La Galería Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo de Roma presenta del 24 de octubre de 2022 al 26 de febrero de 2023 la exposición colectiva Hot Spot. Caring For a Burning World, comisariada por Gerardo Mosquera.
El título se hace eco del de la obra homónima de Mona Hatoum(Hot Spot III, 2009) incluida en la exposición: una gran instalación de hierro y neón que representa el planeta Tierra iluminado por una luz roja que simboliza los conflictos que lo hacen arder. La obra habla de cómo la forma disruptiva en que se ha organizado la sociedad humana parece estar conduciendo a la catástrofe medioambiental. El fracaso del diseño moderno y de la posibilidad misma de un desarrollo armonioso de la humanidad en su entorno es actualmente más que evidente y está en el centro del debate contemporáneo.
La exposición de la National Gallery pretende reunir las múltiples reacciones de los artistas ante estas condiciones. Las obras expuestas pretenden ahondar en la complejidad de la situación actual, proponiendo un activismo estético que pretende estimular la reflexión y concienciar sobre el desastre, con el fin de imaginar una relación diferente con el planeta.
“Es natural que el arte aborde temas tan candentes: muchos artistas a lo largo de su carrera lo han hecho de forma militante, reactiva y relevante, pero esta exposición, en cambio, contribuye a la crítica ecológico-social por una vía más indirecta, pero no por ello menos urgente y oportuna”, explica el comisario. “El recorrido expositivo no considera el tema como algo específico, sino que lo abre y amplifica explorando otros aspectos, a veces ambiguos y contradictorios, o armónicos, que sugieren la posibilidad de un renacimiento del entorno natural, ya que la vida en la Tierra tiene una enorme capacidad de resiliencia.”
Concebida específicamente para los espacios de la National Gallery, la exposición presenta las obras de veintiséis artistas de todo el mundo y pertenecientes a distintas generaciones: Ida Applebroog (Bronx, Nueva York, 1929), John Baldessari (National City, California, EE.UU., 1931- Los Ángeles, California, EE.UU., 2020), Johanna Calle (Bogotá, Colombia, 1965), Pier Paolo Calzolari (Bolonia, Bolonia, 1943), Alex Cerveny (São Paulo, Brasil, 1963), Sandra Cinto (Santo André, Brasil, 1968), Jonathas de Andrade (Maceio, Brasil, 1982), Filippo de Pisis (Ferrara, 1896 - Milán, 1956), Mona Hatoum (Beirut, Líbano, 1952), Ayrson Heráclito (Macauba, Brasil, 1968), Ibeyi (Lisa-Kaindé Díaz y Naomi Díaz, París, 1994), Chris Jordan (San Francisco, California, U.S., 1963), Juree Kim (Masan, Corea del Sur, 1980), Glenda León (La Habana, Cuba, 1976), Ange Leccia (Barrettali, Francia, 1952), Cristina Lucas (Jaén, España, 1973), Cecylia Malik (Cracovia, Polonia, 1975), Gideon Mendel (Johannesburgo, Sudáfrica, 1959), Raquel Paiewonsky (Puerto Plata, República Dominicana, 1969), Michelangelo Pistoletto (Biella, 1933), Alejandro Prieto (Guadalajara, México, 1976), Davide Rivalta (Bolonia, 1974), Andrea Santarlasci (Pisa, 1964), Allan Sekula (Erie, Pennsylvania, U.S., 1951 - Los Ángeles, California, EE.UU., 2013), Daphne Wright (Longford, República de Irlanda, 1963), Rachel Youn (Abington, Pensilvania, EE.UU., 1994).
Si las obras de Mona Hatoum y Pier Paolo Calzolari relatan los efectos extremos que el clima puede lograr a través del contraste visual y material, la fuerza disruptiva que los elementos, como el agua, pueden manifestar se muestra en Flooded, de Kim Juree, donde se observa la disolución de una arquitectura de arcilla.
Gideon Mendel, por su parte, ha documentado con sus fotografías la devastación dejada por la irrupción de las inundaciones en diversas partes del planeta. A medio camino entre la documentación y la fotografía escénica, el enfoque didáctico de estas obras se ve reforzado por el componente estético. Del mismo modo, a través de evocadoras imágenes de agua que se eleva desafiando a la gravedad, el vídeo de Ange Leccia sugiere la idea de la subida del nivel del mar.
El vertiginoso crecimiento de la población humana y su expansión descontrolada con la consiguiente explotación de los recursos medioambientales también ponen en primer plano la relación con los demás seres vivos que habitan la Tierra y que, durante el encierro, se han visto reclamando espacios vitales. Estas apariciones se repiten en las esculturas de Davide Rivalta, cuyos gorilas en peligro de extinción dan la bienvenida al público a la entrada de la galería.
La crisis de la biodiversidad, la vertiginosa extinción de especies animales y vegetales y la crítica al violento desarrollo de las zonas urbanizadas centran las obras de Daphne Wright e Ida Applebroog, y afloran con sutil ironía en el pequeño correcaminos detenido en la frontera entre Estados Unidos y México retratado por Alejandro Prieto. No faltan las contradicciones, como en la imagen del vídeo de Jonathas de Andrade en la que el pescador abraza y acaricia al pez sobre el que agoniza.
El aumento de la población en el planeta va de la mano de la sobreproducción de bienes y, en consecuencia, del aumento de los residuos y la basura: es la basura representada por Chris Jordan en su masividad. Los crecientes procesos de urbanización y tecnologización del mundo tienen poco en cuenta el entorno natural, dando lugar a fenómenos como las mareas oscuras retratadas por Allan Sekula. Las plantas agitadas por las máquinas en las esculturas de Rachel Young, que se mueven como locas, parecen comentar este hecho, al igual que la manipulación genética y el paso a los cyborgs y la robotización. El lirismo visual de Johanna Calle actúa en sentido contrario: construye un árbol con una máquina de escribir.
Los árboles son también protagonistas de las obras de Cecylia Malik, que pretende reflexionar sobre la deforestación indiscriminada que se ha producido en Polonia, contraponiendo los troncos cortados a la vida, a las madres que, sentadas sobre lo que queda del bosque, amamantan a sus hijos. Con cinco troncos de árbol espejados, Michelangelo Pistoletto crea una imagen abierta de la relación entre la presencia humana y el medio ambiente. En su cuadro, Alex Cerveny transforma la silueta humana en un árbol frutal rodeado de pájaros.
Otras obras recuerdan cómo con demasiada frecuencia el hombre se sitúa en una posición de superioridad sobre la naturaleza, como hace John Baldessari en su vídeo al imponerse sobre ella. Cristina Lucas reacciona precisamente ante la dimensión patriarcal con un feminismo radical: en su clásica vídeo-performance destruye una copia del Moisés de Miguel Ángel, rebelándose contra las tablas de la ley dictadas por el poder.
El videoclip del dúo Ibeyi parece expresar lo contrario del control jerárquico sobre la naturaleza en una canción dirigida al río, como si fuera Ochún, la diosa yoruba del agua dulce, a la que los artistas cantan en lengua nigeriana. En toda una pared de la galería, las aguas flotan en el cielo, en una cosmología líquida y poética, pintada especialmente para esta exposición por Sandra Cinto. La obra de Andrea Santarlasci puede considerarse, en cambio, una expresión del contraste entre la naturaleza y el mundo construido. Ayrson Heráclito y Joceval Santos, artistas y sacerdotes del Candomblé, realizan un gran ebbó, una “limpieza” ceremonial del mundo cuidadosamente preparada según las tradiciones yoruba en Brasil. La obra hibrida así la ritualidad sagrada afrobrasileña con la performance, en un imaginativo intento de librar a la esfera terrenal de los males que la aquejan.
Otros artistas aluden a una coexistencia armoniosa con la naturaleza, como en la fotografía escenificada de Raquel Paiewonski de unos dedos de yuca, donde la mano se convierte en una raíz comestible que fue el principal alimento cultivado por los taínos en el Caribe precolombino, y sigue siendo importante en la dieta de la región en la actualidad. Glenda León sugiere un renacimiento en su piano florido.
Estas obras se basan en la pluralidad metodológica, el poder comunicativo de la imagen, la poesía y la pulsión semántica. Algunas obras se crearon sin la intención de comentar cuestiones ecológicas, pero se incluyeron por su capacidad de contribuir a la articulación del tema. Cada obra es polisémica y siempre está abierta a la interpretación. La exposición no pretende difundir eslóganes, sino que quiere cuidar el mundo también a través del arte, invitándonos a reflexionar de formas diferentes y subjetivas sobre los graves problemas del planeta en su complejidad y no sólo a nivel ecológico y social.
Imagen: Daphne Wright, Stallion (2009), polvo de mármol y resina, 160 x 380 x 140 cm. Cortesía de la artista y Frith Street Gallery, Londres. Foto de Stephen White
Una exposición colectiva en la National Gallery sobre cómo la sociedad humana conduce a la catástrofe medioambiental |
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