Sesenta años después de su muerte, Osvaldo Licini (Monte Vidon Corrado, 1894 - Monte Vidon Corrado, 1958) es el protagonista de una gran exposición en la Colección Peggy Guggenheim de Venecia, titulada Osvaldo Licini. Che un vento di follia totale mi sollevi, programada del 22 de septiembre de 2018 al 14 de enero de 2019. Comisariada por Luca Massimo Barbero, la exposición también recuerda cómo, también en 1958, Licini recibió el Gran Premio de Pintura de la XXIX Bienal de Venecia, un homenaje a una de las personalidades más originales del arte de la primera mitad del siglo XX. Esta personalidad se recorre ahora en una exposición de once salas en la que se exhiben más de cien obras para presentar al público la perturbadora y atormentada trayectoria artística de este artista, cuya carrera se caracterizó por momentos de crisis y cambios estilísticos aparentemente repentinos. Licini situó la propia pintura en el centro de su investigación artística, con la consiguiente experimentación formal incesante y dolorosa que se expresa en sus obras, nunca realmente acabadas y constantemente replanteadas. Con esta exposición retrospectiva, el comisario Luca Massimo Barbero pretende mostrar la coherencia sustancial de esta trayectoria. Lo que aparentemente parecen cesuras resultan ser en realidad etapas de una experiencia singular que destaca dentro de la historia del arte del siglo XX por unos resultados de absoluto lirismo y poetismo.
Licini, que se formó en una Bolonia rica en efervescencia artística no sólo por la presencia de otros jóvenes artistas como Giorgio Morandi, sino también de los artistas futuristas, pronto sintió cercano el ambiente italiano: a través de repetidas estancias en París entre 1917 y 1925, Licini pronto se convirtió en una de las figuras italianas más al tanto de la evolución internacional de la pintura. Quizá también por este motivo, el artista asumió y defendió progresivamente una posición de independencia dentro del panorama artístico italiano, sin llegar a integrarse realmente en movimientos o grupos. La independencia de Licini también se vio reafirmada por su elección de establecerse en el aislado pueblo natal de Monte Vidon Corrado, en la región de Las Marcas: Aquí, el pintor respiró los paisajes de las Marcas, esas colinas ya famosas por los versos de Giacomo Leopardi, de las que no pudo desprenderse, sobre todo pictóricamente, hasta el punto de convertirlas en el tema de su primera etapa figurativa en los años veinte, a la que pertenecen obras como Paesaggio con l’uomo (Montefalcone), de 1926, y Paesaggio marchigiano (Il trogolo), de 1928. Y son estas mismas vistas las que sirven también de telón de fondo, con su sinuosa línea de horizonte, a la posterior transición del realismo al abstraccionismo a principios de los años treinta, como se aprecia ya en Paesaggio Fantastico (Il Capro), de 1927.
En un intento de escapar de una Italia artísticamente dominada cada vez más por un realismo apoyado por el régimen fascista, Licini se orientó hacia la no figuración, insertándose en el ferviente clima cultural milanés de los años treinta, cuando la capital lombarda era el centro propulsor del abstraccionismo y el racionalismo italianos. Su participación en las actividades de la Galleria Il Milione era, pues, inevitable. Mientras exponía allí en 1935, Licini mantuvo una posición personal, junto a artistas como Fausto Melotti y Lucio Fontana, cuyos experimentos escultóricos de 1934-35 se incluyen en la exposición. El lenguaje abstracto de Licini es atípico, atento a la geometría, pero también a la intensidad cromática que entra con fuerza en la estructura compositiva, evitando siempre los fondos planos y compactos en favor de superficies pictóricamente sensibles y vibrantes. Es una geometría convertida en “sentimiento”, impregnada de lirismo, evidente en obras como Castillo en el aire, de 1933-36, u Obelisco, de 1932. Una posición tan especial no podía dejar de atraer a coleccionistas igualmente sofisticados y el interés de muchos intelectuales italianos.
Es precisamente en el “equilibrio”, título y tema de varias obras de Licini de los años treinta, entre los dos polos de la abstracción y la figuración, donde se desarrolla su carrera y las grandes obras maestras de su madurez dedicadas a los temas del Holandés Errante, la Amalassunta y el Ángel Rebelde. En estas obras comienzan a aparecer “personajes”, al principio simples letras o símbolos con significados misteriosos. Sin embargo, las obras más emblemáticas de Licini, presentadas en grupo en la Bienal de Venecia de 1950, son las dedicadas al tema de la Amalassunta, que en palabras del artista es “nuestra hermosa luna, plata garantizada para la eternidad, personificada en pocas palabras, la amiga de todo corazón un poco cansado”. La amplia selección de cuadros de Amalassunta que ofrece la exposición propone al visitante las múltiples facetas de la personalidad de Licini, desde el lado lírico y contemplativo hasta el más irónico y profanador. En las obras realizadas a partir de finales de la década de 1940 confluyen temas, rasgos estilísticos y la lucha nunca resuelta de la pintura, que hacen emerger a Licini como gran protagonista del modernismo italiano e internacional, confirmado por el premio que le fue concedido pocos meses antes de su muerte en la Bienal de Venecia de 1958. Una fotografía tomada en aquella ocasión retrata a Peggy Guggenheim visitando la sala dedicada a Licini, lo que atestigua el indudable interés de la coleccionista por la obra del artista.
La exposición se acompaña de una exhaustiva publicación ilustrada, editada por Marsilio Editore en italiano e inglés, con aportaciones de Luca Massimo Barbero, Federica Pirani, Sileno Salvagnini y Chiara Mari.El programa expositivo de la Colección Peggy Guggenheim cuenta con el apoyo de los mecenas institucionales EFG y Lavazza, de Guggenheim Intrapresæ y del Consejo Asesor del museo. Los proyectos educativos relacionados con la exposición se llevan a cabo gracias a la Fundación Araldi Guinetti de Vaduz. Se ofrecen visitas guiadas gratuitas a la exposición todos los días a las 15.30 horas, previa compra de la entrada al museo. Para más información, visite la página web de la Peggy Guggenheim Collection.
Imagen: Osvaldo Licini, Ángel de San Domingo (1957; óleo sobre faesita, 62,2 x 72,8 cm; Pistoia, Colección Gori-Fattoria di Celle). Ph. Carlo Fei, Florencia. © Osvaldo Licini, por SIAE 2018
Osvaldo Licini protagoniza una gran exposición en la Colección Peggy Guggenheim de Venecia |
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