Del 12 de marzo al 11 de septiembre de 2022, la Vittoriale degli Italiani de Gardone Riviera acoge la exposición Il bronzo e la parola. Mastroianni, D’ Annunzio y Quasimodo, que compara catorce grandes esculturas de bronce de Umberto Mastroianni (Fontana Liri, 1910 - Marino, 1998) con poemas de Gabriele D’Annunzio (Pescara, 1863 - Gardone Riviera, 1938) y Salvatore Quasimodo(Modica, 1901 - Nápoles, 1968). Las obras están dispuestas en el Parque Vittoriale, una combinación de naturaleza encantada y ese visionario “libro de piedras vivas” con el que el vate quiso coronar su “inimitable vivir”: la exposición pretende ser un diálogo sin precedentes entre escultura y palabra, entre materia y poesía.
Entre las obras de Mastroianni se encuentran los dos bustos de 1939, todavía ligados a las formas clásicas, Uomo de 1942, que se abre al lenguaje abstracto, y la enérgica y disruptiva Furia selvaggia de 1975, hasta las obras maestras de los años ochenta como Macchina sacrale (1988-1989), un bronce de 220 cm de altura, la última de sus obras monumentales: las esculturas de Mastroianni encuentran ecos, significados y referencias en los poemas seleccionados de dos de los más grandes escritores del siglo XX. Comisariada por Marco Di Capua y Paola Molinengo Costa, la exposición está promovida por la Vittoriale degli Italiani junto con el Centro Studi dell’Opera di Umberto Mastroianni y Cigno GG Edizioni de Roma, en colaboración con Villaggio Globale International, y se inauguró en el marco del evento que el presidente de la Vittoriale, Giordano Bruno Guerri, denominó “Formas únicas de continuidad en el tiempo”.
Es bien sabido que la escultura ocupó un lugar privilegiado en el eclecticismo de Gabriele d’Annunzio y que la poesía del vate tuvo inevitablemente reflejos e influencias en la producción figurativa de la época, del mismo modo que es bien sabido que clasicismo y modernidad se entrecruzan en la obra de Umberto Mastroianni, que vive con pasión la lección futurista, en particular la de Umberto Boccioni, pero que consigue evolucionar hacia lenguajes nuevos y originales, siendo el primero en introducir el abstraccionismo en la escultura italiana y superando la amarga sentencia dictada por Arturo Martini en 1945 “la escultura como lengua muerta”. No es casualidad que, junto a las esculturas de Mastroianni, se haya elegido también para exponer una de las obras clave del artista futurista prematuramente fallecido: Formas únicas de continuidad en el espacio, un bronce fundido a partir de un vaciado de un importante ejemplar de la escultura, fundido a su vez utilizando el yeso de Boccioni de 1913. A Boccioni, que ya había polemizado con las formas ingenuas de su época, buscando con fuerza visionaria el movimiento como “energía latente en la materia”, Mastroianni vuelve a conectar, como ha observado Calvesi, “pero liberándose completamente de los residuos, por programáticos que sean, del dinamismo futurista y ganando otros territorios para su imaginación del ’caos’ genético y creativo”.
Junto a los poemas de d’Annunzio (como “La donna del Mare”, “Notturnino” “Alba d’estate” o “Tristezza”), también acompañan a las obras expuestas versos de Salvatore Quasimodo; y son evidentes las afinidades de los temas en torno al hombre, el dolor de la guerra, la relación con la industrialización moderna y las máquinas del futuro. Caduta fatale de Mastroianni, gran escultura de 1989, renueva su extraordinaria fuerza expresiva a través de los versos de “Alle fronde dei salici” que el poeta de Módica publicó en 1946:
"Y cómo podríamos cantar
con un pie extranjero sobre nuestro corazón
entre los muertos abandonados en las plazas
sobre la dura hierba del hielo, al lamento
de los corderos de los niños, al grito negro
de la madre que fue al encuentro de su hijo
crucificado en el poste del telégrafo?
De las frondas de los sauces, por voto,
incluso nuestras arpas fueron colgadas,
se balanceaban débilmente en el viento triste".
Mientras que el eterno “Y enseguida anochece” nos recuerda el dolor de la soledad al que está destinado el hombre moderno, el mismo dolor al que el gran escultor protagonista de la exposición da vida en el lacerante mosaico matérico de la Ferita de 1988. En 1958, Mastroianni ganó el Gran Premio Internacional de Escultura de la XIX Bienal de Arte de Venecia, y al año siguiente Quasimodo recibió el Premio Nobel “por su poesía lírica, que con ardiente clasicismo expresa las trágicas experiencias de la vida en nuestro tiempo”. Un clasicismo que caracteriza la trayectoria artística de otro de los más grandes escultores del siglo XX italiano, Francesco Messina, amigo de Quasimodo desde su primera frecuentación de los círculos artísticos e intelectuales italianos en los años veinte, que junto con Boccioni es el otro “huésped ilustre” de este homenaje a Umberto Mastroianni en el Vittoriale y del intenso diálogo entre la obra de bronce y la poesía, inspirada en la figura del creador de este lugar único. De Messina, que nunca abandonó la figuración, se expone un unicum vinculado a la figura del caballo, uno de sus temas favoritos: el boceto original -conservado celosamente por el artista, hasta poco antes de su muerte, en su residencia de verano de Gardone- de Prima Quadriga (Cuadriga de larga cola), de 1941, un majestuoso grupo escultórico que el artista catanés había diseñado para la fachada del Palacio de Congresos de EUR, que nunca llegó a realizarse debido a la guerra.
Quasimodo escribió sobre Umberto Mastroianni, con motivo de la publicación conjunta del volumen Quasimodo/Mastroianni en los años cincuenta: “En el escultor del Lacio, los momentos negativos y positivos del idealismo se funden ya de entrada; no se trata para él de proceder a la exclamación enfática y retórica o al metal deshumanizado de la máquina para resolver el binomio romántico-clásico. Lo clásico en Mastroianni es su fe en la formación de la materia mediante la intervención del espíritu. De romántico, la medida idéntica de ”tormenta“ que afirma la mente como emoción, el hombre como alma, en la fase de creación”.
Tanto si los artistas, como Mastroianni, son capaces de captar el sentido autónomamente vital y libre de la forma, como si, como Messina, permanecen fieles al rostro y al cuerpo, se aplica lo que Jean Cocteau reservó para la obra de este último: “El arte es una vibración inmóvil”. Una expresión que define el mundo de la escultura italiana que nos entrega un poeta, subrayando una vez más el vínculo indisoluble entre el arte y la palabra.
Umberto Mastroianni nació en Fontana Liri, provincia de Frosinone, el 21 de septiembre de 1910. Tras estudiar en la Academia San Marcello de Roma, se trasladó con su familia a Turín, donde continuó su formación bajo la dirección del maestro Guerrisi. Sus primeras obras tienen una impronta futurista; en particular, se verá influido por las obras de Boccioni, que Mastroianni tiñe sin embargo de neocubismo. El artista será el fundador del Premio de Turín en 1947 y, a lo largo de su vida, recibirá importantes galardones como el Gran Premio Internacional de Escultura (Bienal de Venecia 1958) y el Premio Imperial de Tokio (1989). Artista de fama mundial, Umberto Mastroianni falleció el 25 de febrero de 1998 en su casa-museo de Marino (Roma), dejando a la posteridad numerosas obras maestras.
Las esculturas de Mastroianni dialogan con D'Annunzio y Quasimodo en la Vittoriale degli Italiani |
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.