Se llama A un cuervo y huracanes que de lugares desconocidos traen olores de humanos enamorados, la intervención con la que el artista kosovar Petrit Halilaj (Kostërrc, 1986) ha cambiado la faz del Palacio de Cristal de Madrid: el edificio se ha transformado en un enorme nido repleto de flores y pájaros, elementos típicos de la poética del joven artista (al que dedicamos un largo artículo en profundidad en el último número de nuestra revista impresa). Y podrá verla así hasta el 28 de febrero de 2021. Su obra se nutre en gran medida de su turbulento pasado autobiográfico: de niño, a los trece años, se vio obligado a vivir dos años en un campo de refugiados debido a la guerra y a abandonar Kosovo, su país.
El drama de la guerra y el dolor de su infancia resurgen así a través de sus obras, que hablan de temas como el hogar y la identidad cultural, y lo hacen en diferentes soportes: instalaciones, vídeos, esculturas, dibujos. Su intervención en Madrid, organizada por el Museo Reina Sofía, no es una excepción: se trata de su primera exposición individual en España, para la que ha sido invitado a crear un “drama de su vida”. Halilaj, dicen los organizadores, se tomó la invitación al pie de la letra y transformó el Palacio de Cristal en un ido que une el interior y el exterior del palacio, llevando a los visitantes a un viaje ideal dentro y fuera del edificio. Los pájaros que llegan desde el Parque del Retiro son el ejemplo más evidente: los pájaros, en el arte de Petrit Halilaj, simbolizan la capacidad de ir más allá de las fronteras establecidas por el pensamiento, de cruzar los límites.
El nido del Palacio de Cristal es envolvente y colorista, y de vez en cuando brotan grandes flores, obras de acero creadas en colaboración con Álvaro Urbano, compañero del artista (compañero de trabajo pero también de vida): hay forsitias, semillas de palmera, flores de cerezo, amapolas, claveles, lirios, cada una de las cuales adquiere un significado social y político. También está presente otro elemento muy importante para el artista, el cuervo blanco, que alude al tema de la diversidad y la capacidad de resistirse a cambiar para ser aceptado: en este sentido, el animal se convierte en metáfora de muchas cosas, como la homosexualidad y su no reconocimiento por amplios estratos de la sociedad kosovar, pero no sólo.
Como en la naturaleza, en el arte de Halilaj el nido no puede considerarse un espacio autónomo, sino una continuación de lo que tiene a su alrededor: para el artista, esta relación es una forma de interdependencia que emerge de toda la instalación. Además, las dimensiones desmesuradas de la obra pretenden significar el hecho de que el hombre no es el centro del mundo, sino que es, si acaso, uno de sus muchos elementos. “El nido”, se lee en la presentación, "se revela así como el escenario de un ritual que garantiza que los encuentros, alianzas y uniones entre sus diversos visitantes se produzcan realmente, modificándose y cambiando junto con el espacio.
A un cuervo y huracanes que de lugares desconocidos traen olores de humanos enamorados es también la primera exposición del Museo Reina Sofía tras su cierre por la emergencia sanitaria de Covid-19. En consecuencia, según el artista, también es posible leer su obra en esta clave de actualidad: una obra que pretende concienciar sobre la fragilidad de nuestro sistema económico y la insostenibilidad del paradigma del crecimiento ilimitado a costa de la naturaleza. El virus nos ha enfrentado a nuestra vulnerabilidad: para Halilaj, el nido es un refugio y abre la esperanza de un futuro mejor.
En la foto de ImagenSubliminal (Miguel de Guzmán + Rocío Romero), una vista de la instalación.
Madrid, el Palacio del Cristal se convierte en un nido espectacular: obra de Petrit Halilaj |
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