Conversación con cuatro mujeres artistas: ¿reescribir la historia del arte con más nombres femeninos?


¿Cuáles son las dificultades a las que se enfrenta una mujer que quiere hacer carrera en el mundo de las artes? ¿Qué podría hacerse para mejorar la situación? Hablamos de ello con cuatro mujeres artistas.

Tome nota: rara vez se preguntará a un hombre durante una entrevista de trabajo si tiene intención de tener hijos o, en general, se le harán preguntas sobre su vida personal. Sin embargo, es algo que se vuelve muy posible si la entrevistadora es una mujer. Se han vertido ríos de tinta sobre el tema de la igualdad de oportunidades y la independencia económica de las mujeres, pero en realidad, en el año 2020, esta igualdad tan codiciada sigue siendo una utopía y seguramente lo seguirá siendo durante mucho tiempo. Diversidad de ingresos, de trato, de número en empleos importantes y menos importantes, y esto un poco en todos los sectores. Sin olvidar que las mujeres a menudo se ven obligadas a transigir, mientras que los hombres ni siquiera saben lo que significa la palabra “transigir”, o si la conocen están dispuestos a aceptarla.

El sector del arte y el sistema del arte contemporáneo no son menos, es más, son un espejo descarnado y desnudo de esta realidad establecida. Y si ser artista hoy en día ya no se considera un trabajo a todos los efectos, cuando es una mujer quien desempeña este papel, la palabra “artista” se sustituye completamente por la palabra “aficionada” o “que no hace nada”. Si en la historia del arte italiano e internacional se recuerdan muy pocos nombres femeninos, es porque en el pasado a las mujeres no se les permitía dedicarse al arte o eran sobre todo las compañeras menos famosas de artistas mucho más conocidos (recordemos a Artemisia Gentileschi, Rosalba Carriera, Frida Kahlo.... y algunos otros nombres que se pueden contar con los dedos de la mano), en el arte contemporáneo el número de mujeres que se han dedicado o se dedican al arte está aumentando, pero no lo suficiente, y las mujeres siguen siendo cada vez menos valoradas en el mercado que los hombres. Para las mujeres que han emprendido o están emprendiendo el camino de galerista, comisaria, periodista de arte, crítica, el discurso sigue siendo más o menos el mismo: pocos nombres y rara vez en lo más alto. La primera Bienal de Arte de Venecia comisariada por una mujer fue en 2005 (ciento diez años después de su fundación), cuando se confió la dirección artística a un dúo femenino, María de Corral y Rosa Martínez. Desde entonces, ha habido otras dos ediciones comisariadas íntegramente por mujeres: la de 2011, con Bice Curiger, y la de 2017, con Christine Macel.

Por ello, hablamos de lo que significa ser una mujer artista en la sociedad actual y de su papel dentro del sistema y del mercado contemporáneo con cuatro mujeres artistas que trabajan en la escena europea, desde Chieti a París, pasando por Venecia y Colonia. El resultado es una entrevista con cuatro de enorme interés, de la que queremos informar aquí en parte.

Francesca Maria D’Antonio, jovencísima diseñadora de vestuario y escenografía, especializada en vestuario histórico en la Academia de Bellas Artes de L’Aquila, que ya ha trabajado por toda Italia como diseñadora de vestuario, escenografía y maquillaje. Obviamente, esto la enorgullece, pero también admite la dificultad, precisamente por ser mujer, de ganarse la confianza de sus colegas masculinos.

“Al empresario o a los colegas les cuesta ver a una mujer con más potencial que un hombre en un área, quizá en la construcción, que es puramente masculina”, dice. “Eres mujer y por tanto no puedes saber utilizar la sierra de calar. Eres mujer y por eso no sabes utilizar bien el destornillador. Eres mujer y, según los demás, siempre necesitas que te echen una mano”. Y de nuevo: “Siempre te consideran inferior para ciertas cosas o demasiado superior y por lo tanto eres molesta, o peor aún eres algo que hay que molestar durante las horas de trabajo”.

El concepto de “fuerza” es difícil de romper para quienes hacen arte, como afirma Raghad, escultora nacida en Bagdad pero residente en París, que con la fuerza de sus caballos esculpidos ha conseguido dar gracia, elegancia y vivacidad a formas pertenecientes al imaginario masculino, como los caballos en movimiento. “La sociedad sigue pensando hoy que ’el artista masculino es más fuerte que la artista femenina’”, dice la artista. “Y esto no es en absoluto correcto. Por eso la mujer artista siempre y en todo el mundo necesita hacer el doble que el artista masculino para poder existir en la sociedad, ¡pero hasta ahora no puede existir fácilmente!”

Francesca Maria D'Antonio
Francesca Maria D’Antonio. Cortesía de la artista


Raghad
Raghad. Cortesía de Henrietta Weithorn

Estas convicciones están muy a menudo influidas por la tradición de que las mujeres deben ocuparse de la familia y el hogar, una opinión que obviamente también se aplica a las mujeres dedicadas a carreras artísticas, como nos cuenta la pintora Federica Scoppa, que vive en Venecia y tiene en su haber varias exposiciones individuales y colectivas: "A nivel personal sigue sin haber un apoyo real por parte de los hombres en el papel de cuidar de la ’res - casa’, mientras que a nivel público las artistas son prácticamente ’invisibles’, no hay un sistema de bienestar flexible en el que puedan confiar para conciliar la maternidad con su trabajo".

Rosanna D’Ortona, fotógrafa autodidacta de origen italiano que vive y trabaja en Colonia, afirma: “A los hombres, en general, no se les pregunta si tienen hijos o si quieren tenerlos. Al contrario, este aspecto no está relacionado en absoluto con el hecho de ser hombre. De hecho, cuando se trata con un hombre, se habla inmediatamente de su trabajo como artista o de sus obras. A una mujer, por el contrario, siempre se le hacen preguntas personales y a veces demasiado invasivas”.

A pesar de las muchas dificultades encontradas en el camino, sobre todo para hacer frente a los costes financieros, muchas mujeres sacrifican obstinadamente mucho de sí mismas y deciden con abnegación seguir una carrera en el mundo del arte, a menudo chocando con quienes están a su lado. A todas las artistas entrevistadas se les preguntó por qué tomaron este camino y para qué sirve el arte hoy en día. Todas respondieron que no podían haber hecho otra cosa que probar suerte en esta carrera, aun conociendo las dificultades que entraña, porque la práctica artística es lo que forma parte de su esencia más profunda, es la vocación a la que han sido llamadas a responder, algunas con una sólida formación a sus espaldas, otras de forma autodidacta. “El arte es un lenguaje a través del cual habla el artista”, sostiene Raghad. “El arte”, subraya Federica Scoppa, "sirve hoy en todas sus formas para sobrevivir, para denunciar, para reconfortar, para fomentar el pensamiento crítico, la toma de conciencia, para dar bienestar psíquico.

El verdadero reto es pensar en una solución concreta que ayude a las mujeres artistas a abrirse camino en el mundo del arte con las mismas oportunidades que sus colegas masculinos, así como incentivar a galeristas, galeristas y cualquier institución encargada de promocionar a las mujeres artistas. “Creo que en el sector del arte”, afirma Rosanna D’Ortona, "algún tipo de asociación o comunidad solidaria funcionaría sin duda para financiar las necesidades de todas las que formamos parte del sector (especialmente para las mujeres artistas que no forman parte del pequeño porcentaje que ha triunfado en la escena artística contemporánea). Un ejemplo de ello podrían ser las iniciativas de agricultura solidaria o el sistema de compartir: cada uno ofrece lo que puede, dando así a los que no pueden permitírselo la oportunidad de participar en exposiciones o eventos especiales y, en consecuencia, disfrutar e inspirarse con obras de arte. ¿Podría tener la profesión de artista una posición (difícil sin embargo hacer una comparación concreta) quizá similar a la de los maestros y profesores? Pienso en esta solución porque la experiencia y el encuentro con una obra de arte (música, literatura, performance, escultura, pintura, fotografía, murales) son momentos colectivos y al mismo tiempo íntimos: pueden ofrecer experiencias y abrir mundos que la materialidad comercial y capitalista no puede: el arte, de hecho, consigue hablar un lenguaje universal y conectar a las personas. En Colonia, donde vive y trabaja Rosanna D’Ortona, todavía hay una gran carencia, como ella nos cuenta, de estructuras que permitan a una mujer artista no tener que tomar la decisión entre ser una buena madre y su trabajo.

Federica Scoppa
Federica Scoppa. Cortesía de la artista


Rosanna D'Ortona
Rosanna D’Ortona. Cortesía de Henrietta Weithorn

Desde Venecia, Federica Scoppa se hace eco de las palabras de Rosanna D’Ortona y subraya una cuestión importante: la conciencia y el reconocimiento de que existe una diferencia, en el sistema del arte contemporáneo, entre el trato reservado a un hombre y el reservado a una mujer.

"Creo que, en primer lugar, debemos reconocer que en este campo, como en muchos otros, existe una brecha de género que hay que salvar“, afirma la artista romana. ”Y para romper el techo de cristal que también pende sobre las cabezas de las artistas, hay que poner en marcha ’acciones positivas’, como las propuestas en otros campos para superar la brecha de género. En el caso del arte, podrían ser concursos reservados a mujeres artistas, con temas que estimulen la investigación creativa, tanto por parte de instituciones como de particulares, permitiendo la participación no sólo en función de los títulos, sino de la propuesta artística, reconociendo en particular la determinación de hacer del trabajo artístico la propia profesión, o la propia fuente de ingresos. Pero la práctica artística en general debería tener más espacio en la educación de los jóvenes, formar parte de todos los institutos: no sólo porque permite mantener el contacto con una cierta habilidad manual, sino porque sirve para desarrollar la propia creatividad, para mirar dentro de uno mismo, para construir una sensibilidad y una cultura que van más allá de las pantallas de un teléfono móvil".

Raghad piensa que para abordar esta cuestión y encontrar una solución, hay que dejar de pensar en el sistema del arte como masculino o femenino, sino más en general en el ser humano sin distinción de género.

A la pregunta, quizá un poco obvia, de quiénes son las cuatro artistas femeninas favoritas, surgen nombres que no son del todo obvios y cuyas historias deberían conocerse mejor para reescribir desde cero la historia delarte hasta ahora conocida, como las diseñadoras de vestuario Gabriella Pescucci, Anna Anni, Collen Atwood, pero también nombres de artistas más familiares como Natalia Goncharova, artista excéntrica, Georgia O’Keefe, Marina Abramovic, Yayoi Kusama y Bridget Riley.


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