En el imaginario colectivo, Courmayeur es, como muchas otras estaciones de montaña como Cortina d’Ampezzo y Sankt Moritz, un destino de vacaciones de invierno en el que basarse para esquiar a gran altitud.
Para disipar este mito, quise visitar Courmayeur de verano e informarme al respecto, y quedé fascinado. Si bien es cierto que la principal fuente de ingresos y desarrollo urbano de la localidad del Valle de Aosta ha sido y es el turismo de invierno, su encantadora ubicación también la convierte en una bella protagonista estival, enmarcada por las cumbres del Mont Blanc.
Vista de Courmayeur |
La historia de la Curia Mayor en la Edad Media siempre ha estado indisolublemente ligada al gran macizo montañoso, tanto por sus orígenes (cerca de unas fuentes termales) como por sus posteriores hazañas montañeras. De hecho, Courmayeur es cuna de numerosos guías de fama mundial y sede de la primera sociedad italiana de guías alpinos. El Museo Alpino Duca degli Abruzzi, situado en el centro de la ciudad y albergado en la Casa delle Guide, ilustra la edad de oro del alpinismo a través de una serie de equipos, fotografías, documentos y recuerdos de expediciones por todo el mundo.
Una sala del Museo Alpino Duca degli Abruzzi |
Detalle del Museo Alpino |
Los nuevos locales del Jardin dell’Ange albergan la sección del Valle de Aosta del museo transfronterizo del Mont Blanc, un lugar de reflexión y de información sobre la identidad de las poblaciones de la Alta Saboya y del Valle de Aosta.
Los dos principales edificios religiosos de la ciudad son la iglesia parroquial dedicada al patrón San Pantaleón y el pequeño santuario de Notre-Dame de Guérison, uno de los más conocidos del Valle de Aosta. Este último fue demolido en 1816 por el inexorable avance del cercano glaciar de Brenva: reconstruido en 1867, el santuario se convirtió en un lugar de culto popular gracias a la fama taumatúrgica de la Virgen.
Desde la ciudad de Courmayeur o desde sus aldeas, es posible realizar diversas rutas por los valles circundantes (Val Veny y Val Ferret in primis), o a través del flamante teleférico Skyway (inaugurado en 2015 con cabinas giratorias de 360°) ascender hasta los glaciares del Mont Blanc, la “Mer de Glace” que forma la frontera natural con Francia. Tras alcanzar punta Helbronner, a 3.466 metros, es posible descender en otro teleférico hasta Chamonix.
Desde estas alturas, el panorama es espectacular hacia el valle, los glaciares y las agujas del macizo más alto de Europa: se puede ver la cima de 4.808 metros o la Aiguille Blanche, la Dent du Géant y las Grandes Jorasses, por citar sólo algunas.
Vista del Mont Blanc |
Panorama desde el Mont Blanc |
Macizo del Mont Blanc |
En la vertiente italiana, en cambio, podrá detenerse a 2.173 metros de altitud, donde podrá visitar en verano el jardín botánico de Saussurea, el más alto de Europa, que alberga más de 800 especies vegetales del Mont Blanc y de grupos montañosos de todo el mundo.
Descendiendo de nuevo hasta los 1.224 metros, la altitud a la que se encuentra Courmayeur, es posible detenerse en una de las muchas posadas típicas, donde podrá comenzar su viaje por los sabores del Valle de Aosta. Una polenta concia caliente (es decir, enriquecida con mantequilla y queso fontina) es imprescindible (en todas las estaciones), seguida de los numerosos quesos, embutidos como el bodeun de Morgex o el fragante jambon de Bosses, y carnes condimentadas como la sauseusse o la motsetta (o mocetta), manteca de cerdo, sopas elaboradas con pan de centeno, manzanas y bayas, culebrilla o creichen (un pastel rico en mantequilla y azúcar, especialidad típica de Valdigne, elaborado según la receta original transmitida por los antiguos campesinos).
No hay que olvidar que en esta zona, en las colinas entre Morgex y La Salle, crecen los viñedos más altos de Europa, que alcanzan hasta 1.200 metros de altitud y de los que se produce el Blanc de Morgex et de La Salle, un fino vino blanco que obtuvo la DOC Valle de Aosta en 1985, y el Chaudelune, un passito elaborado a partir de una vendimia tardía de uvas que ya han experimentado los primeros fríos del invierno para dar al vino toda su calidez.
¡Buen provecho y buen viaje!
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