“El sector privado no siempre se ocupa de nuestro patrimonio”: esta es la verdad que el historiador del arte Lorenzo Carletti quiere poner de manifiesto a través de este interesante artículo que nos ha enviado y que publicamos con mucho gusto. Los particulares no siempre son la solución, y no siempre resultan ser una alternativa válida a la gestión pública. En este artículo, un ejemplo que nos llega desde Pisa. ¡Feliz lectura!
El verano pasado, La Nazione lanzó una provocadora campaña de prensa en la que pedía el cierre (y, por tanto, la privatización) de los dos museos nacionales de Lucca, Palazzo Mansi y Villa Guinigi, porque tendrían muy pocos visitantes, cifras inferiores incluso a los clientes de cualquier pizzería. La comparación entre museos y pizzerías es extremadamente significativa y fue analizada en una oportuna intervención del Superintendente de Lucca junto con el director de dichos museos (G. Stolfi - A. d’Aniello, Musei come pizzerie, ossia del patrimonio culturale come merce, en L. Carletti - C. Giometti, De-tutela, Pisa 2014, pp. 130-134).
Pisa, Palazzo Boyl, interior |
Desde hace más de treinta años, todo el mundo pide al sector privado que salvaguarde nuestro patrimonio cultural, que mientras tanto se abandona y se vende. Casas, palacios, castillos, cuarteles, el patrimonio inmobiliario del Estado está siendo enajenado por todas las leyes financieras o de estabilidad, ofrecido a precios de ganga a particulares o empresas italianas o extranjeras; recientemente se ha subastado la isla de Poveglia, en la laguna de Venecia, así como uno de los palacios florentinos más importantes de los Medici y un castillo medieval en la zona de Viterbo y algunas villas históricas en Monza y Herculano (T. Montanari, Istruzioni per l’uso del futuro, Roma 2014; S. Settis, Se Venezia muore, Turín 2014). Imposible mantener la lista al día, véanse las actualizaciones en www.patrimoniosos.it. Con mayor razón, pues, sería interesante ir a comprobar el estado de “nuestros” bienes culturales cuando son de propiedad privada; no sólo museos, que es bastante fácil (basta con pagar la entrada), sino precisamente villas, palacios, castillos, cuarteles. Se podrían hacer descubrimientos interesantes y titulares igualmente sensacionalistas. Es el caso del Palazzo Boyl, una de las residencias más importantes del Lungarno pisano, reabierto hace unos días gracias al Municipio dei Beni Comuni. Data de finales del siglo XV y estuvo habitado hasta 1841 por la familia Grassi -que acogió a Domenico Guerrazzi, escritor y político del Risorgimento- y pasó a los condes Agostini Venerosi della Seta, cuyos descendientes mantuvieron la propiedad hasta 2008, cuando el edificio pasó a formar parte del patrimonio de una sociedad anónima, el Grupo Tognozzi. Desde entonces y durante seis años, los andamios han ocultado la hermosa fachada -decorada con grafitis del Renacimiento tardío- para construir pisos de lujo en su interior; la empresa Tognozzi quebró entonces y hace cinco meses se retiraron esos andamios. Ahora todo el edificio se ha liberado del abandono y la negligencia y la ciudad tiene la oportunidad de ver lo que se escondía tras aquellos andamios.
El fresco del Olimpo |
Se descubre un edificio que ha sufrido varias reformas a lo largo del tiempo, muy poco respetuosas sobre todo en los últimos años. Casi con toda seguridad, su estructura portante está constituida por una serie de casas torre medievales incorporadas al palacio nobiliario, lo que explica la presencia de una gran parte de decoración geométrica al fresco, datable indicativamente en el siglo XII, conservada en la primera planta del edificio. Este testimonio pictórico no está catalogado por la Superintendencia y ni siquiera aparece en el volumen que hace diez años estudió los frescos medievales de la ciudad (M. Burresi - A. Caleca, Affreschi medievali a Pisa, Pisa 2003). Desgraciadamente, las intervenciones arquitectónicas para readaptar los espacios a la creación de estudios y viviendas particulares han afectado a estas pinturas antiguas, así como a las más recientes atribuidas al pintor butés Annibale Marianini (1814-1863), figura importante para la ciudad porque, cuando era director de la Academia de Bellas Artes de Pisa, llevó a cabo una catalogación de las obras de arte de la zona (M. Burresi, Un Pittore a Pisa nell’Ottocento, Pontedera 1996). En el primer piso se puede admirar, entre otras, una Aurora modelada según la de Guido Reni en el Casino Rospigliosi de Roma, mientras que en el piano nobile se encuentra el gran fresco delOlimpo, flanqueado por dos frisos monocromos, que llaman la atención por su mal estado de abandono.
Se trata, en efecto, de un problema de conservación, tanto de todo el palacio como de los frescos, que deberían fotografiarse lo antes posible. En las últimas décadas se han creado salas totalmente irrespetuosas con la estructura histórica del palacio y su decoración, y uno se pregunta cómo es posible que la Soprintendenza haya avalado tales decisiones, sobre todo teniendo en cuenta que, al igual que los demás edificios del Lungarno, éste también debería ser notificado. ¿Cómo es posible que los frescos medievales y modernos no hayan sido registrados, estudiados y no formen parte de la acción de protección habitual? Y, sobre todo, ¿por qué, con el paso del tiempo, los distintos propietarios (y no sólo los últimos) han podido transformar dicha arquitectura a la ligera -podría decirse que temerariamente- y sin ningún control? Gracias al Municipio dei Beni Comuni (Municipio de los Bienes Comunes), durante unos días en Pisa hemos podido comprobar que el sector privado no siempre se ocupa de nuestro patrimonio, y que hoy más que nunca necesitamos una institución pública, reforzada y en funcionamiento, que lo proteja también de los propios propietarios. Como exigirían las leyes vigentes.
La Aurora sobre el modelo del fresco de Guido Reni en Roma |
La mitificación del sector privado choca así con la realidad -otros edificios históricos a lo largo del Lungarno pisano se encuentran en condiciones similares-, mostrando una cara no muy distinta a la del tan vituperado público. No es casualidad, quizá, que cuatro meses después de la aprobación del BonoArte -la intervención legislativa que introdujo una desgravación fiscal del 65% de las donaciones liberales realizadas por particulares en beneficio de la cultura desde 2014 hasta finales de 2015 y del 50% a partir de 2016- los datos facilitados por MiBACT hablen de un fracaso total: muy poca financiación ha llegado hasta ahora (S. Monti, El bono arte sigue sin resultados, en “Tafter. Cultura es desarrollo”, 21 de noviembre de 2014).
Algunas imágenes del Palazzo Boyl
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