Una guía (no de bolsillo) para entender los gestos antiguos


Reseña del libro "L'arte de' cenni" de Silvia Gazzola. Por Enrico Maria Dal Pozzolo

No es infrecuente que obras de arte extraordinarias estén a la vista del público en una iglesia o un museo o un edificio público y, de repente -desde la condición de anonimato o infravaloración en la que habían estado encapsuladas durante siglos-, sean reconocidas como tales, ocupen titulares y se conviertan, con el tiempo, en piedras angulares de un artista, un movimiento, una época.

Lo mismo puede ocurrir con los libros. Basta con que su autor escriba en el momento equivocado o con el editor equivocado o bajo el nombre equivocado, para que un texto capital permanezca olvidado durante siglos en unas pocas o muy pocas bibliotecas de todo el mundo. Es lo que le ocurrió alArte de’ cenni de Giovanni Bonifacio, publicado en Vicenza en 1616 por el editor Francesco Grossi. Un texto -prácticamente- desconocido en la actualidad.

¿Quién era Giovanni Bonifacio? Nacido en Rovigo en 1547, se licenció en Derecho en Padua en 1573 y ejerció su profesión en su ciudad natal. Compuso numerosas obras jurídicas, aunque su nombre está especialmente ligado a una historia de la ciudad de Treviso, trazada desde sus orígenes hasta 1591. Ocupó cargos públicos en Bérgamo, Feltre, Padua, Verona, Brescia y Vicenza y fue miembro de varias Academias: la de los Solleciti (desde 1588), la Veneziana (desde 1592), la de los Fecondi (desde 1604) y la de los Filarmonici (desde 1614), a la que dedicó L’arte de’ cenni. También le fascinaban las cuestiones gestuales debido a su afición al teatro: fue autor de fábulas pastoriles, cómicas, tragicómicas y trágicas. En profunda conexión con estos intereses teatrales, pero también literarios y artísticos, nació así el Arte de’cenni, en el que “ficha” cientos y cientos de gestos corporales, de forma completa y en una secuencia que va, literalmente, de la cabeza a los pies. El objetivo del autor es una comprensión global y profunda del hombre, remontándose desde las señales del cuerpo hasta los movimientos del alma e intentando así rastrear las razones de las diversas formas de expresión.

John Boniface, El arte de las indirectas
Giovanni Bonifacio, El arte de las indirectas (1616; Londres, Instituto Warburg)

La singularidad y riqueza de este texto enciclopédico (que alcanza las 624 páginas en la edición de 1616) fue señalada por eruditos de la talla de Benedetto Croce y Giovanni Pozzi, pero sin las reacciones en cadena que suelen seguir a una atención tan autorizada. Muy pocos y fragmentarios estudios histórico-críticos se han dedicado al volumen y a su prolífico autor, para el que puede consultarse la densa entrada escrita por un todavía joven Gino Benzoni en el duodécimo volumen del Dizionario biografico degli italiani de 1970 (que también está disponible en línea desde hace algún tiempo).

Me topé con este texto cuando, recién licenciado, me preguntaba por el significado de algunos gestos “extraños” representados en cuadros, que no había podido explicar con las herramientas que ofrece la historiografía moderna. Sólo tuve que hojearlo un rato y quedé asombrado. Con una sistematicidad implacable y, objetivamente, un tanto paranoica, el autor esbozaba el significado -o, las más de las veces, los múltiples significados- que había que atribuir a, por ejemplo, “tirar de las orejas a los demás”, o “enseñar los pechos”, o “rascarse la barriga”... Uno piensa que en el capítulo dedicado a las “pestañas” él, con un enfoque de oftalmólogo-psicólogo, analiza implacablemente las “pestañas levantadas”, las “pestañas bajadas”, el “arqueamiento de la pestaña”, las “pestañas alrededor listas”, el “arqueo de las pestañas”, el “salto de las pestañas”, el “afeitado de las pestañas”, el “desplazamiento de las pestañas”, el “movimiento de las pestañas”, la “mano en la pestaña”, la “pestaña turbada”, la “pestaña sombría y turbia”, ¡el “afilado de las pestañas”! Sin embargo, no se limitaba a explicar estos y otros muchos movimientos desde su punto de vista, sino que aportaba precedentes literarios que iban desde la Biblia y los clásicos griegos y latinos hasta los autores de su época (hasta Giambattista Marino) para apoyar sus interpretaciones. Con el tiempo, me di cuenta de que algunos historiadores del arte habían recurrido ocasionalmente a la consulta de este texto: pero se trataba de husmeos aleatorios, de moscas blancas, de excepciones casi invisibles en comparación con el asombroso potencial del volumen.

Así pues, cuando en 1994 se organizó en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia un congreso internacional para celebrar el cuarto centenario del nacimiento de Jacopo Tintoretto, propuse una contribución en la que la investigación sobre la expresividad gestual conscientemente ostentosa del artista se investigara también -y sobre todo- a la luz de las indicaciones que se encontraban en elArte de’ cenni. Entre otras cosas, me había dado cuenta de que al final de su vida Jacopo Tintoretto debió de estar en contacto personal con Bonifacio, ya que ambos eran miembros de la Segunda Academia veneciana (de hecho, el nativo de Rovigo lo menciona en una carta de 1593). También sabemos que, tras la muerte de Jacopo al año siguiente, su lugar en la Academia fue ocupado por su hijo Domenico, con quien Giovanni también debió de tener algún contacto.

Pero más allá de esto, lo que seguía siendo desconcertante a mis ojos era la falta sustancial de interés por parte de los historiadores del arte - y de los iconólogos en particular - con respecto a un texto que era una auténtica mina de ideas, cuando no de soluciones, para cualquiera que abordara el tema de la representación del gesto. Curiosamente, la Chirologia, or the naturall language of the hand, del inglés John Buwer, impresa en Londres en 1644, fue la más utilizada, sin tener en cuenta que se trataba de una obra de carácter parcial (estaba dedicada a las manos), que era posterior a la de Boniface y que, efectivamente, se había inspirado en esta última. ¿Por qué este extraño olvido, a pesar de las invitaciones de grandes artistas/teóricos como Leon Battista Alberti y Leonardo a conocer y dominar una gramática gestual figurativa precisa? Pero el verdadero núcleo de mi sorpresa no radicaba tanto en la falta de atención de los historiadores del arte (puede ocurrir...), sino más bien en la de los historiadores del teatro, sociólogos, antropólogos y todas aquellas disciplinas que podrían haber extraído de ese texto una sólida base histórica para comprender cómo una expresión corporal podía haber sido mirada e interpretada, al menos, en la época del Renacimiento.

Fue así como, hace muchos años, propuse un estudio sistemático delArte de’ cenni a mi mejor alumna de la Universidad de Verona -Silvia Gazzola-, que se preparaba para intentar doctorarse. Los tres años de un doctorado son tiempo suficiente para la investigación, pero ciertamente no lo suficiente para ésta: sin embargo, al menos se podía emprender un trabajo serio sobre el autor y la historia del volumen. El resultado fue brillante. Silvia consiguió contextualizar la figura de Bonifacio situándola en el contexto cultural del que era expresión, ofreciendo un comentario crítico del texto notablemente ajustado.

Al final del trienio, en 2009, hubo examen y proclamación, pero la pesada obra seguía siendo consultable -por ley- sólo en las Bibliotecas Nacionales. Una publicación que la pusiera a disposición de los muchos que podían/debían interesarse por esos temas, utilizando una herramienta moderna y fiable, era más que deseable. Sin embargo, era una tarea titánica y -a pesar de mis esfuerzos y de algunas promesas incumplidas- no hubo ni una sola institución dispuesta a sufragar los costes de impresión del volumen.

Portada del libro de Silvia Gazzola
Portada del libro de Silvia Gazzola

La solución se encontró cuando un día Mauro Lizzi, de ZeL editrice (con quien había trabajado en muchas publicaciones académicas), me preguntó si quería recomendarle un texto que me pareciera realmente digno y excepcional para ser impreso, incluso sin patrocinador. Naturalmente, le recomendé la tesis de Silvia Gazzola. A pesar del enorme volumen del material y de la dificultad congénita de vender tales productos, Lizzi aceptó mi propuesta y, tras cuatro años de revisiones, comprobaciones y añadidos, el volumen ha salido a la luz en dos tomos separados: el primero dedicado a una Introducción al autor, al tema y a la génesis del libro, el segundo con la transcripción completa del texto, enriquecida con la indicación explícita de las fuentes adoptadas por Bonifacio.

Cuando se publica un libro, siempre es una celebración. Pero no todos los libros son iguales, ni todos son hermosos. Se trata de una contribución realmente extraordinaria a un tema que implica a un amplísimo abanico de disciplinas históricas, que podrán extraer de él todo tipo de informaciones y sugerencias. Se convertirá en un clásico de los enfoques humanísticos interdisciplinares: al menos en Italia. De hecho, la adopción por parte del autor de un registro lingüístico “elevado” limitará inevitablemente su consulta por parte de extranjeros que no hablen un excelente italiano. Y ésta es una de las paradojas de este tipo de productos: que la elección de no presentarlo en un inglés estandarizado, sino en un “lenguaje” denso, que se adhiere y corresponde a la complejidad del tema y de la cultura de su autor, ralentizará la difusión de su enorme alcance. No cabe duda, sin embargo, de que quien tenga el deseo o la necesidad de leer estas páginas se dará cuenta de la extraordinaria importancia del tema y de la ejemplaridad de la empresa exegética: una reparación al incomprendido Juan Bonifacio, que desde Carnead se convierte ahora en auctoritas ineludible, y una obra maestra de la pequeña edición especializada. Con una publicación de este nivel en inglés, si el autor fuera un joven americano o chino capaz de asegurarse el sello de Yale o Brepols, creo que podría llegar fácilmente a una cátedra en Princeton. Silvia Gazzola es - felizmente - profesora titular en San Bonifacio (nomen omen), en la provincia de Verona. Una de las muchas y magníficas flores que florecen silenciosamente en las demasiado a menudo denostadas universidades italianas.

Silvia Gazzola
L’Arte de cenni di Giovanni Bonifacio, dos volúmenes en estuche: I, Introducción y aparato (pp. 220); II, Texto (pp. 584)
Ediciones ZeL, Treviso 2018
75,00 euros


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