¿Hay que retener una obra de arte imponiendo una restricción de interés cultural o dejar que la obra circule en el mercado libre? Esta es una de las cuestiones más intrincadas a las que debe enfrentarse hoy un Estado en el ámbito del patrimonio cultural, y las decisiones suelen desencadenar polémicas en uno u otro sentido: por ejemplo, porque un Estado ha bloqueado la circulación de un bien, quizá no esencial para sus colecciones públicas, imponiendo una restricción que impide que la obra salga de las fronteras nacionales (con la consecuencia de que ya no puede ser adquirida por quienes viven en el extranjero y, por tanto, la obra pierde valor), o porque, por el contrario, ha dejado escapar una obra importante para las colecciones nacionales.
Encontrar un punto de equilibrio entre la protección del patrimonio cultural del país y el libre comercio de bienes es, por consiguiente, la tarea de una legislación de bienes culturales evolucionada: en los próximos días veremos, en estas páginas, cómo han afrontado y afrontan este deber los países occidentales más importantes para el mercado del arte, o aquellos que cuentan con un patrimonio cultural significativo. Hoy, en este artículo, veremos cuáles son las razones por las que un Estado puede optar por retener una obra, poniendo una traba y, por tanto, impidiendo que la obra salga de sus fronteras nacionales (normalmente la traba se pone también para que el Estado pueda ejercer el derecho de tanteo que le sigue: luego, en algunos países, se pone también un plazo para que el Estado pueda hacer su oferta) o por qué, por el contrario, puede decidir dejarla circular por el mercado libre. Y también vemos cuáles deben ser los criterios que guíen las elecciones.
La necesidad de establecer normas sobre la exportación se debe a la naturaleza especial de las obras de arte: de hecho, estamos hablando de objetos que tienen una característica única, es decir, por un lado representan un bien que tiene un valor económico, en otras palabras, una mercancía, pero por otro lado también tienen un valor histórico, artístico y cultural que también puede ser de extrema importancia para el país donde se encuentra la obra. Esto es así porque la obra de arte puede contar una parte de la historia del país, porque puede ser un objeto único y, por tanto, privarse de él supondría renunciar a una pieza fundamental e inigualable de su historia, o porque es relevante para comprender un contexto, o incluso porque siempre ha estado vinculado a un lugar concreto: puede haber muchas razones por las que un Estado pueda tener interés en conservar una obra de arte.
Conservar una obra de arte significativa en el país es una forma de garantizar que los ciudadanos puedan acceder a sus raíces culturales e históricas y reconocerlas. La dispersión de obras de arte en el extranjero podría debilitar este vínculo con el pasado y fragmentar el patrimonio nacional. Por lo tanto, conservar obras de arte en su territorio permite a un Estado valorizar su patrimonio artístico y cultural. Las obras de arte conservadas pueden exponerse en museos públicos, lo que contribuye a la educación cultural de la población y al enriquecimiento del turismo cultural. El turismo patrimonial es una importante fuente de ingresos para muchos países y una obra de arte valiosa puede convertirse en una atracción central.
Sin embargo, cuando una obra de arte se exporta, existe el riesgo de que nunca regrese a su país de origen. Esto puede llevar a la pérdida permanente de piezas de gran importancia histórica o cultural, que pueden acabar en colecciones privadas en el extranjero y volverse inaccesibles al público. Conservar una obra de arte evita esta dispersión y garantiza que el patrimonio cultural permanezca intacto y accesible. Muchas obras de arte tienen además un valor histórico que va más allá de su valor estético o monetario. En otras palabras, representan momentos cruciales de la historia de un país, acontecimientos significativos o están vinculadas a personajes históricos importantes. El Estado puede decidir conservar estas obras para garantizar que la historia y la memoria colectiva de la nación se preservan y se transmiten a las generaciones futuras.
Los Estados también pueden conservar obras de arte para apoyar y enriquecer las colecciones de sus instituciones culturales y museos. Estas instituciones desempeñan un papel fundamental en la conservación, el estudio y la difusión del patrimonio cultural. Conservar obras de arte importantes en el país permite a estas instituciones ofrecer una educación cultural más rica y completa.
Las obras de arte también pueden estudiarse mejor si son accesibles a investigadores y académicos de todo el mundo. Hacer que las obras de arte sean propiedad pública puede facilitar su estudio en diferentes contextos académicos, lo que conduce a nuevos descubrimientos y a una mayor comprensión del patrimonio cultural. Este enfoque también puede estimular la colaboración internacional entre académicos e instituciones.
Pero, por otro lado, también hay buenas razones para favorecer el comercio de obras de arte. En primer lugar, se trata de dar vida al mercado. El mercado del arte puede tener un impacto significativo en la economía, generando ingresos a través de las ventas, las subastas y el coleccionismo. Permitir que las obras de arte circulen puede contribuir a estimular la actividad económica, fomentando el comercio y atrayendo inversiones.
Un mercado del arte dinámico también puede fomentar el crecimiento del sector cultural y creativo, lo que repercute positivamente en la economía nacional. Además, permitir que una obra de arte circule en el mercado internacional puede aumentar su visibilidad y reconocimiento mundial. Las obras de arte que viajan y se exponen en diferentes países pueden obtener un reconocimiento más amplio, ayudando a destacar el arte y la cultura de un país más allá de sus fronteras. Esto puede conducir a una mayor apreciación y promoción del patrimonio cultural nacional a escala mundial. La venta de obras de arte también puede generar importantes ingresos para los propietarios y el mercado.
Para los museos y las instituciones culturales, la venta de determinadas obras puede ser una estrategia para recaudar fondos destinados a la adquisición de nuevas obras, a la conservación, a proyectos educativos y, en general, a todas las actividades de la vida museística. Este enfoque también puede ayudar a financiar proyectos culturales y de conservación que beneficien a la comunidad. Sin embargo, la venta de obras de las colecciones de los museos, práctica conocida como deaccessioning, sólo está permitida en algunos países: en Estados Unidos, por ejemplo, es una práctica bastante habitual, mientras que en Italia no se permite la deaccessioning a los museos públicos.
Además, un Estado que no sea excesivamente invasivo con el mercado puede garantizar que se fomente el coleccionismo privado, una práctica que también puede desempeñar un papel importante en la conservación y mejora de las obras de arte. En efecto, los coleccionistas privados gastan a menudo sumas considerables para adquirir, mantener y restaurar obras de arte, contribuyendo así a su conservación. Además, el mecenazgo privado puede aportar recursos financieros que apoyen a museos y galerías mejorando sus colecciones y servicios. Y a veces las colecciones privadas se abren al público. Luego está la cuestión de los derechos de propiedad privada, un principio fundamental en todas las jurisdicciones occidentales. Los propietarios de obras de arte tienen derecho a decidir qué hacer con su propiedad, incluida la posibilidad de venderla. Los Estados deben respetar este derecho, y su intervención para restringir la circulación de un bien que pertenece a un particular debe tratar de garantizar en la medida de lo posible un equilibrio entre la preservación del patrimonio cultural y el respeto de los derechos individuales.
Además, dejar obras de arte en el mercado puede fomentar el comercio internacional y atraer inversiones extranjeras. Las casas de subastas y los mercados mundiales de arte son lugares donde las obras pueden ser compradas y vendidas por coleccionistas e inversores de todo el mundo. Este flujo de capital puede ser beneficioso para el sector cultural y creativo, ya que puede contribuir al crecimiento económico y a la competitividad global.
La decisión de un Estado de dejar una obra de arte en el mercado o, por el contrario, conservarla puede verse influida por una combinación de consideraciones económicas, culturales, jurídicas y prácticas. Mientras que conservar las obras de arte en el país puede servir para proteger y mejorar el patrimonio cultural, permitir que estas obras circulen en el mercado internacional puede ofrecer importantes ventajas en términos económicos, de reconocimiento mundial y de respeto de los derechos de propiedad. Equilibrar estos factores es una parte crucial de la gestión del patrimonio cultural y el comercio del arte.
La decisión de un Estado de embargar una obra de arte e impedir su exportación debe basarse en una serie de criterios bien definidos que reflejen la importancia cultural, histórica y práctica del objeto. Mientras tanto, uno de los criterios más significativos es laimportancia cultural o histórica de la propia obra de arte. Los Estados tienden a conservar o encuadernar obras que representan elementos clave de su cultura, historia y tradición. Esto significa obras que documentan acontecimientos históricos significativos o figuras históricas cruciales, u objetos que representan un aspecto único de la cultura nacional (o regional, por supuesto: la obligación también puede referirse a obras que pueden no ser de gran importancia para el país en su conjunto, pero tienen un valor excepcional para una ciudad, un territorio o una región), difíciles de encontrar en otro lugar.
También está el criterio delvalor artístico excepcional, es decir, obras de artistas fundamentales o particularmente influyentes que pueden considerarse demasiado raras o demasiado valiosas para ser exportadas. Obras que muestran una gran calidad artística, obras que han innovado el campo del arte u obras fundamentales para comprender la trayectoria de un artista o de un movimiento artístico. Obras que garanticen la finalización de una colección, para que las instituciones culturales dispongan de una representación completa y significativa del patrimonio. Obras que, en definitiva, si se exponen en un museo permiten al público comprender mejor a un artista o un movimiento, y cuya salida al extranjero provocaría en consecuencia un vacío, una carencia en las colecciones nacionales. Además, la retención también favorece la investigación académica y la educación, por lo que una obra adquirida por el Estado tiene la garantía de seguir siendo accesible a estudiosos, investigadores y estudiantes.
Otro criterio es el contexto de origen, otro factor que puede influir en la decisión de conservar una obra de arte. Las obras que tienen una conexión directa con su lugar de origen o con la historia nacional o regional suelen considerarse esenciales para las colecciones públicas. Así, se trata de obras que tienen un significado especial para una comunidad, o de obras que sirven para restablecer un contexto que se había perdido con el tiempo, o de objetos que se reúnen con una colección de la que formaban parte, o que vuelven a su entorno original.
Por último, no hay que subestimar el criterio de la rareza: si acaba en el mercado la obra de un artista poco representado en los museos de un país, al Estado le interesa intentar conservarla. Hay artistas importantes que, en virtud de su historial de coleccionismo, están mucho más presentes en las colecciones privadas que en los museos públicos, y en casos así un Estado podría decidir imponer una restricción. La rareza también puede ser relativa a un tema sobre el que un artista ha trabajado poco o nunca y que, por tanto, podría estar representado de forma más completa en una exposición en un museo.
Estos son los criterios que, en Italia, determina la ley. De hecho, existe un decreto ministerial, DM 6 diciembre 2017 no. 537, sobre las direcciones para la evaluación de la expedición del certificado de libre circulación (es decir, el documento que, en Italia, garantiza a un bien la posibilidad de ser exportado), que identifica seis criterios: calidad artística de la obra; rareza (en sentido cualitativo y/o cuantitativo); relevancia de la representación; pertenencia a un conjunto y/o contexto histórico, artístico, arqueológico, monumental; testimonio particularmente significativo de la historia del coleccionismo; testimonio relevante, desde el punto de vista arqueológico, artístico, histórico, etnográfico, de relaciones significativas entre diferentes áreas culturales, también de producción y/o procedencia extranjera. Cada uno de estos criterios está cuidadosamente definido: la calidad se valorará en función de la “maestría de ejecución”, la “capacidad expresiva” y la “invención, originalidad”, mientras que la rareza se considerará en relación, por ejemplo, con el autor de laobra (es decir, un artista poco representado en las colecciones nacionales), el tipo, la cronología, los materiales y las técnicas de ejecución, el grado de presencia en colecciones públicas, la relevancia histórico-cronológica o el valor como prototipo si se trata de objetos relacionados con la historia de la ciencia, la tecnología y la industria. Por “relevancia de la representación” se entiende, por ejemplo, una obra poco común en términos de iconografía/iconología, o si constituye una documentación o prueba histórica importante. Por último, por “testimonio relevante de relaciones significativas entre diferentes áreas culturales” se entiende una obra que constituya una prueba de diálogo o intercambio entre la cultura artística, arqueológica o antropológica italiana y el resto del mundo.
¿Qué obras deben quedar libres? Aquellas que no se ajustan a los criterios expuestos anteriormente: es decir, obras que no tienen una importancia cultural, histórica o artística significativa en comparación con otras obras del patrimonio nacional, por ejemplo, obras de escasa relevancia u obras de artistas o periodos históricos que no tienen un impacto particularmente fuerte en el contexto nacional o en contextos regionales. La obra también puede tener un valor económico muy elevado pero ser obra de un artista que ya está abundantemente representado en las colecciones nacionales: si, por lo tanto, la compra corre el riesgo de ser una duplicación, o si hay un excedente de obras similares, es más aceptable permitir la exportación.
En la decisión de un Estado de conservar una obra de arte influye, en esencia, una combinación de criterios culturales, históricos, artísticos, económicos y jurídicos. Cada Estado adopta un enfoque que refleja sus prioridades y políticas culturales, tratando de equilibrar la protección del patrimonio cultural con las necesidades económicas y las consideraciones de mercado. Y no suele optar necesariamente por la mejor opción (las numerosas polémicas, recientes y lejanas, están ahí para demostrarlo): es un ámbito propenso a errores a menudo graves. Un enfoque equilibrado entre la preservación del patrimonio cultural y las necesidades prácticas y económicas es esencial para una gestión eficaz de las colecciones de arte y cultura, y en un Estado que funcione esto requiere conocimientos de historia del arte y colecciones públicas, carecer de ideas preconcebidas sobre el libre mercado, contar con oficinas con personal competente y trabajar sin dificultades debido a la escasez de personal.
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