Dos ojos de castaña, una nariz en forma de higo, unas mejillas que recuerdan a las cebollas, una frente que parece un membrillo y una barbilla en forma de alcachofa, cuyas hojas se doblan para formar dos vistosos bigotes. Se trata de Il Custode dell’Orto (El guardián del huerto), una imponente escultura manierista de piedra de casi dos metros de altura, que se expondrá del 12 de abril al 21 de septiembre de 2025 en el Spazio Extra Art degli Horti del Almo Collegio Borromeo de Pavía.
La obra, procedente de la colección privada de Ernesto Della Torre Piccinelli, representa un unicum en el panorama artístico de la época: un raro ejemplo de transposición tridimensional de la poética de Giuseppe Arcimboldo (Milán, 1526-1593), el célebre pintor milanés que a mediados del siglo XVI trastornó los cánones del retrato componiendo fisonomías humanas a través de vegetales, frutas, flores y animales.
Si la fama de Arcimboldo está ligada a la pintura y a sus cabezas compuestas, Il Custode dell’Orto representa una variante plástica excepcional, realizada entre finales del siglo XVI y principios del XVII por un escultor lombardo que ha permanecido en el anonimato. Una singularidad absoluta, habida cuenta de la rareza con la que el universo imaginativo del artista milanés fue transpuesto a la escultura. La obra, que nunca antes se había expuesto al público en este contexto, es la protagonista de una exposición organizada en colaboración con la Galleria Canesso y se presenta como un punto de contacto entre arte, historia y reflexión ecológica. Lo que hace aún más fascinante la instalación de Pavía es el diálogo entre la escultura y la intervención pictórica permanente de David Tremlett, artista británico conocido por sus dibujos murales y su capacidad para dialogar con la arquitectura. La interacción entre pasado y presente, entre materia sólida y gesto cromático, refuerza la lectura contemporánea de la obra.
La imaginación visionaria de Arcimboldo, que ya en el siglo XVI había investigado la íntima conexión entre el ser humano y el medio ambiente, encuentra en esta escultura una forma perdurable y poderosa. El hombre, compuesto literalmente de elementos naturales, se convierte en la propia Naturaleza. Una fusión que, en la interpretación que propone la exposición, se transforma en una apremiante invitación a cuidar el planeta.
Si en su origen la obra pudo concebirse como el protector simbólico de un jardín privado, hoy se convierte en el emblema de una urgencia colectiva: la de cuidar la Tierra, amenazada por las crisis climáticas y medioambientales. En este sentido, la exposición no se limita a poner de relieve un raro ejemplo de arte manierista, sino que propone una reflexión ética sobre la responsabilidad humana para con el medio ambiente.
Según la experta Susanna Zanuso, una de las principales estudiosas de la escultura lombarda, El guardián del jardín debesituarse dentro del manierismo tardío de Lombardía, en una fase que muestra claras influencias de Leonardo. La escultura, en efecto, evoca las llamadas “cabezas de carácter” de Leonardo, esas fisonomías fuertemente marcadas, caricaturescas pero al mismo tiempo creíbles, que Leonardo había utilizado para estudiar las emociones y la variedad del alma humana. La destreza en la representación plástica, la invención compositiva y la sutil ironía hacen de la obra algo muy distinto de las imitaciones arquimedianas, a menudo superficiales y amaneradas.
Es precisamente el equilibrio entre fantasía y coherencia estructural, entre juego y rigor formal, lo que más llama la atención de la escultura. Cada elemento vegetal se integra lógicamente en la construcción de la figura, creando un cuerpo no sólo simbólico, sino también creíble en su irrealidad.
La obra encaja perfectamente en el contexto arquitectónico e histórico del Colegio Borromeo de Almo. Fundado en 1561 a instancias de San Carlos Borromeo y diseñado por Pellegrino Pellegrini, también conocido como Tibaldi -el mismo arquitecto que supervisó el diseño de la catedral de Milán-, el Colegio es un ilustre ejemplo de arquitectura del Renacimiento tardío, con decoraciones y salas pintadas al fresco que dialogan bien con la poética manierista de la obra expuesta.
El Salone degli Affreschi, por ejemplo, con sus decoraciones inspiradas en el clasicismo y el simbolismo cristiano, refuerza el vínculo entre El guardián del jardín y el entorno en el que se presenta. En cierto sentido, el coloso vegetal y el recinto que lo alberga hablan el mismo lenguaje: el de la tensión entre orden e invención, entre naturaleza y cultura.
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Una archiescultura del siglo XVII entre naturaleza y arte en los Horti di Pavia |
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