La historia del espejo, desde el antiguo Egipto hasta nuestros días, expuesta en Zúrich con 220 obras


Del 17 de mayo al 22 de septiembre de 2019, el Museo Rietberg de Zúrich acoge la exposición Espejo. Reflejo del yo

Del 17 de mayo al 22 de septiembre de 2019, el Museo Rietberg de Zúrich acoge la exposición Espejo. El reflejo del yo, una muestra que recorre la milenaria historia cultural del espejo: desde el antiguo Egipto hasta los mayas de México, pasando por Japón, Venecia o el cine y el arte contemporáneo, civilizaciones de todo el planeta han fabricado espejos, atribuyéndoles diferentes significados y poderes. A través de una selección de 220 obras de arte procedentes de 95 museos y colecciones de todo el mundo, se ilustran los múltiples desarrollos artesanales y tecnológicos de este medio reflectante, así como su significado cultural y social. Protagonistas de la exposición son los espejos como artefactos, pero también se habla del espejo como símbolo de la autoconciencia, la vanidad, la sabiduría, la belleza, el misticismo, la magia y, por último, pero no por ello menos importante, el espejo de nuestro tiempo: el selfie, que se ha convertido en un fenómeno de masas de proporciones gigantescas, con millones de autorretratos, tomados a pulso y colgados bajo todos los hashtag posibles.

La exposición, comisariada por Albert Lutz, comienza con el mito de Narciso: la historia del joven que se enamora de su propia imagen reflejada en un estanque de agua y muere consumido por la desesperación de que su amor no tenía remedio, ha alimentado la imaginación de los espíritus creadores durante siglos: el mito de Narciso se ha convertido así en un tema recurrente en la literatura, la filosofía, el arte y la psicología, puesto en cuestión siempre que se trata del amor propio, la vida y la muerte o la autoestima. Continúa con el Renacimiento, periodo en el que el estudio del propio rostro en el espejo con vistas a su transposición en un autorretrato se estableció en toda Europa como un género artístico por derecho propio. En épocas más recientes, la fotografía ha multiplicado las posibilidades de escenificarse artísticamente, ya sea a través del autorretrato o del reflejo en un espejo. En torno al tema del autorretrato, la exposición reúne una selección femenina de obras de veinte mujeres artistas y fotógrafas de cuatro continentes, desde los años veinte hasta nuestros días. La selección incluye fotografías que van desde Claude Cahun y Florence Henri hasta Amalia Ulman y Zanele Muholi, pasando por Cindy Sherman y Nan Goldin. Las obras ofrecen atisbos de los estudios de las artistas, ilustran sus prácticas artísticas y permiten vislumbrar su vida cotidiana entre la familia y el trabajo, tocando incluso la esfera íntima de su vida privada. Y de nuevo, los fragmentos de películas (con hombres hablando solos en el espejo y hombres armados disparando a los espejos en su lugar) sirven de ingenioso contrapunto a los retratos femeninos.



A continuación, en Zúrich, se puede dar la vuelta al mundo siguiendo los pasos de la historia del espejo como objeto físico: los espejos de obsidiana (un vidrio volcánico negro) fabricados hace siete mil años y hallados en las tumbas neolíticas de Catalhöyük, en la Anatolia turca, se consideran hoy los espejos arqueológicamente documentados más antiguos del mundo. Estos espejos pulidos formaban parte del ajuar funerario, pero se desconoce con qué fin. En la América precolombina, además de la obsidiana, también se utilizaban otros minerales como la pirita o la hematites en la fabricación de espejos, mientras que con el florecimiento de las culturas del bronce en Mesopotamia, Egipto y China, los espejos de metal pulido, en su mayoría de forma redonda, se generalizaron a partir del tercer milenio a.C. No sólo se utilizaban con fines rituales o funerarios, sino también para el cuidado cosmético del rostro. La exposición inicia su recorrido por la historia del espejo con un ejemplar egipcio de bronce del siglo XIX a.C., que un padre encargó especialmente para su hija “para la observación de la vis” (según reza la inscripción). A continuación, el viaje lleva al público a Grecia, Roma, Etruria y los celtas, pero también a Irán, India, China y Japón. Piezas singulares del Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México insinúan el poder arcano que mayas y aztecas atribuían al espejo. Representaciones artísticas de mujeres mirándose en un espejo de mano mientras se bañan o se peinan adornan los reversos de espejos griegos, romanos y etruscos. También se exponen obras maestras del Louvre de París y del Museo Metropolitano de Nueva York. La transformación del vidrio en espejos comenzó en Europa, si exceptuamos los primeros ejemplos de época romana, en el siglo XIII en cristalerías centroeuropeas e italianas. Los espejos de cristal de Murano/Venecia que dominaron el mercado mundial y los espejos creados para el palacio francés de Versalles por los talleres Saint-Gobain constituyen la cumbre de la producción europea de los siglos XVI al XVIII. La fabricación de estos espejos plateados por el reverso mediante una amalgama de estaño y mercurio llevaba a menudo a los artesanos a una muerte prematura por exposición a vapores tóxicos. La invención por el químico alemán Justus von Liebig de un procedimiento para platear el vidrio sin utilizar sustancias nocivas condujo, a partir de la década de 1860, a la producción a gran escala del espejo, obtenido depositando sobre una lámina de vidrio una fina capa de plata o, sobre todo hoy, de aluminio. El recorrido por la historia del espejo culmina con obras de Fernand Léger, Roy Lichtenstein, Monir Farmanfarmaian, Anish Kapoor y Gerhard Richter, todas ellas con el título Espejo, que demuestran sin duda la constante predilección que se concede a esta superficie brillante en el arte moderno y contemporáneo, como motivo y como herramienta de trabajo.

La exposición explora también el concepto del espejo como símbolo de virtud, pecado, sabiduría, vanidad, magia, protección, defensa, con representaciones del espejo de todas las épocas: en el arte europeo de la Edad Media y la Edad Moderna, las personificaciones de la sabiduría se representaban a menudo con un espejo en la mano, pues sabio es quien se reconoce a sí mismo y con prudencia reflexiona sobre el camino a seguir. El atributo del espejo, sin embargo, recuerda también uno de los siete pecados capitales, la soberbia, pues orgulloso y vanidoso es quien a menudo se mira en el espejo autocomplaciente y vive desganado, sin pensar ni en el pasado ni en el futuro. El espejo, sin embargo, también evoca una imagen de fragilidad, y refleja fielmente los detalles pero también puede ser oscuro y misterioso, por lo que comúnmente se considera no sólo como un inofensivo medio reflectante sino también como una poderosa herramienta que interactúa con nuestras vidas aconsejándonos o revelándonos secretos, algo que puede protegernos pero también representar una amenaza. No es de extrañar, pues, que el arte surrealista haya recurrido al espejo (pensemos en las obras de Salvador Dalí o Paul Delvaux) para simbolizar profundidades abisales, dimensiones desconocidas o arcanas. La función protectora del espejo puede verse en la túnica del siglo XVIII de un chamán siberiano, la más antigua del mundo, sembrada de espejos de latón, pero incluso los fetiches equipados con espejos del Congo atestiguan cómo, según la creencia, estos “reflectores” ahuyentaban las fuerzas malignas, protegiendo así a su portador. Además, en casi todas las grandes religiones, ya sean hinduistas, budistas, islámicas o cristianas, se encuentran textos que describen los espejos como metáforas del alma, haciendo hincapié en que ésta debe estar siempre bien pulida para que ni una mota de polvo pueda empañarla.

El espejo también encarna el tema de la belleza y la seducción, ilustrado en el Museo Rietberg por pinturas, grabados y fotografías indias y japonesas, así como por pinturas europeas de los siglos XVI y XVII. En ellas se muestra a mujeres sorprendidas maquillándose, adornándose, bañándose mientras se miran en el espejo a la espera de su amado o, a su vez, siendo observadas por hombres. Aunque las obras europeas tendían sobre todo a situar a las mujeres en el espejo en un contexto moralizante (pretendían visualizar vanitas pecaminosas), es evidente el propósito para el que fueron creadas. Se trata principalmente de guiones diseñados por pintores o fotógrafos en beneficio de observadores masculinos. De hecho, las mujeres suelen aparecer en ellos desnudas o sin ropa. Las imágenes permiten al hombre penetrar en las estancias reservadas a las mujeres, lugares a los que la mayoría de las veces tenía prohibido el acceso. En algunas representaciones, vemos el rostro de la mujer retratada reflejado en el espejo: la misma a la que creemos espiar nos escruta a su vez y condesciende conscientemente con nuestra presencia.

La exposición concluye con la historia de Alicia, que se adentra en el país de las maravillas más allá del espejo, así como con una significativa obra de Michelangelo Pistoletto y un fragmento de la película Orph&e acute;e, de Jean Cocteau, en la que el actor francés Jean Marais, disfrazado de Orfeo, entra en el inframundo a través de un espejo. La exposición se extiende también al exterior del museo: en la plaza situada frente al museo, los visitantes descubren un parque de espejos, un pabellón de cristal reflectante de colores. El lugar, un entretejido de percepciones visuales reflejadas y experiencias acústicas, sirve casi de “selfie land”, un telón de fondo ideal para autorretratos y fotos de grupo. Además, unos espejos lenticulares, obra del artista alemán Adolf Luther, flotan en el estanque de Villa Wesendonck, y junto a él, en el césped, hay una obra de Silvie Fleury titulada Eternity Now, un retrovisor de gran tamaño en el que se reflejan tanto el parque como la villa.

Por último, cabe señalar que con Espejo. Reflejo del ego, el conservador Albert Lutz se despide del museo que dirige desde 1998: la exposición, en la que han colaborado todos los conservadores del Rietberg, representa por tanto una especie de “espejo retrovisor” para el director saliente. También han participado más de veinte expertos externos que, en calidad de co-comisarios y autores, han apoyado a los conservadores del museo y han contribuido al catálogo. Para más información, visite la página web del Museo Rietberg (en alemán, francés e inglés).

En la foto: Marianne Breslauer, Chica en su tiempo libre, Berlín 1933 (1933-1934; impresión en gelatina de plata, 17 x 23,5 cm)

La historia del espejo, desde el antiguo Egipto hasta nuestros días, expuesta en Zúrich con 220 obras
La historia del espejo, desde el antiguo Egipto hasta nuestros días, expuesta en Zúrich con 220 obras


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