La Galería Tornabuoni Arte acoge la exposición antológica dedicada a Gianni Dova(Roma, 1925 - Pisa, 1991) titulada Gianni Dova. Vida real y magia cromática, realizada en colaboración con elArchivo Dova, que tendrá lugar en la sede de Milán del 3 de octubre al 16 de noviembre de 2024. La exposición recorre toda la carrera del artista, uno de los protagonistas de la escena artística italiana de la segunda mitad del siglo XX, destacando la importante contribución de Gianni Dova a los principales movimientos artísticos de la posguerra. Como subraya el historiador y crítico de arte Enrico Crispolti al hablar de la figura del artista, “el relato imaginativo de Dova expresa en su conjunto, como rasgo característico de su personalidad de pintor, una profunda confianza en las posibilidades sugestivas de la construcción de imágenes, que siempre consigue dotar de una intensidad mágica”. Y continúa: “... las propuestas de Dovi parecen estar más bien tomadas por un deseo de traducción fantástica, por el asombro mágico de la imagen, quizá incluso finalmente por su solaridad sustancial. Y éste es quizá el don más típico de su pintura”.
La intensidad mágica, el asombro fantástico son algunos de los rasgos que afloran en la exposición que reúne más de veinte obras, elegidas entre las más significativas, de los años cincuenta -empezando por una obra como Anabasi 2, de 1954, vinculada a Pittura Nucleare- y los años ochenta, caracterizados por la corriente del Naturalismo Fantástico. Se reserva una atención especial a las pinturas de finales de los años cincuenta y de los sesenta y setenta, más interesadas por el Neosurrealismo Metamórfico. Algunos de ellos, como Escultura al aire libre y En medio de una rama, ambos de 1965, junto con Descansando sobre una rama de manzano, un poco posterior, de 1973, y finalmente el lienzo Fuego de rastrojos otoñales, de 1987. Para la ocasión, se publicará un catálogo con un texto inédito del historiador y crítico de arte Luigi Cavadini, junto con un ensayo de Enrico Crispolti, extraído del Catálogo General del artista, editado por él y publicado en 2021 por Allemandi.
Gianni Dova, nacido en Roma, se trasladó con su familia a Milán, donde asistió a la Academia de Bellas Artes de Brera, siendo alumno de Carrà y Funi. Con algunos de sus compañeros, en particular Roberto Crippa, estableció una relación de colaboración y profunda amistad. Participó activamente en el debate cultural de los primeros años de la posguerra, firmando el Manifiesto del Realismo (Más allá de Guernica) en 1946 junto con Crippa, Morlotti, Tassinari y Testori. La pintura de Dova en este periodo era neocubista, en línea con la tendencia dominante entre los jóvenes artistas recién salidos de la Academia, que veían en el Picasso del Guernica un modelo a seguir. Sus investigaciones llamaron la atención de coleccionistas y galeristas, hasta el punto de firmar un contrato con Antonio Boschi, importante mecenas de jóvenes artistas milaneses, y con Carlo Cardazzo, alma de la Gallerie del Naviglio de Milán y del Cavallino de Venecia. En 1947 funda, con Brindisi y Kodra, el Grupo Linea, que marca una primera ruptura con el neocubismo; en sus cuadros empiezan a aparecer animales fantásticos, influidos por un renovado clima surrealista. Posteriormente, se acerca al Movimiento Espacial de Lucio Fontana y firma el Segundo Manifiesto Espacial. Al mismo tiempo, participa en el recién nacido MAC Movimento Arte Concreta, de Dorfles y Ballocco: a este periodo pertenecen obras más marcadamente abstracto-geométricas, en virtud de las cuales también es invitado a participar en la primera exposición Arte Astratta in Italia en la Galleria di Roma, organizada por iniciativa del Gruppo Forma. En 1951, se adhirió al movimiento Pittura Nucleare (Pintura Nuclear), surgido con ocasión de una exposición en Milán de Baj y Dangelo, y firmó su manifiesto con Colombo, Del Pezzo y Crippa. La exposición de Dova ese mismo año en la Galleria Il Milione se considera la primera exposición nuclear, en la que experimentó con soluciones de esmalte y agua para obtener superficies heladas y transparentes. Más tarde, con la adición de arena, consiguió efectos materiales próximos al dripping de Pollock y al informalismo. En 1952 participa por primera vez en la Bienal de Venecia, donde conoce a Michel Tapié.
A finales de 1953, atraviesa un periodo de crisis, del que saldrá con una nueva etapa pictórica. Tras un periodo en París, se trasladó a Amberes en 1956, donde se dedicó a estudiar a los artistas de principios del siglo XV, el Bosco y los artistas flamencos. Tras su experiencia informal, se acerca cada vez más al Surrealismo, estudiando las técnicas automáticas de Ernst, la figuración visionaria de Munch, Klee, Brauner y Delvaux, a quien vio en la Bienal de Venecia de 1954. Sus obras están pobladas de criaturas simbólicas y metamórficas, con un refinado colorido flamenco. La crítica italiana e internacional se interesó cada vez más por Dova, como atestigua su importante exposición individual en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas. Tras regresar a Milán, en 1959 expuso Difesa contrastata, un gran lienzo de quince metros cuadrados, en la Quadriennale de Roma y participó por primera vez en la Documenta de Kassel. En 1960, fue invitado a la exposición Possibilità di relazione, comisariada por Enrico Crispolti, Roberto Sanesi y Emilio Tadini en la Galleria L’Attico de Roma. En la Bienal de Venecia de 1962 tuvo su propia sala, y fue presentado en el catálogo por Guido Ballo. En su producción pictórica, el espacio se amplía, la atmósfera se vuelve más luminosa y los personajes más acogedores y alegres, síntoma de una relación más armoniosa entre el hombre y el mundo. El viaje a Bretaña en 1967 le afectó profundamente, mostrándole una naturaleza rica en fermentos simbólicos, estímulos que se reflejaron en sus obras, donde profundizó su reflexión sobre las profundidades del mar y produjo nuevos lienzos más figurativos de vuelos sobre el agua y los jardines. Al año siguiente, compra una casa en la región, donde se instala durante largas temporadas. Paralelamente a la pintura, comienza a realizar pinturas al temple sobre papel que le ocuparán durante toda la década. Hacia finales de los años setenta, el paisaje empieza a tomar el relevo: la naturaleza, contada a través del brillo del color, es ahora la protagonista absoluta, aunque siempre poblada de criaturas que “espían”, guiñan el ojo y nos miran casi a escondidas. En 1991, se organizó una gran exposición antológica en tres sedes, en Viareggio, Cesena y Mantua, comisariada por Claudio Spadoni.
Milán, en Tornabuoni Arte, una exposición sobre Gianni Dova y su contribución al arte de posguerra |
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