París, principios del siglo XX. Siete italianos irrumpen en la escena artística: son Les Italiens de Paris. El grupo está compuesto por Massimo Campigli, Giorgio de Chirico, Filippo de Pisis, René Paresce, Alberto Savinio, Gino Severini y Mario Tozzi. Juntos constituyen uno de los puntos más avanzados de la experimentación pictórica e iconográfica en la Europa de entreguerras. Su experiencia juntos fue corta: de 1928, con la primera exposición en el vestíbulo de un teatro, a 1933. Pero algunos de ellos llevan en París desde principios de siglo. Después, la crisis económica y política de mediados de los años 30 les obligó a regresar a la Italia del fascismo. Su última exposición, su canto del cisne, tendrá lugar en Florencia en 1942 con un texto de Alberto Savinio. Les Italiens, como les llamaban los franceses y como se autodenominaban también en Italia, formaban un grupo heterogéneo consagrado a un nuevo clasicismo y proponían la pintura como pura imaginación por el camino indicado por de Chirico con la Metafísica. Son “Sognatori svegli” (soñadores despiertos), sus lienzos son una nueva mitología contemporánea que tiene en cuenta las angustias y perturbaciones del hombre del siglo XX.
Con esta exposición,Farsettiarte, que este año celebra 60 años de actividad en Cortina, propone una selección de obras de la época en que estos autores hicieron grande la tradición de la pintura italiana en París, capital del arte de la nueva era, rápida, excéntrica y tecnológica, cuando para todo artista o escritor, desde Modigliani y Picasso hasta Arthur Miller y Ernest Hemingway, vivir en París significaba también estar “heureux comme Dieu en France”.
En los primeros años del siglo pasado, los artistas se trasladaban de Montmartre a Montparnasse, donde cenaban en la Closerie des Lilas con poetas: Guillaume Apollinaire, Paul Fort, Max Jacob y un joven Alberto Savinio que no temía las actuaciones sonoras en las Soirées de Paris, destino de jóvenes talentos de todo el mundo. Hay otros “metechi” (como llaman los parisinos a los extranjeros): Chagall, Brancusi, Miró, Dalí, Juan Gris, Diego Rivera y Frida Kahlo; los dadaístas de Tristan Tzara, más tarde los surrealistas de André Breton. Y en 1919 la joven Antoinette Raphaȅl llega a la ciudad donde dominó Joséphine Baker y debutó Edith Piaf. En los años locos París es cita obligada para los artistas. Gino Severini llega en 1906, con él sólo Modigliani. Giorgio de Chirico llega por primera vez en el bochornoso verano de 1911 y antes que él, en el invierno del año anterior, llega Andrea. De Chirico regresaría en 1924 y vería nacer el surrealismo de André Breton. Filippo de Pisis llegó a París en 1925. Massimo Campigli, Mario Tozzi y René Paresce eran pintores que escribían. Campigli es corresponsal de “Il Corriere della Sera”, Tozzi llegó después de la guerra para casarse con Marie Terèse, pero se convirtió en el organizador del grupo. Renato Paresce, por su parte, lleva en París desde 1912. Es físico, pintor y periodista. Abandona la ciencia por el arte, pero no el periodismo. En París Renato se convierte en René, cambia de ideas políticas y de visión del mundo.
La exposición cuenta la extraordinaria historia de estos pintores visionarios, no forasteros, sino grandes italianos conscientes de su tradición y decididos a hacerse un nombre en el París de los años locos: desde la primera exposición en 1928 en el vestíbulo del teatro Louis Jouvet de los Campos Elíseos en adelante, Les Italiens mostrarán al público internacional cómo su diversidad totalmente mediterránea es una ventaja: los artistas de París están dispuestos a reconocerlos. Esta exposición es una oportunidad para comparar temas e iconografías, para poner de relieve los puntos en común entre las obras de Les Italiens. Lo que se desprende de estos lienzos es la riqueza heterogénea, el eclecticismo de temas ya sean metafísicos u oníricos, mediterráneos, clásicos, revisitados por cada autor individualmente. Temas que captaron la atención de Léonce Rosenberg, quien quiso algunos de ellos para las paredes de su casa de París, ahora conservados en parte en el Museo delle Regole de Cortina, que colabora en esta exposición y celebra este año el 50 aniversario de la Colección Rimoldi. De hecho, se desarrollará un vínculo entre las obras expuestas en la galería y algunas de las del Museo delle Regole, una especie de itinerario ideal que se desarrollará en las dos sedes, proporcionando a los visitantes una amplia pero oportuna reconstrucción de lo que representaron Les Italiens de Paris.
La exposición es también una ocasión para reflexionar sobre Les Italiens y la política cultural italiana de los años veinte y treinta, que sigue siendo de gran actualidad. Desde París (sin abandonar nunca del todo su tierra natal) atraen la atención del régimen, que los corteja y reconoce desde el principio su utilidad para la propaganda cultural. Cuentan con el apoyo del aparato de las exposiciones sindicales organizadas por el escultor Antonio Maraini y Margherita Sarfatti, primera mujer crítica de arte en Europa, empeñada en promover su idea del arte del siglo XX. Les Italiens participaron en las exposiciones sindicales del Novecento italiano y recibieron el apoyo del crítico de arte polaco Waldermar George, que las presentó en la Bienal de Venecia de 1930. En 1933, Les Italiens -por entonces en el epílogo del affaire parisino- fueron protagonistas en la Trienal de Milán, que devolvió los muros a los pintores como en tiempos del Renacimiento. Se inauguró la temporada de intervenciones que el régimen quería para pintar al fresco las paredes de los lugares públicos. Es el canto del cisne para los italianos, obligados a abandonar París por la crisis económica. Las exposiciones itinerantes continuaron, pero el epílogo ya había tenido lugar el 22 de septiembre de 1933, cuando en la inauguración en la Galerie Charpentier Antonio Maraini, secretario de la Unión Nacional de Artistas, sancionó oficialmente el nuevo marco querido por Roma.
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Imagen: Alberto Savinio, Naturaleza muerta con concha (Fiore Marino) (1934; temple, 59,5x49,5 cm)
Farsetti dedica una exposición a los italianos de París, de De Chirico a Severini |
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