Del 20 de agosto al 10 de septiembre de 2022, la Galleria Ponzetta de Pietrasanta acoge la exposición individual Memento Vivere de la escultora toscana Valentina Lucarini Orejon (Pietrasanta, 1985). La artista, en su investigación sobre reliquias y exvotos, presenta una nueva serie de obras: cuatro esculturas de bronce patinado, dos cráneos y dos fémures, con superposiciones e intervenciones en otros metales, del latón al bronce blanco, así como instalaciones con cráneos de yeso patinado blanco decorados con escorias y “rebabas” de bronce y latón, para recrear una especie de Wunderkammer.
Como afirma la propia artista en el texto que acompaña a la exposición: “Desde hace mucho tiempo, el hombre ha vivido en estrecho contacto con la muerte. Desde la antigüedad, se pensó que el regreso a la tierra, después de la vida, era un momento catártico, que debía ir acompañado de rituales de sacrificio (del latín sacrificium: hacer sagrado), para alejar el manto de oscuridad y olvido que caracteriza nuestro destino común. Ejemplos de ello son las culturas mesoamericanas de los mayas y los aztecas, posteriormente asimiladas a la actual cultura mexicana, o la cultura funeraria egipcia, o incluso la más cercana a nosotros perteneciente a los etruscos. En la sociedad occidental, la muerte aparece depurada, disuelta, oculta, pero al mismo tiempo mercantilizada a la perfección en las redes sociales, que ponen en primer plano palabras y valores como progreso, eficiencia y capital, excluyendo así los conceptos de fragilidad, debilidad y vejez, por ser menos atractivos y funcionales. La muerte se convierte así en un mero objeto de consumo de la colectividad capitalizada actual, adscribible a noticias de crímenes, titulares redundantes y guerras ideológicas. A partir de esta ocultación de la muerte, es probable y posible que lo que nace, crece y se estratifica sea una no-vida; un no-lugar suspendido, donde el hombre no percibe pulsiones vitales y primarias y tiende así a replegarse sobre sí mismo. El memento mori, o vanitas, procede de la locución latina nacida en el seno de la civilización de la antigua Roma, y pretendía recordarnos que mantuviéramos la mirada en nuestro presente, que disfrutáramos de la vida dejando a un lado el orgullo, y es precisamente a través de este mensaje como el hombre vuelve a darse cuenta de su propia finitud. Para vivir plenamente, de hecho, es necesario el acto de darse cuenta; este término traduce infinitamente bien el asombro y el horror propios de un despertar al unísono de la mente, el corazón y el alma, un despertar que nos recuerda que la condición efímera de la existencia -debida aparentemente a la fugacidad de la materia de la que estamos compuestos- nada puede contra la fuerza oscura e incorpórea de nuestras almas. Transformar el memento mori en un acto de arte colectivo es la intención de esta performance, un acto que se realiza a través de la sinergia entre dos individuos cuyos gestos sincronizados dan como resultado una narración dibujada, compuesta de signos que cubrirán un cráneo humano, representación simbólica de un destino común. El dibujo cara a cara, tomado de un juego al que solía jugar con mi hermana cuando era niña, se convierte en el gesto ritual con el que reapropiarse de una nueva narrativa de la muerte y, en consecuencia, de la vida.”
Valentina Lucarini Orejón, promoción de 1985, nació en Pietrasanta de padre italiano y madre española. Hija del arte, nacida en el seno de una familia de fundadores, creció rodeada de los más capaces escultores y artesanos. Tras graduarse en elInstituto Estatal de Arte "Stagio Stagi " y licenciarse en laAcademia de Bellas Artes de Carrara -con una tesis sobre las técnicas de fundición de grandes monumentos de temática ecuestre-, para enriquecer su bagaje cultural, asistió a los estudios de algunos de los artistas más importantes del panorama contemporáneo. Alumna del escultor Franco Franchi durante sus años académicos, más tarde siguió las enseñanzas del artista y estimado amigo Riccardo Bremer. En su taller privado, situado en las montañas de Versilia, así como en la fundición familiar, donde cuenta con la ayuda de un entorno proactivo y estimulante, profundiza y amplía constantemente sus conocimientos artísticos e intelectuales, manteniéndose fiel a su propio sentido estético y plástico. Entre sus encargos se incluyen obras escultóricas para la basílica de Santa María la Antigua de Panamá y la creación de una serie de trofeos para el mundo del deporte y de la moda.
"Memento Vivere": la exposición de Valentina Lucarini Orejon en Pietrasanta |
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