Costantino D'Orazio ataca de nuevo: sus embarazosas perlas florentinas "de viaje con su tía


La RAI confía a Costantino D'Orazio la divulgación de la historia del arte en el programa "In viaggio con la zia". Y comete errores, como de costumbre.

Para quienes estén acostumbrados a ver un poco de historia del arte en televisión, la figura de Costantino D’Orazio no será sin duda ninguna novedad. Sin embargo, para quienes no lo conozcan, se trata de un personaje omnipresente cuya función es divulgar la historia del arte: sus incursiones en televisión y radio van desde Geo & Geo a #staiserena, pasando por el último programa de viajes de la RAI, In viaggio con la zia, con Syusy Blady y Livio Beshir. En el programa, Costantino D’Orazio interviene cada vez que se menciona una obra de arte. El problema es que a menudo lo hace a destiempo, exhibiendo vergonzosas secuencias de inexactitudes e incluso errores garrafales que evidentemente rebajan el nivel de calidad del programa. Y es una verdadera lástima, porque el programa está muy bien hecho: los presentadores son expertos, animados y nunca aburridos, los viajes se centran sobre todo en lugares que no se dan por descontados y a menudo poco conocidos, y hay muchas oportunidades de descubrir detalles interesantes.

Por eso es una pena que, para la parte de divulgación histórico-artística, la producción haya decidido recurrir a un personaje cuya falta de familiaridad con el tema es bien conocida. En el programa que presentaba para la RAI, AR. Frammenti d’arte, la serie de errores es larga y ya ha sido comentada, pero podríamos continuar con sus apariciones en Geo & Geo (en un episodio en el que hablaba de la Venus de Botticelli, D’Orazio llegó a decir que el artista florentino se había inspirado en la Venus Capitolina.... olvidando quizás que la estatua fue encontrada en realidad hacia 1670, unos doscientos años después de que se realizara la obra maestra de Botticelli) y, por supuesto, con sus intervenciones en In viaggio con la zia. El blog Sul Parnaso hizo una lista de los errores del episodio en el que Blady y Beshir se encuentran en Turín con un post en su página de Facebook, pero el primer episodio de la serie, dedicado a la ciudad de Florencia, también abunda en errores e imprecisiones. He aquí los resultados que D’Orazio consiguió en sólo unos minutos de emisión:



Livio Beshir, Syusy Blady y Costantino D'Orazio con el Baco de Miguel Ángel
Livio Beshir, Syusy Blady y Costantino D’Orazio con el Baco de Miguel Ángel

  1. En cuanto al famoso dibujo de Leonardo da Vinci que representa la ejecución en la horca de Bernardo Bandini Baroncelli, uno de los participantes en la conspiración de los Pazzi, Costantino D’Orazio afirma que se trataba de un estudio para una obra posterior que debía pintarse “en la fachada de un palacio”: según la reconstrucción del personaje televisivo, el encargo fue hecho posteriormente a Sandro Botticelli por Lorenzo el Magnífico, episodio que causó una profunda decepción a Leonardo. En realidad, el dibujo de Leonardo data de 1479 (Bandini Baroncelli fue ahorcado el 29 de diciembre de 1479 desde una ventana del Palacio del Bargello, y no en la actual plaza de la Señoría, como quiere hacer creer D’Orazio al afirmar que Leonardo se encontraba en esa misma plaza tomando notas), mientras que el encargo de representar a traidores en un fresco infame le fue hecho a Botticelli un año antes, en el verano de 1478, por el Otto di Guardia e Balia, una antigua magistratura florentina que se ocupaba de la delincuencia y la seguridad. Algunos estudiosos han especulado con la posibilidad de que el dibujo de Leonardo fuera ejecutado con vistas a una realización posterior a la de Botticelli (y quizá con la intención deliberada de conseguir un encargo, tal vez para añadir una figura al fresco de Botticelli), pero no podemos establecerlo con certeza, porque no existen documentos que puedan vincular la obra de Botticelli con el dibujo de Leonardo, o que en cualquier caso nos hablen de un posible destino de la hoja de Leonardo.
  2. Costantino D’Orazio afirma que el Baco de Miguel Ángel habría sido rechazado por el cliente debido a que el artista lo representaba ebrio, contrariamente a las expectativas del cliente, que quería un dios representado en una pose clásica. En realidad, desconocemos las razones por las que el cliente, el poderoso cardenal Raffaele Riario, no aceptó la obra, que más tarde compró el banquero Jacopo Galli. D’Orazio da por sentada la hipótesis según la cual a Riario no le gustaba la forma en que Miguel Ángel representaba al dios: es plausible, pero ciertamente no es la única respuesta al problema, y presentarla como si fuera una certeza absoluta es hacer una divulgación poco seria porque, por mucho que el divulgador se incline por una postura, no está exento de la tarea de presentar todas las demás hipótesis plausibles (o al menos las principales) a quienes le siguen. El abanico, de hecho, no es tan estrecho, y la hipótesis a la que da crédito D’Orazio es, entre otras cosas, la más antigua, porque se remonta más o menos a la época de la publicación (en 1981) de los documentos que atestiguan el encargo del cardenal. Desde entonces, varios han intentado proponer una solución al problema: tal vez, simplemente, la obra no gustó al cardenal (Paola Barocchi, 1982), o hubo una pérdida de interés en la obra por parte del cardenal (Christoph Frommel, 1997, que también ofrece otra solución: tal vez el lugar donde debía ubicarse la escultura aún no estaba listo). Y de nuevo: la razón podría haber sido la decepción del cliente porque la obra no cumplía sus estándares (Ingrid Drake Rowland, 1998), el hecho de que una obra así era impropia de la colección de un cardenal (William E. Wallace, 2010), o un altercado entre Rafael Riario y Miguel Ángel (Michael Hirst, 2011), o el hecho de que el cambio de las condiciones políticas en Roma en 1497 tras el asesinato de Giovanni Borgia, al que siguió una crisis espiritual del papa Alejandro VI, que se propuso combatir los vicios de la Iglesia (intenciones que, sin embargo, duraron poco), habían llevado a Rafael Riario a considerar poco prudente exponer una estatua que era un claro símbolo de los vicios mencionados (Erin Sutherland Minter, 2013). Y en cualquier caso, como vemos, las hipótesis más recientes coinciden en descartar la hipótesis de la falta de aprobación del cardenal, que pagó al artista hasta el final de la obra (señal de que no debía estar tan descontento con la escultura). En resumen: la realidad es mucho más compleja de lo que Costantino D’Orazio quiere hacer creer al observador. Dado el poco espacio dedicado a la obra en la emisión, más vale pasar por alto la cuestión y centrarse en otros aspectos.
  3. Pasando a la Sala de Miguel Ángel del Museo del Bargello, D’Orazio, Blasy y Beshir se detienen unos segundos ante el Baco de Jacopo Sansovino, y el “profesor” (apelativo que los dos presentadores dirigen a nuestro “divulgador”) presenta la obra como un “Baco realizado de manera clásica y consonante”.... es una pena que se olvide de decir quién es el verdadero autor, y en un contexto en el que se habla exclusivamente de Miguel Ángel se corre el riesgo de hacer creer al espectador que el Baco de Sansovino también es de Miguel Ángel. Tal vez D’Orazio sepa quién es el autor de la obra, pero guardar silencio sobre el autor y hablar sólo de Miguel Ángel no deja de ser una ingenuidad que no debería aparecer en un programa de la RAI.
  4. Por último, Costantino D’Orazio logra confundir el David-Apollo de Miguel Ángel con un improbable (e inexistente) “David-Bacco” (¡sic!), induciendo a error incluso al pobre Livio Beshir.

Por supuesto: estamos convencidos de que todo el mundo puede cometer errores, y de que no hay obras de divulgación que estén totalmente exentas del riesgo de inexactitudes. Los errores, en definitiva, forman parte del trabajo, y sirven para mejorar constantemente. Pero, por otro lado, nos preguntamos cómo es posible que la RAI siga confiando en un personaje que ha demostrado en varias ocasiones ofrecer una calidad muy pobre, cometer repetidamente errores incluso triviales e ingenuos (que uno realmente no esperaría de un “profesor” de historia del arte) y seguir banalizando cuestiones complejas como la que hemos destacado en el segundo punto de la lista anterior. Evidentemente, no tenemos nada en contra de Costantino D’Orazio, quien, por otra parte, en las ocasiones en que ha respondido públicamente a las críticas ha hecho gala de una elegancia que no es para todos los gustos. Nuestra decepción es contra la suficiencia con que se trata el asunto. Es una cuestión de profesionalidad.


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