Cómo visitar la Bienal de Venecia y ser feliz


La Bienal de Venecia es siempre un gran espejo de su tiempo. Visitarla es una aventura que hay que afrontar con la mente abierta y libre de prejuicios.

Parafraseando el divertido título de un libro sobre arte contemporáneo de principios de la década de 2000, el verdadero consejo que se puede dar al público que se dispone a vivir la aventura de la Bienal de Venecia es que se acerque a ella con la mente abierta y libre de cualquier prejuicio.

La Bienal de Venecia no es una exposición normal (además, los supuestos parámetros de normalidad ya no existen en la historia de las exposiciones), sino una experiencia, un viaje. Como todo buen viaje, se prepara con antelación y, sobre todo, no termina en el tiempo de su estancia, sino que sus efectos continúan desplegándose a lo largo del tiempo.

El público que decida vivir la experiencia de la Bienal debe dotarse de las herramientas necesarias como la curiosidad, el tiempo, la resistencia, a menudo la paciencia, pero sobre todo la libertad de visión y la conciencia crítica - cada uno a su manera. Aunque sea considerada por la mayoría de los conservadores un Luna Park de la cultura, y a veces un supermercado para las élites, la Bienal de Venecia, con su característica distinción entre la exposición central, en la majestuosa arqueología industrial de los Arsenales y en lo que fue el Pabellón de Italia en el centro de los Giardini, y las participaciones nacionales repartidas entre la antigua arquitectura de los Giardini, símbolo de una geografía política atrasada a principios del siglo XX, las Corderie y los Tese aún en elArsenale y, sobre todo, en el magnífico marco de la ciudad de Venecia, es un acontecimiento que es a todos los efectos un espejo del tiempo.

Son innumerables los ejemplos pasados de poderosas instantáneas de la historia: desde el inolvidable Balkan Barock de Marina Abramovi?, Leone d’Oro en 1997, un rito sinestésico de purificación en el que la reina de la representación, sentada sobre una escalofriante montaña de 1.500 huesos bovinos ensangrentados, denunciaba con irreductible claridad la limpieza étnica que estaba teniendo lugar durante la guerra de los Balcanes, hasta ¿De qué otra cosa podíamos hablar? la macabra instalación performativa de Teresa Margolles para el Pabellón de México en 2009, y de nuevo al valiente acto de denuncia del Pabellón de Egipto en 2011 con el impactante relato visual en cinco pantallas de la Primavera Árabe y los disturbios de la Plaza Thirir en los que encontró la muerte el artista, el joven video-reportero Ahmed Basiouny.

Katharina Fritsch, Elefant (1987; poliéster, madera, pintura, 420 x 160 x 380 cm). Foto de Marco Cappelletti
Katharina Fritsch, Elefant (1987; poliéster, madera, pintura, 420 x 160 x 380 cm). Foto de Marco Cappelletti
Sala de exposiciones de La Leche de los Sueños, Bienal de Venecia 2022. Fotografía de Roberto Marossi
Sala de la exposición La leche de los sueños, Bienal de Venecia 2022. Foto de Roberto Marossi
Pabellón de Gran Bretaña en la Bienal de Venecia 2022, Sala 4. Foto de Cristiano Corte
Pabellón de Gran Bretaña en la Bienal de Venecia 2022, Sala 4. Foto de Cristiano Corte

La 59ª edición de la Bienal de Venecia tampoco erró el tiro. Tras el estancamiento forzoso de un año infligido por la pandemia del Covid 19, su codiciada inauguración cae en medio de un atroz conflicto internacional en el corazón de Europa, socavando los ideales de libertad del propio arte así como el formato establecido, aunque filosóficamente desfasado, de presentar lo mejor de las artes visuales de cada nación participante. La ausencia de Rusia, que se retiró pocos días después de la invasión de Ucrania, la repentina instalación por parte de los organizadores de la Bienal en la zona de los Giardini de la llamada “Plaza de Ucrania”.en la que se erigen tótems de sacos de arena para simular la triste práctica bélica de intentar preservar los monumentos, y sobre todo la significativa presencia del Pabellón de Ucrania y su equipo, cuya llegada a la laguna en los dos meses que precedieron a la inauguración adquirió un triste aire épico, pueden ser en sí mismas simbólicas del significado mismo de la Bienal de Venecia: un termómetro de la sociedad.

El nombramiento de una comisaria, por primera vez italiana aunque afincada en Nueva York (emancipación a medias suspiro), fue un signo político que se refleja claramente en la exposición La leche de los sueños. Cecilia Alemanni rompió valientemente con la tradición machista del sistema artístico invitando a 191 artistas femeninas de un total de 213 asistentes. Por fin. La feminidad de la exposición es patente incluso para el visitante menos informado, al igual que la atención a mundos lejanos y categorías sociales marginales. Apreciable es el intento de sistematizar las obras en secciones y microrrelatos, de la magia al surrealismo, del cuerpo a la máquina, para orientarse en una producción multimedia y multirracial. Semejante proliferación de obras (1433, sin duda también debido al mayor tiempo disponible para la preparación de la ineludible cita del mundo del arte) no puede, sin embargo, dejar de desorientar al visitante, al que se recomienda, como buen viajero, un mapa indispensable y quizá una guía de bolsillo.

Por último, ¡la saga de los premios! Este año, incluso un ojo no especializado no puede dejar de notar la coherencia monolítica de los premios, otorgados mayoritariamente a mujeres... esto también es una clave para entender la tendencia del arte, esperamos. Sin embargo, sin desmerecer en absoluto el trabajo de Simone Leigh, galardonada como Mejor Artista, con su doble presencia en la entrada de la exposición de Arsenali y como representante del Pabellón de Estados Unidos, transformado en cabaña para la ocasión, o de Sonia Boyce, que ganó el León de Oro a la Mejor Participación Nacional con su cautivadora instalación Feeling Her Way para Gran Bretaña, el arte podría permitirse ser un poco menos políticamente correcto.

Esta contribución se publicó originalmente en el número 14 de nuestra revistaimpresa Finestre Sull’Arte Magazine. Haga clic aquí para suscribirse.


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