Del 22 de mayo al 12 de octubre de 2025, la Galleria Nazionale delle Marche de Urbino rendirá homenaje a Simone Cantarini (Pesaro, 1612 - Verona, 1648), conocido como “il Pesarese”, con una gran exposición monográfica dedicada a su producción artística. El evento, organizado en colaboración con la Galleria Nazionale Barberini Corsini de Roma, representa una importante oportunidad para redescubrir el talento de un pintor que supo moverse entre el clasicismo y el barroco con extraordinaria originalidad.
Comisariada por el Director de la Galleria Nazionale delle Marche, Luigi Gallo, junto con Anna Maria Ambrosini Massari, profesora de Historia del Arte Moderno, y Yuri Primarosa, historiador oficial de arte del Ministerio de Cultura, la exposición, titulada Simone Cantarini (1612 - 1648) conocido como el Pesarese, reúne 54 obras seleccionadas para narrar el recorrido artístico e intelectual de Cantarini. Una exposición que da testimonio de la constante colaboración entre las instituciones museísticas italianas para la valorización del patrimonio nacional.
Simone Cantarini nació en Pesaro en 1612 y desde muy joven mostró un talento precoz para el dibujo y la pintura. Su formación tuvo lugar en Emilia, donde tuvo la oportunidad de estudiar de cerca las obras de los grandes maestros del siglo XVI, entre ellos Rafael y Correggio, pero sobre todo las de los pintores boloñeses de su época. El punto de inflexión en su carrera fue su entrada en el taller de Guido Reni en Bolonia, uno de los artistas más influyentes del siglo XVII en Italia.
Su aprendizaje con Reni fue crucial para perfeccionar su técnica y desarrollar un lenguaje pictórico de gran elegancia, pero la relación entre ambos pronto resultó difícil. Cantarini, de temperamento orgulloso y poco inclinado a la sumisión, pronto manifestó el deseo de emanciparse de la influencia de su maestro, criticando abiertamente su obra y creando un lenguaje pictórico más personal y dinámico. La ruptura con Reni se hizo inevitable y, tras abandonar el taller boloñés, Cantarini emprendió una carrera independiente, consolidando su propio estilo y atrayendo la atención de importantes mecenas.
En 1678, el biógrafo boloñés Carlo Cesare Malvasia lo describió así: “Cantarini era de estatura ordinaria, miembros bien formados, de aspecto más bien altivo, de color aceitunado, de mirada viva... ”. Un retrato muy adecuado para un pintor de carácter independiente y talento precoz, capaz de crear obras en las que la gracia se combina con una intensidad dramática única. Su pintura se distingue por una extraordinaria finura de ejecución y una sensibilidad luminista que le acercan a los grandes maestros del siglo XVII. Aunque se mantiene apegado a una idea de belleza clásica, en sus obras se percibe una tensión expresiva más vibrante que en la compostura idealizada de Guido Reni. Su hábil uso del claroscuro, la delicadeza de sus fisonomías y la fluidez de sus trazos hicieron de él un artista muy apreciado por sus contemporáneos.
Una de las obras más significativas de la exposición es el retablo monumental de la iglesia de San Cassiano de Pesaro, lugar de culto especialmente vinculado a la vida del artista. En esta composición de gran impacto, la Virgen con el Niño y los Santos Bárbara y Terencio, Cantarini asume la figura de San Terencio, insertándose en la narración sagrada con una intensa participación emocional. La obra, que puede admirarse en la primera sala de los Apartamentos Rovereschi, en la segunda planta del Palacio Ducal, regresó al museo en 2021 gracias al proyecto “100 obras vuelven a casa” del Ministerio de Cultura.
La iniciativa ministerial permitió recuperar obras guardadas en depósito, devolviéndolas a los lugares a los que estaban destinadas. Este proyecto tuvo el mérito de devolver la visibilidad a algunas obras que habían permanecido alejadas del público durante años. La exposición sobre Cantarini se inscribe en esta perspectiva de redescubrimiento y valorización, ofreciendo la oportunidad de profundizar en la figura de un artista a menudo poco conocido, pero de importancia fundamental en el panorama pictórico del siglo XVII.
A pesar del éxito que alcanzó en vida, la carrera de Simone Cantarini estuvo marcada por un final prematuro. Murió repentinamente en 1648, con sólo 36 años, en circunstancias que aún hoy no están claras. Según algunas fuentes, fue asesinado tras una reyerta, ya que Cantarini mantenía relaciones tormentosas con otros artistas. Otras hipótesis hablan de un envenenamiento por parte de un rival, pero lo cierto es que su muerte privó al panorama artístico italiano de una de las voces más originales del siglo XVII.
A pesar de su corta vida, el legado de Cantarini es de extraordinaria importancia. Además de pintor, fue un grabador de gran talento, que produjo una serie de estampas de gran éxito y contribuyó a la difusión de su estilo mucho más allá de las fronteras de Emilia y Las Marcas. Su capacidad para plasmar en imágenes un refinado equilibrio entre idealización clásica y naturalidad expresiva hace de él un artista único, cuyo redescubrimiento es hoy más necesario que nunca.
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Urbino, gran exposición sobre Simone Cantarini en la Galleria Nazionale delle Marche |
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