Rímini se ilumina en recuerdo de Marcello Mastroianni, el actor de encanto indiscutible, capaz de conquistar el mundo con su autenticidad. El día que coincide con el aniversario de la muerte de su amigo y mentor Federico Fellini, es decir, el 31 de octubre, Rímini inaugura la exposición Semplicemente Marcello. Un antidivo di successo en el Palazzo del Fulgor, en homenaje a un icono intemporal y estrella del cine italiano. Comisariada por Laura Delli Colli, la exposición celebra los 100 años del nacimiento de Mastroianni, que nació el 28 de septiembre de 1924, y estará abierta hasta el 20 de enero, día del cumpleaños de Fellini. Rímini, la ciudad que Fellini hizo inmortal, dedica a la especial relación entre el director y el actor una serie de actos que celebran tanto la amistad entre ambos como el talento de Mastroianni.
Con más de 120 imágenes, la exposición Simplemente Marcello ofrece un retrato íntimo y público del actor. Cada instantánea, desde momentos poco comunes entre bastidores hasta escenas icónicas en el plató, cuenta una historia. La exposición se abre con una fotografía inédita de Mastroianni en la playa de Rímini, durante el histórico EuropaCinema84, inmortalizada por el objetivo de Flavio Marchetti. La exposición se divide en cinco secciones, cada una con un tema dedicado a una faceta diferente del actor.
La primera sección, ¡Marcello!, explora la brillante imagen de estrella internacional del actor, cuyo rostro se había convertido en símbolo de italianidad. Entre la Piazza Duomo, el circuito de Monza y las góndolas venecianas, Mastroianni posa para una serie de instantáneas que lo retratan como un icono, a menudo con aura de estrella, aunque no sin ironía. Le sigue L’altro Marcello (El otro Marcello), en la que emerge el lado más auténtico del actor: un hombre sencillo, nunca del todo a gusto en el papel de “latin lover” que el cine le había cosido. Tomas inéditas muestran a Mastroianni durante los descansos en el plató, revelando su sonrisa desarmante y su carácter reservado, lejos de las poses glamurosas.
A continuación, la tercera sección, Marcello en escena, recoge imágenes icónicas de sus películas, ofreciendo un excursus de la carrera cinematográfica del actor. Entre las secuencias más memorables, no pueden faltar las imágenes de La dolce vita y 8½, las obras maestras de Fellini que consagraron internacionalmente a Mastroianni. La cuarta sección, Il dolce cinema, está dedicada a las historias de amor en el plató con algunas de las más grandes actrices de la época, desde la inolvidable Anita Ekberg hasta la talentosa Claudia Cardinale. Las imágenes hablan de la capacidad de Mastroianni para interpretar papeles que encantaban al público, hasta el punto de convertirse en un icono de la seducción. Sin embargo, Marcello siempre rechazó la etiqueta de “latin lover”, prefiriendo seguir siendo una “antiestrella”, alejado del personaje mediático que a menudo le atribuían las revistas. La exposición concluye con la sección Caro Marcellino..., un homenaje a la relación de estima y amistad que unió a Mastroianni con Fellini. El director veía en él no sólo a un gran actor, sino a un alter ego en la gran pantalla, una figura capaz de encarnar el italianismo en todas sus facetas. Para Fellini, Mastroianni era más que un actor: era su inspiración, un confidente, un amigo. Y esta sección, con las imágenes más íntimas y personales, es un homenaje al lado humano y amistoso que ambos compartían.
Marcello Mastroianni, icono del cine italiano e internacional, sigue siendo una de las figuras más fascinantes del siglo XX en nuestro país. Nacido en 1924 en un pueblo de Ciociaria, Fontana Liri, y criado en Roma, Mastroianni representó a una generación de actores que, entre los años 50 y 80, redefinieron la imagen de Italia en el mundo. Pero su singularidad no radicaba únicamente en su extraordinario talento o su elegancia innata; Marcello era un “anticelebrity” por excelencia, una figura que rehuía los clichés y, aunque aceptaba de buen grado la notoriedad, evitaba las luces cegadoras del star system.
La carrera de Mastroianni despegó en un contexto difícil. Son los años de la Segunda Guerra Mundial, y el joven Marcello, tras estudiar interpretación, se dedica al teatro. Su presencia escénica y su encanto natural atraen la atención de varios directores, pero es el cine el que le sitúa rápidamente en el candelero. Gracias a papeles cada vez más importantes, Marcello demuestra un talento camaleónico, capaz de pasar del drama a la comedia con una naturalidad desarmante. Su consagración llegó con la película de Federico Fellini La dolce vita (1960), donde interpreta a un periodista desencantado que se mueve entre las tentaciones de una Roma decadente. La escena en la que se zambulle en la Fontana de Trevi con Anita Ekberg es ya una imagen inmortal de la cinematografía mundial.
La relación entre Mastroianni y Fellini dejó una profunda huella en ambos. Fellini, considerado uno de los más grandes directores de la historia del cine, encontró en Marcello una especie de alter ego, un intérprete capaz de dar vida a sus atormentados y complejos personajes. Ambos volvieron a colaborar en 8½ (1963), una de las obras maestras absolutas de Fellini. En ella, Mastroianni interpreta a Guido Anselmi, un director en crisis creativa que refleja la misma inquietud que Fellini y, en parte, el propio Mastroianni. En este papel, el actor no es sólo un intérprete, sino que se convierte en el símbolo del hombre moderno en perpetuo conflicto consigo mismo. Este vínculo artístico, basado en la estima y la amistad, creó algunas de las escenas más intensas y memorables del cine italiano.
A diferencia de muchas estrellas de la época, Mastroianni nunca se dejó seducir por el atractivo de Hollywood, a pesar de recibir numerosas propuestas. Y cuando rodaba con actrices como Sophia Loren, Brigitte Bardot y Catherine Deneuve, Mastroianni siempre mantuvo su auténtica sencillez. A menudo se le describía como el “latin lover” italiano, una etiqueta que él mismo rechazaba irónicamente, porque no se reconocía en el papel de seductor: Mastroianni era un hombre que se centraba en la calidad del trabajo y la verdad de la actuación.
Esta actitud se reflejaba también en sus elecciones personales: a pesar de sus numerosas relaciones, Marcello nunca formó parte de escándalos y cotilleos, manteniendo siempre una imagen reservada y discreta. Su relación con Catherine Deneuve, de la que nació su hija Chiara, es uno de los raros casos en que su vida privada saltó a las portadas de los periódicos. Sin embargo, incluso en esta situación, Mastroianni consiguió mantener su gracia y dignidad características.
En las décadas de 1970 y 1980, Mastroianni siguió interpretando papeles de gran complejidad. Trabajó con directores como Ettore Scola, en películas como Una giornata particolare (1977), al lado de Sophia Loren, donde interpretaba un personaje diametralmente opuesto a su papel habitual de amante y seductor: aquí es un hombre frágil y sensible que vive una existencia marginal durante el régimen fascista. Una vez más, Mastroianni demuestra su capacidad para encarnar papeles diferentes, confirmando una versatilidad que le aleja de las estrellas lustrosas.
Trabajar con Scola supuso un punto de inflexión para Mastroianni, ya que el director supo sacar el máximo partido a sus dotes dramáticas. Otro ejemplo significativo es Il mondo nuovo (1982), donde Mastroianni interpreta al rey Luis XVI, ofreciendo un retrato íntimo y humano de un gobernante a punto de ser arrollado por la historia.
Marcello Mastroianni fue nominado tres veces al Oscar, todo un récord para un actor italiano. Aunque nunca recibió la estatuilla, su contribución al cine fue reconocida y apreciada en todo el mundo. En 1996, poco antes de su muerte, el Festival de Cine de Venecia le concedió el León de Oro a la Trayectoria, un galardón que celebra una carrera artística extraordinaria y una dedicación absoluta al oficio de actor.
Mastroianni representaba una Italia hecha de ironía y melancolía, un país capaz tanto de reír como de llorar. Sus papeles encarnaban la nostalgia de una época que desaparecía, pero al mismo tiempo reflejaban el cambio de una Italia en evolución. A él le debemos interpretaciones que exploraban los lados más complejos del alma humana, desde los dilemas existenciales de un director en crisis hasta los dramas del hombre corriente, pasando por papeles históricos y personajes surrealistas.
Marcello Mastroianni siempre destacó por su sencillez y modestia, cualidades que le hicieron ser querido por el público y respetado por sus colegas. Hasta el final de su vida, siguió siendo un actor “de oficio”, fiel a su arte sin ceder nunca al protagonismo. Cuando falleció el 19 de diciembre de 1996, el mundo del cine perdió no sólo a un gran actor, sino también a un hombre que había sabido mantener su autenticidad en un mundo a menudo artificial. Y aún hoy, años después de su muerte, Mastroianni sigue siendo un símbolo del mejor cine italiano.
Rímini celebra los 100 años de Marcello Mastroianni con una exposición en el Cine Fulgor |
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