el mundo de los sueños hasta lo imposible encuentra la forma de manifestarse.
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