Una nueva incorporación a la exposición dedicada a Guercino (Cento, 1591 - Bolonia, 1666), titulada Guercino. Il mestiere del pittore programada en la Sale Chiablese de los Musei Reali de Turín, del 23 de marzo al 28 de julio de 2024, producida por CoopCulture con Villaggio Globale International y comisariada por Annamaria Bava de los Musei Reali y Gelsomina Spione de la Universidad de Turín. También ha llegado a la sede de la exposición el retablo de la Virgen del Rosario, de 3,78 x 2,55 metros, realizado por Guercino en 1637 para la iglesia de San Domenico de Turín, patrimonio del Fondo Edifici di Culto gestionado por el Ministerio del Interior. Un añadido emocionante al ya rico corpus de la exposición, pero también fundamental para dar cuenta a los visitantes de un momento muy alto del arte del Maestro de Cento y de la fortuna de la que gozó en Turín y en la corte de Saboya.
Antes de 1623, en efecto, el cardenal Alessandro Ludovisi ya había rendido homenaje al duque Carlos Manuel I de Saboya con el Retorno del hijo pródigo, que Guercino le había regalado en 1617; mientras que otra obra del artista emiliano que representaba a la Samaritana figuraba en el inventario de las colecciones saboyanas en 1635. El retablo de la iglesia de San Domenico, actualmente en restauración en el Centro de Conservación y Restauración La Venaria Reale, requirió una considerable inversión de 600 ducados por parte de la Cofradía del Santo Rosario de Turín. Fue el marqués Amedeo Dal Pozzo di Voghera quien facilitó los contactos a través del intermediario Ludovico Mastri, encargado de gestionar los pagos al artista emiliano. El resultado es una obra de gran impacto, caracterizada por una disposición escénica teatral: la Virgen sostiene al Niño y ofrece el Rosario a Santo Domingo, flanqueada por Santa Catalina, con una multitud de fieles saliendo de un amplio arco al fondo; en la parte superior, tres ángeles discuten una melodía mientras un cuarto ángel parece flotar sobre la escena con dos querubines. Es un espectáculo barroco de devoción que suscita profunda emoción y admiración, y que ahora puede admirarse en toda su grandeza gracias a la restauración en curso.
En el centro de la exposición se encuentra la profesión de pintor en el siglo XVII ejemplificada en la figura de uno de los principales protagonistas de la escena artística de la época. Partiendo del importante núcleo de pinturas y dibujos pertenecientes a las colecciones de la Galleria Sabauda y de la Biblioteca Reale, más de cien obras del Maestro emiliano y de artistas contemporáneos como los Carracci, Guido Reni y Domenichino darán vida a un gran fresco del sistema del arte en el siglo XVII, guiado por el talento de ese “monstruo de la naturaleza y milagro para asombrar” que fue Guercino, según la definición dada por Ludovico Carracci, impresionado por su talento. Las importantes obras reunidas en Turín para la ocasión son especialmente significativas para esta historia desarrollada en diez secciones. Comienza con la presentación del artista. Guercino aparece, con poco más de cuarenta años y con las herramientas de su oficio, en el raro Autorretrato de la colección Schoeppler de Londres, que constituye una buena introducción al itinerario. La fase de formación es deudora del estudio de las obras de los grandes maestros y del encuentro con personalidades que influyen en la maduración de un artista: para Guercino, los puntos de referencia fueron en particular Ludovico Carracci, admirado en Bolonia pero también en Cento, y por parte de Ferrara Scarsellino y Carlo Bononi. “La Academia del Desnudo” sería la fase siguiente: Guercino, ya famoso en su país, abrió su Academia en 1616, convirtiéndola en punto de referencia para muchos jóvenes artistas. En la exposición, el diálogo entre los dibujos de desnudos del Maestro y el San Sebastián de Irene (1619) de la Pinacoteca de Bolonia es intenso y evocador. Solicitado por Jacopo Serra, cardenal legado de Ferrara y refinado mecenas de Guercino, el cuadro es de una calidad extraordinaria, debido al naturalismo vivo e intenso típico de la poética del Maestro, que consigue trasladar el acontecimiento sagrado a la vida cotidiana. Antes de abordar el tema del taller y su dinámica, la exposición recuerda las etapas de afirmación del pintor y la geografía de los encargos, que siempre desempeñan un papel central en la carrera de un artista.
En este contexto, la figura de Alessandro Ludovisi, arzobispo de Bolonia y a partir de 1621 Papa Gregorio XV, es fundamental. Ya había conocido a Guercino por mediación del padre Mirandola, gran promotor del artista de Cento, y por el aprecio de Ludovico Carracci, atónito, como sabemos, por la pintura del joven artista y llamado por el arzobispo Ludovisi para evaluar el coste de las obras que le encargaba. Entre 1617 y 1618, Guercino pintó cuatro grandes lienzos para Alessandro Ludovisi y su sobrino Ludovico, reunidos excepcionalmente después de cuatro siglos en la exposición de Turín: Lot y las Hijas de San Lorenzo en El Escorial, Susana y los Viejos cedido por el Museo del Prado, la Resurrección de Tabita de las Galerías Uffizi - Palazzo Pitti y El Regreso del Hijo Pródigo de los Museos Reales. El ciclo de lienzos Ludovisi marca un punto de inflexión: con el ascenso de Gregorio XV al trono papal, Guercino se traslada a Roma durante unos años, recibiendo importantes encargos. Para mostrar la variedad de encargos que sellan la fama de un artista, encontramos otros cuadros significativos. Entre ellos: el espléndido lienzo con Venus, Marte y Cupido (1633) en las Galerías Estenses, adquirido para Francesco I d’Este e incluido en la decoración de la “Cámara de los Sueños” del Palacio Ducal de Sassuolo; Apolo escoltando a Marsyas (1618) en el Palacio Pitti, obra que Malvasia recuerda haber ejecutado para el Gran Duque de Toscana; y la Asunción (1620), que estuvo en la Iglesia del Rosario de Cento, a la que el pintor estaba especialmente vinculado. El taller dirigido por Guercino, fruto de la unión entre las familias Barbieri y Gennari, estaba muy organizado, con funciones y métodos ejemplares del sistema de la época. Para poner de relieve la práctica de la repetición de modelos y el uso de un repertorio de ideas originales, la exposición presenta algunas comparaciones significativas: desde las dos versiones de Dios Padre de la Galleria Sabauda y de la Pinacoteca Nazionale de Bolonia (ambas de 1646), junto a laInmaculada Concepción de la Pinacoteca Civica de Ancona (1656), hasta la sugerente comparación entre San Mateo y el ángel, obra maestra de los Museos Capitolinos (1622), y San Pedro liberado de un ángel, uno de los prestigiosos préstamos del Museo del Prado. Una serie de valiosos dibujos de Guercino ilustra el proceso creativo y el momento crucial de la invención a través del medio gráfico: destaca el caso de la Vestizione di San Guglielmo (Vestición de San Guillermo), destacada por tres de los más de veinte dibujos preparatorios originales.
El principal competidor de Guercino en el mercado boloñés fue Guido Reni, de quien se expone el San Juan Bautista de la Galería Sabauda, mientras que el elevado coste de las obras realizadas por Giovanni Francesco Barbieri con el preciado lapislázuli y el precio más elevado de los cuadros con figuras enteras o multifiguras evidencian el alto coste de las obras realizadas por Giovanni Francesco Barbieri. figuras son el San Francisco recibe los estigmas (1633) cedido por la diócesis de Novara, o algunas de las obras importantes de las colecciones de Saboya, como las Santas Gertrudis y Lucrecia (1645) y la Virgen de la bendición (1651). Las tres últimas secciones de la exposición están dedicadas a algunos de los temas y asuntos más relacionados con la realidad de la época o de mayor éxito y, por tanto, más investigados por el pintor y su taller. Es el caso de las innovaciones científicas ligadas al revolucionario pensamiento galileano que suscitaron el interés de mecenas, intelectuales y artistas, entre ellos Guercino, que a petición de los Médicis pintó el famoso Atlas sosteniendo el globo terráqueo (Museo Bardini de Florencia) y con mirada desencantada dibujó el Mago Brumio, testimonio de las creencias populares aún muy extendidas. Después, el “gran teatro de la pintura barroca” con otras obras maestras, como El regreso del hijo pródigo (1627-28) de la Galería Borghese, procedente de la colección romana Lancellotti, o Amnón y Tamar de la Galería Estense de Módena. El siglo XVII exalta el arte de la representación emocional, con un enfoque en los gestos intensos y una visión atractiva de los acontecimientos. Guercino destaca como maestro de esta estética, tanto en la representación de figuras como en la elaboración de escenarios ricos en detalles. Su capacidad para captar las tensiones psicológicas y las pasiones dramáticas emerge especialmente en los retratos de heroínas mitológicas e históricas, que transmiten valor, dignidad e inteligencia.
Por último, se exploran temas iconográficos como el de las sibilas, con una sugestiva comparación de cuatro representaciones diferentes: Diana, Lucrecia y Cleopatra, esta última protagonista de una obra de los Museos Strada Nuova de Génova, de imponente tamaño y de una sensualidad y modernidad cautivadoras.
“Guercino”, escriben los conservadores, “escenifica magistralmente el último acto de la tragedia, haciendo partícipe al espectador y transportándolo a la sublime emoción del espectáculo barroco”.
Horario de apertura: De martes a domingo, de 10.00 a 19.00 h.
Precios: Exposición completa: 15,00 euros; Exposición reducida: 13,00 euros
Turín, el gran retablo de la Madonna del Rosario en la exposición del Guercino. Las fotos del transporte |
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